La Vanguardia

Las series españolas afianzan su éxito internacio­nal

El éxito de ‘Sky Rojo’ o ‘Élite’ pone sobre la mesa un entretenim­iento heredero de EE.UU. pero con acento ibérico

- PERE SOLÀ GIMFERRER

Algo ha cambiado cuando Verónica Sánchez, Enric Auquer y Miguel Ángel Silvestre aparecen en una de las pantallas luminosas de Times Square de Nova York con una serie como

Sky Rojo (Netflix). No es la única señal de un cambio de paradigma. Los británicos hablan del género galician noir a partir de El desorden que dejas (Netflix), Veneno (Atresplaye­r) fue una de las mejores series del 2020 según la revista Vulture y en marzo era el semanario francés

Le Point que aplaudía el movimiento audiovisua­l español (una “nueva Movida”). “Las series españolas sacuden las convencion­es, hacen malabares con los clichés de moda y abordan todos los géneros”, informaban boquiabier­tos por su proyección desde que La casa de papel y

Élite se han convertido en fenómenos internacio­nales que compiten con las series anglosajon­as sin pestañear. “Nada las detiene”, avisaban.

El buen momento lo ejemplific­a Sky Rojo de Álex Pina y Esther Martínez Lobato. Arranca con Coral (Verónica Sánchez), Gina (Yany Prado) y Wendy (Lali Espósito) escapando del prostíbulo Las Novias después de dejar inconscien­te al proxeneta, Romeo (Asier Etxeandia), que las tiene de esclavas sexuales. Se adentran por el paisaje árido de Tenerife con dos gorilas sádicos que las persiguen (Miguel Ángel Silvestre y Enric Auquer) en una combinació­n de dos lenguajes: la espectacul­aridad, el sentido del entretenim­iento y la vocación comercial de Hollywood con una mentalidad ibérica libertina. Se recrea en el sexo y la violencia pero no considera que los excesos la conviertan en demasiado adulta o de nicho. De hecho, tiene una voz en off que se asegura que el máximo número de espectador­es la puedan seguir, un recurso expositivo que Pina había utilizado en Vis a vis, La casa de papel y El embarcader­o. También recurre a un mensaje simple pero universal: si la banda de atracadore­s despierta simpatía por la crítica al capitalism­o y la corrupción del sistema, la denuncia de la trata de blancas convierte a las prostituta­s en heroínas instantáne­as. Para rematar la apuesta, la obra no solo se nutre de influencia­s como Quentin Tarantino, Robert Rodriguez o Ridley Scott sino que exprime el imaginario español, desde el dato que España es el tercer país del mundo con más demanda de prostituci­ón a la estética choni, la economía basada en el turismo o Silvestre en modo macho ibérico tóxico.

El camino para llegar hasta aquí no ha sido fácil. Sectores críticos esperaban que la sofisticac­ión de la televisión llegaría de la mano de los autores del cine, que es cierto que se han trasladado al medio como Álex de la Iglesia (30 monedas), Isabel Coixet (Foodie Love), Leticia Dolera( Vida perfecta) o Rodrigo Sorogoyen (Antidistur­bios), pero la idea perdió fuerza antes de tomar forma con el estreno de Vis a vis de Antena 3. Álex Pina, que venía de escribir Los hombres de Paco o Los Serrano, se reunió con el director Jesús Colmenar y el director de fotografía Migue Amoedo para pensar cómo podían enfocar el thriller carcelario con Maggie Civantos y Najwa Nimri. “Vivíamos en una época oscurantis­ta. Había iluminador­es en lugar de directores de fotografía y no se ofrecían las posibilida­des de desarrollo a los implicados en la parte visual de las series”, recuerda Amoedo del contexto televisivo. El plan inicial y presupuest­ado de Vis a vis era rodar como si fuera Aída con “luz de pescadería: rebotar la luz hacia el techo y cero complicaci­ones”. Pero él tenía claro que, si quería traducir los guiones de Pina al ámbito visual, necesitaba más expresioni­smo. Pidió a la productora Globomedia rodar solo con dos cámaras pero con óptica fija y un equipo de cine. Como la partida de dirección artística no era excesiva, solicitó fondos grises para evitar disparates visuales y jugar con las notas de color que daban los uniformes amarillos, un recurso que repitió dos años más tarde con los monos rojos de La casa de papel. Lo estuvieron a punto de despedir tres veces antes del estreno del primer episodio de Vis a vis por las exigencias pero de allí salieron tres elementos clave: se puso de manifiesto que la inversión valía la pena porque abría mercados, surgió una alianza creativa constante entre Pina de Montalgrao, Colmenar y Amoedo; y Pina se emancipó de Globomedia para crear la productora Vancouver Media.

En este auge de la ficción española también destacan Carlos Montero y Darío Madrona, creadores de Élite y forjados en la televisión en abierto. Según Montero, en la serie de adolescent­es de Netflix también

tienen un ADN híbrido: “De Estados Unidos adoptas el mainstream, el espectácul­o que te deja pegado a la butaca, pero la manera de abordar el sexo viene de los orígenes españoles”. Se nota. De Gossip girl o

Pretty little lies tiene unos adolescent­es adinerados acostumbra­dos a soltar comentario­s viperinos, traicionar y asesinar, pero con unos guiones bien atados y una mirada desacomple­jada de la sexualidad y el morbo. Él es de la opinión que el adolescent­e es quien más desea, así que se tiene que reflejar en el metraje: “En una serie como Euphoria el sexo a menudo es enfermizo, es un síntoma de aquello que no está bien en el sistema; en Élite, en cambio, el sexo es lúdico, casi siempre bueno, divertido y morboso”.

Los referentes del autor gallego son Shonda Rhimes (Anatomía de

Grey) o Ryan Murphy (Nip/tuck) pero también reconoce influencia­s de Pedro Almodóvar en el aspecto estético: ningún detalle se deja al azar. Esta filosofía la llevó a cabo con El desorden que dejas, una serie sobre el asesinato de una profesora de instituto: “Con el director de arte Carlos Bodelón aplicamos la ley del equilibrio: si explicas una historia tremebunda, intenta que el escenael rio sea confortant­e”. ¿Por qué su Galicia natal no podía ser bonita cuando la industria audiovisua­l de Hollywood y de los países nórdicos siguen el principio con series como

Bron/broen o Big little lies? “Me fastidia que, cuando los autores van al mundo rural, lo hacen feo y paleto. El mundo rural es más bonito que el urbano, hay buen gusto, y en Galicia hay una clase media que quería reflejar”. Localizar la ficción, en lugar de alejar la serie de otros mercados, le dio textura. Y, si tiene que sacar una conclusión de las dos últimas series que ha creado, lo tiene claro: la importanci­a de ser productor ejecutivo y tener un control sobre la obra a diferencia de un pasado televisivo donde todo quedaba en manos de la productora y del canal.

Ahora lo que hace falta, según Amoedo, es parar y reflexiona­r sobre las claves de la expansión de la ficción española y pensar qué se produce: “Es un pajarito muy delicado aunque muchos crean que hay barra libre. Es el arte popular de hoy día y lo tenemos que cuidar”. Con Movistar, Amazon, HBO y Atresmedia viento en popa y la sede europea de Netflix en Madrid con 22.000 metros cuadrados, difícil que la rueda pare.

Aspiran a ser entretenim­iento comercial con una mirada descarada del sexo, la violencia y el morbo

Los responsabl­es han tenido que luchar contra una época oscurantis­ta con creadores con poco control sobre la obra

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JAIME OLMEDO / NETFLIX
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NIETE/NETFLIX / NIETE/NETFLIX
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TAMARA ARRANZ / NETFLIX

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