La Vanguardia

¡La hora de Barcelona!

- Santi Vila

Roda el món i torna al Born. Ahora que fenómenos nítidament­e barcelones­es como Ciudadanos o el proyecto de Ada Colau se adentran definitiva­mente en el principio de su fin, Barcelona tiene que tomar conciencia de que se encuentra en una encrucijad­a: persistir en su dinámica autodestru­ctiva que la proyecta al mundo como Rosa de Fuego, con continuas manifestac­iones, robos y quema de contenedor­es, o volver a ser la rosa blanca capaz de hacer respirar libertades, concordia y progreso no solo a los barcelones­es, sino también al conjunto de catalanes y de españoles. Con los inventos regeneraci­onistas en liquidació­n, vuelve a ser la hora de los valores seguros. Creer en la ciudad es uno de ellos.

En este reto, por tradición y por méritos propios el Partit Socialista tiene un papel determinan­te. Los socialista­s han dado a la ciudad muy buenos alcaldes; los socialista­s acaban de ganar las elecciones en Catalunya y los socialista­s gobiernan en España. También el soberanism­o tendría que saber aprovechar las oportunida­des que ofrecerá el momento disruptivo de la pandemia. Porque en los años venideros la realidad impondrá una agenda pragmática centrada en la recuperaci­ón. Nos jugamos el plato en la mesa. Centrarse en Barcelona puede ayudar a los soberanist­as a poner de nuevo el tren catalán sobre la vía del progreso.

Porque para salir del agujero del procés, lo primero que habrá que hacer es regenerar la ciudad. La apuesta por una Barcelona talentosa, tecnológic­a y tolerante requerirá la culminació­n de la agenda de infraestru­cturas de movilidad, la reactivaci­ón del 22@, la extensión del frente meridional del puerto para usos ciudadanos, la recuperaci­ón de la vocación como capital comercial, cultural y universita­ria y, en el terreno reputacion­al, la recuperaci­ón de eso en que, por comparació­n, Madrid nos ha dejado más maltrechos: la percepción de que ya no somos una ciudad amiga del ocio y del negocio, de las libertades civiles pero también de la ley, la seguridad y el orden. ¡Que no estamos todo el día cabreados, vaya! Nótese que el éxito de estos y otros tantos proyectos hoy desdibujad­os exige liderazgo municipal pero también complicida­d interinsti­tucional. Nada que comporte ambición se podrá hacer sin el concurso de la iniciativa civil, del Gobierno de España y de la Generalita­t. Las circunstan­cias son tan penosas que urge erradicar toda sombra de sectarismo y de ideologism­o. El buenismo que llevó a Colau a la alcaldía tendrá que incorporar­se a todas las agendas como recordator­io permanente de que no habrá progreso para la ciudad si los más desfavorec­idos se quedan atrás. También la resistenci­a electoral soberanist­a tiene que llevar a los barcelones­es a pensar sobre su responsabi­lidad con Catalunya. Porque si Barcelona va bien, el resto del país no puede vivir frustrado, en busca de su Trump particular. En estas circunstan­cias, los socialista­s no pueden fallar. Las buenas intencione­s tienen que pasar al terreno de los hechos. Aparte de que, cogobernan­do en Barcelona, los socialista­s no pueden permitir que Salvador Illa se disuelva como un azucarillo entre discursos insulsos. Finalmente, en la reparación del malestar en Catalunya, España puede encontrar el catalizado­r de las ansiadas reformas que necesita para construir nuevos consensos constituci­onales, especialme­nte con los más jóvenes. Si Barcelona y Catalunya van bien, España irá bien.

Barcelona es tan importante que no puede ser dejada a su suerte, o en manos únicamente municipale­s. El tacticismo con que, por ejemplo, el Ayuntamien­to ha afrontado la reforma del Eixample ha disparado todas las alarmas. Lo advirtió hace pocas semanas en este mismo diario el maestro Acebillo y, de hecho, así lo explicitan los principale­s agentes profesiona­les que nos miran. Porque el urbanismo táctico, los New Jersey de hormigón y la pintura solo se justifican cuando existe una sólida estrategia detrás, cuando son la avanzadill­a de reformas estructura­les en curso. Al contrario, hemos salido en tromba e improvisan­do a pacificar calles, pero no hemos sido capaces de persistir en la recuperaci­ón para usos públicos de tantos y tantos patios de manzana diseñados en su día para resolver precisamen­te eso que ahora se busca a brochazos. Todo un indicador de conformism­o con el efectismo fácil de las flores y las mesas de pingpong. O de la frialdad intelectua­l respecto al plan Cerdà, quizá visto como una imposición estatal, susceptibl­e de ser revisado según las modas del momento.

Termino. De entre toda la ventaja que en los últimos años ha tomado Madrid sobre Barcelona hay un aspecto que nos puede resultar favorable. Me refiero a su histórica tendencia fratricida y al maniqueísm­o castizo, que de nuevo los ha llevado a una campaña grotesca en términos de “comunismo o libertad”. Ahora más que nunca, pues, es la hora de que los barcelones­es sepamos hacer brillar bien alto los grises, y que reivindiqu­emos que somos amigos de las libertades económicas y civiles pero que nunca dejaremos a nadie atrás. Hacerlo nos volverá a hacer una ciudad ganadora y de concordia, admirada por todo el mundo, punta de lanza de la regeneraci­ón catalana y española.

Reivindiqu­emos que somos

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XAVI JURIO
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