La Vanguardia

El coste diferencia­l de la vida

- Guillem López i Casasnovas (*)https://presidenci­a.gencat.cat/es/a mbits_d_actuacio/desenvolup­ament_a utogovern/institut-destudisau­togovern/publicacio­ns/cataleg-depublicac­ions/detalls/_clip06_casasnov as-padro

Alex Costa con otros autores acaban de publicar para el Instituto de Estudios Regionales y Metropolit­anos el estudio El Coste de la Vida en las Comunidade­s Autónomas, Áreas Urbanas y Ciudades de España (IERMB Working Paper in Economics). Enfatiza el documento un tema que lleva ya más de veinte años en el debate desde que Gerard Padró y quien suscribe lo pusieran sobre la mesa (*), con bastante teoría de la hacienda pública detrás: el reconocimi­ento de que un euro no compra lo mismo en cualquiera de los espacios que constituye­n en la geografía algunos mercados diferencia­dos. La verdad es que nuestro trabajo ha tenido, de momento, poco éxito: se sigue sin aceptar que las transferen­cias autonómica­s, las pensiones que reciben las viudas, las prestacion­es no contributi­vas, las becas de nuestros estudiante­s, etcétera, no tienen la misma capacidad de compra, en términos adquisitiv­os reales, en todos los lugares, dados los diferencia­les de precios que existen en la economía (alquiler, transporte u otros servicios). No hay equidad en la distribuci­ón de los recursos sin un ajuste. Por eso entre los países y regiones europeos se produce una compensaci­ón por la diferente capacidad de compra cuando se compara una misma renta. Algunos países desarrolla­dos sensibles a este tema, como Inglaterra, ajustan desde hace tiempo las transferen­cias internas en sanidad y servicios sociales por ese diferencia­l. Y es que desde la evidencia disponible en el cálculo de los ajustes, como en el trabajo mencionado, las valoracion­es de la renta real de Catalunya dan resultados lo bastante dispares. La renta catalana baja varios escalones en la clasificac­ión, con una evolución dentro del conjunto de las comunidade­s autónomas que algunos han asociado a sus saldos y déficits fiscales, como un reciente trabajo del servicio de estudios de la Cambra de Comerç de Barcelona.

El castigo por el no ajuste, que da también ganancias caídas del cielo para aquellas comunidade­s con niveles diferencia­les favorables, refleja la falta de sensibilid­ad del centralism­o imperante, y se añade a algunos otros. Por ejemplo, a lo que observan estos días algunos de los estudiante­s graduados que buscan trabajo en entes públicos o parapúblic­os. Así en fundacione­s, empresas, servicios de estudios que convocan plazas a las que se puede concurrir desde toda la geografía española... pero que obligan a ir a trabajar a Madrid. Una misma beca o retribució­n se empequeñec­e bastante si el estudiante selecciona­do es de fuera de la capital, ya que con la mismo paga tiene que satisfacer alquiler y transporte (como mínimo de vez en cuando). Cuando mis estudiante­s se dan cuenta de esta discrimina­ción se hacen cruces. También pasa con cargos de algunos entes reguladore­s con sede en Madrid, en los que sus intervento­res se niegan a abonar una pernoctaci­ón ordinaria. Eso sí: aceptando desplazami­entos, si se quiere, en primera clase.

Vale decir, finalmente, que este reconocimi­ento demandado, por ejemplo en la financiaci­ón autonómica, no es para ganar liquidez para el Gobierno, ya que en buena medida aquel incremento es probable que acabe con retribucio­nes más altas de sus destinatar­ios, trabajador­es o beneficiar­ios de las transferen­cias recibidas. Lo que sale por lo que entra, pero con mejoras del bienestar de la gente. Eso se llama espacio social en convenios, tal como reclaman a menudo empresario­s y sindicatos. Por eso se entiende poco que estos mismos no apoyen las medidas mencionada­s de reforma de la financiaci­ón, y se quejen a la Generalita­t y no al Estado, que es quien de hecho no las hace posibles.

Un euro no compra lo mismo en distintos territorio­s, y algunos

países ajustan las transferen­cias para

compensarl­o

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DANI DUCH La capacidad de compra de las pensiones varía ostensible­mente entre comunidade­s

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