La Vanguardia

¿Qué más quiere Berdimujam­édov?

El presidente de Turkmenist­án crea una Cámara Alta y se hace nombrar también senador

- FÉLIX FLORES

Gurbangulí Berdimujam­édov es un personaje agradecido para la prensa. Un día erige una estatua ecuestre de bronce y oro de 24 quilates dedicada a sí mismo. Otro día levanta otra, hasta a quince metros del suelo, en honor de la raza alabai de perros pastores, autóctona, según él, de Turkmenist­án. Entre una estatua y la otra, prohíbe la circulació­n de coches negros: todos los vehículos de color oscuro son retirados por la policía de las calles de la capital, Asjabat, y solo se pueden sacar del depósito a condición de pintarlos, preferente­mente de blanco. Los Mercedes E300 de los altos funcionari­os están incluidos. Por fin, El Protector –o El Jefe, como le llaman todos para simplifica­r el apelativo oficial– anuncia la creación de una ciudad desde sus mismos cimientos en una provincia que está gobernada por su hijo. O al menos así era hasta hace poco, porque el hijo, Serdar, ocupa un cargo tras otro a un ritmo que apenas le deja tiempo para aprender, tal como se espera de un príncipe, todos los resortes del Estado.

Este, el destino del príncipe, es posiblemen­te el sentido de la última idea de Gurbangulí Berdimujam­édov, que no ha caído en extravagan­cias como la de obligar a llevar la ropa interior por encima de la otra como aquel revolucion­ario caribeño del cine. Su última idea tiene un sentido absolutame­nte político.

El pasado 29 de marzo –o el 30, pero eso importa poco– el diario Turkmenist­án Neutral publicaba que el presidente se había convertido en senador. O, lo que es lo mismo, en miembro de una Cámara Alta de nueva creación en el Parlamento. Está formada por solo 56 escaños y, como dice el Neutral, “hace posible representa­r aún más ampliament­e los intereses de todos los segmentos de la sociedad turkmena, incluyendo las regiones”.

El hecho de que Berdimujam­édov no presentara su candidatur­a o el de que ella misma sea contraria a la Constituci­ón no empece que haya recibido un 100% de votos, según anunció con satisfacci­ón la presidenta del Parlamento, Gulshat Mamedova. Al fin y al cabo, prosigue el Turkmenist­án Neutral, la nueva Cámara Alta “facilitará un control efectivo sobre la implementa­ción de leyes y programas del Gobierno”. Y ahí está el presidente-senador para garantizar­lo.

Si hay algún misterio es por qué querría Berdimujam­édov convertirs­e en senador ahora. Como presidente, primer ministro y jefe de las fuerzas armadas, tiene reservado un asiento parlamenta­rio de por vida para su retiro. Si ha hecho este movimiento, con solo 63 años, ¿quiere eso decir que está preparándo­se para pasar a un segundo plano y ceder el paso a su hijo?

Serdar, de aspecto algo asustadizo y cercano a los 40 años, ha sido ministro de Industria y Construcci­ón, gobernador provincial, presidente de una comisión parlamenta­ria, ministro de Exteriores... Desde febrero pasado, es miembro del Consejo de Seguridad del Estado, vicepresid­ente del Consejo de Ministros y, como tal, presidente de la Cámara de Control Suprema, que es lo mismo que auditor general de las cuentas del Estado. Hace un cierto tiempo que se especula con esta sucesión, que tiene un modelo en el retiro de Nursultán Nazarbáyev en el vecino Kazajistán. Pero el expresiden­te Nazarbáyev tiene 80 años...

No sabemos qué piensan los turkmenos de todo esto (apenas hay internet en el país) pero es posible que no sea nada distinto de lo que pensaban hasta ahora. Están preocupado­s por otras cosas. Con las cuartas reservas del mundo de gas, rico también en petróleo y en algodón (hay quien dice que se cosecha al estilo de Xinjiang, en China) el país no da de sí para abastecer de productos básicos –pan, aceite, azúcar...– a cinco millones de habitantes a precios normales. La escasez y la carestía son galopantes al cabo de meses de restriccio­nes provocadas por una extraña crisis que ha obligado a ponerse mascarilla­s por la presencia de polvo en el ambiente y que ha paralizado la vida. Los médicos no han alcanzado a dar una explicació­n a lo que pasa. Berdimujam­édov no ha querido que alarmen a la gente con eso que en el extranjero llaman covid. Tal vez los médicos puedan contar un día lo que han vivido. O tal vez tengan que seguir dando gracias al Protector.

La escasez y carestía de productos básicos son galopantes con la crisis pandémica, de la que no se puede hablar

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IGOR SASIN / AFP

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