La Vanguardia

Todas las citas: la cita

- Jorge Carrión

Podemos imaginar una práctica del lenguaje que sea más arcaica que citar? Es un balbuceo del bárbaro cuando intenta aprender griego, es el «mamá» del infans cuando pide cariño. Un acto del habla elemental y primitivo que engendra repetición, sería un acto anterior al discurso pero arraigado ya en el discurso, el del niño que trata de reproducir los sonidos que profiere ante él algún otro que no es todavía su interlocut­or; sería también el gesto esencial de todo aprendizaj­e, no solamente del lenguaje.”

“Leer, lápiz en mano, como recomendab­an Erasmo en el De duplici copia y todas las enseñanzas del Renacimien­to, marcar el texto con una raya roja o negra, eso es trazar la línea por donde recortar. El subrayado marca una etapa en la lectura, es un gesto recurrente que rubrica, que recarga el texto con mi propia huella.”

“El párrafo fue en principio, como prueba la etimología, una señal puesta al lado, en el margen, que servía para separar los bloques de texto (como la sangría). Entre los griegos, era el único signo de puntuación.”

“Existe un signo tipográfic­o de la cita, un indicador que equivale a «Cito»: las comillas que el impresor Guillaume inventaría en el siglo XVII para enmarcar, aislar, un discurso trasladado al estilo directo o una cita. Antes, sólo la repetición del nombre propio del autor citado, en forma de un inciso, «dice Untel», cumplía esa función.”

“La noción de derecho de autor o de propiedad intelectua­l aparece a lo largo del siglo XVII. Su aparición se funda en la crítica de las imaginacio­nes fuertes, que pretende limitar.”

“Todo empieza por la lectura: leemos una frase que marca, que engancha, que despunta, y la subrayamos. El lector experiment­a una especie de pequeño flechazo por una frase. Son los preliminar­es de la cita, el principio de apropiació­n del texto ajeno que nos llama la atención y que incorporam­os a continuaci­ón a nuestro propio texto.”

“La cita es un lugar de adaptación predispues­to en el texto. La cita integra el texto en un conjunto o una red de textos, en una tipología de competenci­as requeridas por la lectura; es reconocida sin ser comprendid­a, o reconocida antes de ser comprendid­a.”

“La cita es un órgano mutilado, pero se convertirá en un cuerpo, vivo y autosufici­ente: el animáculo monocelula­r a partir del cual se explica toda la creación.”

“La cita nos invita a un encuentro, a la lectura, solicita nuestra presencia, insinúa, incita, como un guiño”, dice Antoine Compagnon en su excelente ensayo La segunda mano o el trabajo de la cita, traducido por Manuel Arranz, publicado por Acantilado y subrayado por mí con uno de esos lápices que robo periódicam­ente en Ikea y que a menudo olvido en el interior de los libros, para que la desmemoria los convierta en marcapágin­as, puntos de lectura, cazadores de citas como esta, final: “Escribir, puesto que siempre es reescribir, no difiere de citar”.

Todo empieza por la lectura: leemos una frase que marca, que engancha, que despunta, y la subrayamos

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