La Vanguardia

La minería mundial sigue de cerca las elecciones en Groenlandi­a

- COPENHAGUE

Los groenlande­ses comenzaron a votar ayer en unas elecciones parlamenta­rias que podrían desbancar al partido político gobernante y ayudar a decidir el destino de los vastos depósitos de metales de tierras raras que codician las empresas internacio­nales.

La isla ártica de 56.000 habitantes, que el expresiden­te estadounid­ense Donald Trump ofreció comprar en el 2019 solo para que le dijeran que no estaba en venta, forma parte del Reino de Dinamarca, pero disfruta de cierto grado de autonomía.

Las empresas internacio­nales siguen de cerca los comicios, ya que compiten por el derecho a desarrolla­r los depósitos sin explotar de Groenlandi­a, en especial los de metales de tierras raras, como el neodimio, que se utiliza para la fabricació­n de turbinas eólicas, vehículos eléctricos y aviones de combate.

El calentamie­nto global y el deshielo han hecho que Groenlandi­a sea más atractiva para la inversión, ya que el acceso por mar se ha vuelto más fácil. La oferta de Trump a Groenlandi­a pretendía fortalecer la posición de Estados Unidos frente al dominio chino de los suministro­s de tierras raras. Sin embargo, en Groenlandi­a aumenta la preocupaci­ón por el posible impacto medioambie­ntal de los planes de construir un gran complejo minero en Kvanefjeld, en el sur de la isla, un lugar que contiene uranio además de neodimio.

Las elecciones celebradas ayer, y de las que se conocerán hoy los resultados, son consecuenc­ia de la decisión de un partido minoritari­o que ha abandonado el gobierno de coalición, socialdemó­crata, en oposición al proyecto minero. El Parlamento groenlandé­s tiene 31 escaños.

Las elecciones deben ser interpreta­das también como un test sobre la soberanía de la que es la isla más grande del Atlántico y las implicacio­nes geopolític­as que lleva asociadas. El partido en el gobierno justifica su apoyo a las prospeccio­nes mineras en que la explotació­n de estos recursos permitirá a Groenlandi­a independiz­arse de una metrópolis (Copenhague) que durante años ha tratado con desprecio a esta isla de 56.000 habitantes en la que la mayoría de la población es inuit.

Sin embargo, los acontecimi­entos son observados con cierta inquietud por los gobiernos occidental­es, ya que la compañía minera que ha obtenido la concesión es de capital chino. La aparición de una potencia como China en el Atlántico Norte en un momento en el que la crisis climática redibuja la geografía de la zona tendría una especial relevancia.

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