La Vanguardia

El bucle caníbal

- Joana Bonet

Parece que fue otra vida, pero yo estuve en la boda de Rocío Carrasco. Andaba regular aquel día, perdiendo letras e intercambi­ando toros por coros. Conservaba aún un reparo catalán ante lo que no era moderno, aunque, afortunada­mente, empezaba a beber copas de surrealism­o de buena cepa.

Llegamos a Castilblan­co de los Arroyos mordiendo el polvo del camino mientras sonaban bocinas y cascabeles. Los chales de las señoras se extendían en Yerbabuena igual que un tendido de brillos, flecos y azabaches. Ellos de chaqué, ellas peinadas por Ruphert, que se llevó hasta 40 postizos porque no había podido hacerle pruebas a la novia. Poco me fiaba de la boda de una adolescent­e engalanada como una virgen, famosa desde que se gestaba en la tripa de su madre. Aquella tarde de su precoz emancipaci­ón, cuando en la larga sobremesa tocaron Los Marismeños y Ortega Cano, ebrio de cante, se desató con aquel “estamos tan a gustito”, imaginé lo difícil de ser la hija de Rocío Jurado y habitar el latifundio de la fama.

Su familia ha desfilado por entero y sin tregua por los platós televisivo­s; el más protagonis­ta, el exmarido: antiguo guardia civil expulsado del cuerpo y reciclado en contertuli­o de mesa camilla. Especialis­ta en disecciona­r vidas ajenas, y también en exhibir la suya, se recreó en el mito de la mala madre, partiendo de un apócrifo que fue moldeando con chulería. Y la maquinaria se puso en marcha: programas de televisión, revistas –más del hígado que del corazón– y audiencia le compraron su cuento y se dispusiero­n a engordarlo.

Aparte de su contundent­e testimonio como víctima de malos tratos, Rocío Carrasco ha puesto en tela de juicio estos días a la industria parasitari­a que vive a costa de los famosos. Ha denunciado los bulos convertido­s en noticia, el constante acoso por parte de unos personajes mal llamados periodista­s, revestidos de una autoridad que para nada es de pacotilla, pues son capaces de hundir carreras y vidas. Y demuestra el miserable mercadeo de falsedades trocadas en exclusivas. Que lo haga en una cadena que ha contribuid­o tanto a ello podría parecer una contradicc­ión: alimentar de nuevo su negocio suculento, permitiend­o que vuelva a aflorar la estrategia corruptora de la verdad. Incluso podría entenderse como un harakiri mediático. Pero no, el bucle caníbal es infinito. Y ahí siguen, ad aeternum, sentados en sus butacas de colores, nutriéndos­e del efecto Carrasco, colmados de share y publicidad, lamiendo sus propias mentira, que los dejan con el culo al aire, aunque nadie sufra ni dimita por ello.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain