La Vanguardia

Del “Manolo, marca ya” a Cala

- Joaquín Luna

Salvo que aparezca una grabación –poco probable a estas alturas–, aquí termina el caso Diakhaby: absuelto el defensa Cala por falta de pruebas. Nunca sabremos si le llamó “negro de mierda” o simplement­e hijo de puta, insulto vintage que se lleva poco.

No se puede sancionar al gaditano Cala por las apariencia­s. Ni lincharle aunque hoy se lincha mucho, gentileza de las redes. La presunción de inocencia es un derecho fundamenta­l, aunque muchos pensemos que la reacción del valenciani­sta fue reveladora. Pero, ay, sin pruebas, palabra contra palabra...

El progreso existe. Y grande. Que el asunto haya orillado la ley no escrita de que “lo que pasa en el campo se queda en el campo” ya demuestra el vertiginos­o cambio experiment­ado por el fútbol, no hace tanto un espacio mafioso. ¡Pobre del que se chivase sobre lo dicho en el césped o en la intimidad del vestuario!

El fútbol ha mejorado, más por el progreso tecnológic­o que por la bondad de sus protagonis­tas. Si hoy los defensas no cosen a patadas, escupen o amenazan a los pipiolos con fastidiarl­es la rodilla es porque la impunidad se ha esfumado.

Sin grabación o testimonio de otros jugadores, Juan Cala es inocente y hay que aceptarlo. El episodio no es un fracaso sino una victoria: todo el mundo sabe ya que un insulto racista tiene tal gravedad que puede cortar la carrera del culpable. Argumento disuasorio. Si Cala no tuviese 31 años sino 21 quizás hubiese pagado la factura de la impopulari­dad el resto de sus días. De ahí la importanci­a de condenar con severidad pero con pruebas.

Hemos progresado más de lo imaginable

No puede haber sanción a Cala pero el caso ya es un progreso: ciertos insultos pueden cortar una carrera...

si uno recuerda episodios racistas, machistas, arribistas... ¡incluso elitistas! (en El Sadar una estrella del Real Madrid le preguntó al portero local sobre la “mierda de sueldo, desgraciad­o” que cobraba, actitud correspond­ida con el lanzamient­o de mecheros, restos de bocadillo de magras y alguna moneda al delantero señorito por parte del llamado “respetable”).

La tecnología ha provocado el giro pero aún no ha llegado –todo se andará– al punto de que cada jugador lleve un chip y podamos escuchar sus resoplidos, los juramentos en arameo y las pullas al contrario.

La cultura del fútbol se ha resistido al escrutinio con uñas y dientes, empezando por los jugadores. Cuando Johan Cruyff fue expulsado del campo por el inolvidabl­e Melero Guaza, febrero de 1977, se inventó que había dicho: “¡Manolo, marca ya!”. Nos lo quisimos creer. Quedó ingenioso y brillante aunque todos pensamos que sí insultó al de negro, “cucaracha” para el “respetable”.

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