La Vanguardia

“‘Escribo para el ministro y el barrendero’, decía mi padre”

- Víctor-m. Amela – Ima Sanchís – Lluís Amiguet Víctor-m. Amela

Tengo 80 años. Soy barcelones­a. Fui monitora de niños, azafata de crucero y vendedora para la oenegé Intermón. Tengo tres hijas, Karin (52), Sandra y Silvia (gemelas, 50), y ocho nietas veinteañer­as. ¿Política? Centrista. ¿Religión? Existe una fuerza de amor

Qué es la vida? Un paseo.

¿Y la familia?

Lo más importante, y está perdiéndos­e.

¿Qué desea para sus nietas?

Que sean felices... con seny.

¿Qué es el seny?

Que la cabeza siga estando sobre el corazón.

Estoy preguntánd­ole al modo de...

Ya, ya: de Manuel del Arco, mi padre.

Admirable y legendario entrevista­dor.

Era muy creativo, era original, talentoso, artista, trabajador...

¿Y como padre, qué?

Me hacía volver a casa a las diez de la noche. Y así hasta los 25 años, cuándo me casé. ¡Era recto! Era otra época.

¿Cuántas entrevista­s hizo Del Arco?

Incontable­s. ¡Miles! Desde 1940, Vis a vis (Correo Catalán), Usted dirá (Diario de Barcelona), Mano a mano...

¡La mítica sección de La Vanguardia!

Hizo una entrevista diaria desde 1953 hasta 1971, año en que murió.

Me salen... más de seis mil entrevista­s.

Pero él solito, que vosotros sois tres.

Colosal, ¡y siempre brillante!

Mi padre cada mañana salía de casa en busca del personaje que publicaba al día siguiente.

¿Dónde iba a buscarlos?

A los hoteles Ritz y Avenida Palace. “Ese chico de ahí es cantante”, le decía su informador, y él entrevista­ba a un novato Julio Iglesias. ¡Siempre volvía con una entrevista!

¿Le acompañaba usted?

Recuerdo que con siete años fui con él y estreché la mano de Alexander Fleming, en 1947, en el Ritz. Y empecé a colecciona­r autógrafos, aquí tengo el álbum, mire: Ava Gardner, Errol Flynn, Walt Disney...

¿Su padre tenía nevera de personajes?

Iba al día, llegaba a casa con las preguntas y respuestas escritas a mano, en una cuartilla...

¿No grababa la entrevista?

No, sólo estilográf­ica y papel. Y en otra cuartilla había esbozado la caricatura. Al llegar a casa la pasaba, con plumilla, a tinta china.

¡Portentoso! Entrevista... ¡y caricatura!

Mire, aquí guardo algunos originales...

¡Maravilla! Pero no entiendo su letra...

Ni yo. Sólo la entendían él y mi madre: ella le tecleaba la entrevista a máquina. Y luego él la llevaba mecanograf­iada a La Vanguardia.

¿Qué comentaba su padre del trabajo?

No demasiado, aunque sí recuerdo sus malhumores matutinos ante el diario abierto.

¿Qué le pasaba?

Mi padre entrevista­ba con humor y espontanei­dad, y a veces... le cortaban algunas frases, y Galinsoga le amenazó con el despido.

Otra época, otra época.

“¡Lo peor es que ahora no se entiende, y yo parezco idiota!”, bramaba mi padre.

¡Y con razón! ¿Quién se le resistió?

Franco y Picasso. Eran sus dos espinitas.

¿Qué le hubiese preguntado a Franco?

No sé. Mi padre era demócrata y liberal, humanista y laico: desaprobab­a la dictadura.

¿Dónde le pilló la guerra?

En Valencia, en la mili, toda la guerra.

¿Valencia? Bando republican­o, pues.

Claro, y por eso al volver a Madrid nadie quiso readmitirl­e en trabajos que hacía antes de la guerra. Y se vino a Barcelona en 1940.

¿De dónde era él?

Era de Zaragoza, y en el Madrid de los años treinta publicaba caricatura­s. Vea ésta del 18 de julio de 1936, en Heraldo de Madrid...

¡Oh! ¡Federico García Lorca!

Al principio hacía sólo caricatura y un párrafo satírico. Él amaba la bohemia artística, los personajes singulares... ¡como él!: siempre con corbata blanca... Era muy amigo de Dalí.

¿Hasta qué punto?

Dalí se desnudó para él en el libro entrevista

Dalí al desnudo. Eso sí, la censura cubrió, con una tira, las partes pudendas de Dalí.

¿Qué otros entrevista­dos dejaron huella en su padre?

Vea esta cuartilla con su entrevista a Cela, al que le pregunta qué pondría en su epitafio...

Oh, pues veo que Cela escribió de su propia mano la respuesta: ésta es su letra.

¡Sí! “Aquí yacen los restos mortales de un hombre que no dio más de sí”, escribió Cela. Y mi padre añadió su preceptiva guinda final: “Solo falta la fecha, no hay prisa alguna”.

¿Siempre ponía una guinda final?

Siempre... salvo una vez: ¡con Fraga! Mi padre le leyó la entrevista, como siempre, y Fraga... se negó a cederle la última palabra.

¿Le leía al personaje esa frase final?

Mi padre lo anotaba todo sobre la marcha, y al final se lo leía al entrevista­do, y le hacía firmar el papel. Mire cuántos autógrafos... que no entiendo: serán famosos, supongo.

¿Manuel del Arco trabajó hasta el final?

Sí, sí. Ya enfermo de cáncer, venían los famosos a casa. Como Carmen Sevilla, ¡guapísima! Aquel día a mi padre se le pasaron todos los dolores, ja, ja... Murió con 64 años.

Cite alguna frase de su padre, Norah.

Siempre decía “Yo escribo para el ministro y el barrendero”, ¡y era verdad! Porque todos le leían. Y añadía: “Yo quiero que todo el mundo me entienda”. Y todos le entendían.

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ÀLEX GARCIA
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