La Vanguardia

La Casa de la Libertad

- Enric Juliana

Uno de los últimos personajes que consiguier­on hacerse con el nombre de la libertad para titular un victorioso movimiento político fue Silvio Berlusconi, el magnate italiano de la televisión privada. El millonario de Milán saltó a la arena en 1993 después de meses de intensa exploració­n sociológic­a de una sociedad desorienta­da tras la fragmentac­ión del bloque de poder que había gestionado las tensiones de la guerra fría.

La Democracia Cristiana se había roto, con permiso del papa Juan Pablo II, y alguien tenía que ocupar su espacio ante la posibilida­d de que ganase la izquierda poscomunis­ta, inmediatam­ente después del derrumbe del muro de Berlín. La primera opción semántica de Berlusconi y sus publicista­s no fue la libertad, sino el grito de aliento a la selección nacional de fútbol: Forza Italia! Rompió moldes. Nadie se lo esperaba.

La izquierda captó el mensaje y al cabo de tres años ganaba una coalición titulada El Olivo. Raíces profundas y muchas ramas. El Olivo reunía al catolicism­o progresist­a y a los excomunist­as alejados de Moscú. Bajo el árbol milenario estaban los sindicatos y antiguos directivos del Banco de Italia. Los comunistas que no querían dejar de serlo, minoritari­os, también se acercaron. El Olivo dirigió el doloroso proceso de ingreso de Italia en el euro y ayudó a Estados Unidos, no sin tensiones, en la guerra contra Serbia. La figura principal del olivar era el profesor Romano Prodi, católico de Bolonia.

Ante la victoria del Olivo, nació la Casa de la Libertad. Esa otra gran coalición reunía al fotogénico casting de Forza Italia, todo el catolicism­o conservado­r, la Liga Norte y sus retóricas separatist­as, más la Alianza Nacional, heredera de los movimiento­s neofascist­as de los años setenta. Solo Berlusconi y su gran poder mediático podían reunir bajo un mismo techo a gente que decía defender la independen­cia de la llanura padana y a los nostálgico­s del estatalism­o unificador de Benito Mussolini. Tenían un adversario común: la izquierda. Y compartían la nostalgia del anticomuni­smo.

En realidad se habían creado dos grandes coalicione­s sociales. El Olivo representa­ba una alianza más o menos contradict­oria de grandes empresario­s y sindicatos, acostumbra­dos a pactar durante años. Gran empresa pro Europa, trabajador­es sindicados, profesiona­les liberales, directivos estatales y buena parte del voluntaria­do católico. Les unía, por encima de todo, el rechazo a la deriva oligárquic­a que representa­ba Berlusconi.

La Casa de la Libertad reunía a la Italia que ama el fai da te (ves por tu cuenta): medianos y pequeños empresario­s, comerciant­es, trabajador­es autónomos y pueblo desencanta­do con la política que había llegado a la siguiente conclusión: “Berlusconi no robará porque ya es muy rico”. Les bendecía la cúpula eclesial del pontificad­o

Ratzinger. La Casa de la Libertad era muy fuerte en el norte prealpino y en el sur profundo. Sicilia y Calabria eran suyas. El Olivo era casi imbatible en las regiones centrales, con una fuerte tradición cooperativ­a. La Casa de la Libertad y El Olivo (después, Partido Democrátic­o) se diputaron el poder durante casi veinte años, con victorias y derrotas casi consecutiv­as.

Cuando Berlusconi parecía haber ganado definitiva­mente, entró en declive. El escándalo de las orgías con jóvenes modelos en su mansión de Cerdeña le puso en ridículo. La puntilla vino con la crisis financiera del 2008. Se resistía a aplicar las medidas de austeridad que le exigía el Banco Central Europeo y amagó con una campaña antialeman­a en Italia. Se había hecho tan amigo de Vladímir Putin que perdió el favor de

Barack Obama. Un día se encontró con que ya no tenía mayoría en el Senado.

(El hombre que acabó con Berlusconi fue el anciano presidente de la República, Giorgio Napolitano, europeísta, amigo de Obama, el único dirigente comunista italiano que durante la guerra fría tuvo autorizada la entrada en Estados Unidos).

Será interesant­e ver qué coalición social puede levantar en toda España la Casa de la Libertad madrileña si logra ganar los comicios del 4 de mayo.

Será interesant­e ver qué coalición social puede surgir en toda España con el patrón de Madrid

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FLAVIO LO SCALZO / REUTERS Silvio Berlusconi, en su última campaña electoral
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