¿Y si pudiésemos bajar el volumen de nuestros genes?
La información está en los genes. Y esta información es la que marca cómo se comporta nuestro cuerpo y qué reacciones se llevarán a cabo en él. En algunas enfermedades estos genes están dañados. ¿Y si pudiéramos interceptar la información de estos genes dañados y destruirla? ¿Y si pudiéramos cambiar el mensaje por otro que fuese beneficioso para nosotros? Creerás que es ciencia ficción, pero no es así, es en lo que están trabajando actualmente empresas como Alnylam Pharmaceuticals, en la inhibición selectiva de los genes defectuosos para interrumpir los efectos que estos producen.
Pensarás en enfermedades hereditarias, y estarás en lo cierto. Quizás también pienses en enfermedades producidas por mutaciones genéticas, y acertarías. Todas ellas son enfermedades raras y de difícil tratamiento, pero esta nueva técnica que se ha desarrollado también puede servir para enfermedades tan comunes como, por ejemplo, la hipercolesterolemia ya que, como decíamos, los genes ordenan todos los procesos que se desarrollan en nuestro organismo.
¿CÓMO FUNCIONA?
Primero sentemos las bases. En el núcleo de la célula, el ADN hace una copia de un segmento del genoma en forma de ARN. De ahí, viaja por el citoplasma de la célula en forma de ARN mensajero (ARNM) hasta llegar al ribosoma, que lee el mensaje y construye las proteínas necesarias para llevar a cabo la misión que se le ha encomendado desde el núcleo. Si la proteína creada es justamente la que queremos evitar, tenemos dos opciones: la primera es lidiar con los efectos que ha producido esta proteína a través de fármacos tradicionales; la segunda es conseguir que esa reacción no se produzca interceptando el ARNM. ¿Cómo lo conseguimos? A través del ARN de interferencia (ARNI), una plantilla complementaria al fragmento del ARNM en cuestión que se une a ella y lo destruye en su viaje por el citoplasma, evitando que llegue al ribosoma y que se desencadene todo el proceso de síntesis de la proteína. Tan simple y complicado como esto.
Así pues, el descubrimiento del ARNI es un paso adelante en la comprensión de cómo los genes están regulados en las células. También representa un enfoque completamente nuevo para el descubrimiento y el desarrollo de fármacos.
A PARTIR DE UN EXPERIMENTO FALLIDO
Siempre se dice que de los errores se aprende y, además, la historia de la evolución humana, y de la evolución en general, está llena de estos errores. Especialmente en nuestras células que nos han llevado de organismos unicelulares a lo que los seres vivos somos ahora.
Pero no vayamos tan atrás, ubiquémonos en 1998. En un laboratorio de genética que querían que las flores de las petunias fuesen más púrpuras, localizan el gen que da lugar al pigmento, lo multiplican y listos, ¿verdad? Pues no fue así, lo que ocurrió fue justamente lo contrario: las flores se volvieron blancas. Probaron con otras plantas, también con otro tipo de organismos, y en todos ellos tuvieron resultados similares. Se identificó que el efecto estaba provocado por la inhibición del gen que se intentaba potenciar y que el ARNM, si no era el responsable completo, tenía un papel muy importante. Pero no llegaron más allá. Faltaba que Andrew Z. Fire (Universidad de Stanford) y Craig C. Mello (Universidad de Massachusetts) pusieran su huella en el asunto.
PASANDO POR UN PREMIO NOBEL
Fire y Mello no trabajaban con plantas, estaban estudiando un sistema eficiente para silenciar genes del nematodo C. elegans (una especie de gusano muy utilizada en laboratorios de genética debido a su rápido ciclo de vida). Para ello se fijaron en los experimentos de las petunias y decidieron aplicarlos en su investigación. Después de muchas pruebas y de muchos ensayos y, como no, errores, consiguieron silenciar casi completamente la expresión del gen diana.
Con este estudio, demostraron que es posible silenciar un gen mediante la introducción en la célula de la misma secuencia de ARNM, es decir, que sentaron las bases de lo que hoy conocemos como ARNI.
El descubrimiento los llevó, en 2006, a ganar el Premio Nobel en Medicina y Fisiología. Un galardón que les llegó muy pronto en comparación con anteriores ganadores, pero la razón es que su estudio dio, y está dando, lugar al desarrollo de herramientas genéticas con capacidad para silenciar el gen que se desee.
PARA LLEGAR AL FUTURO
Y llegamos a día de hoy. Quince años después de ese Nobel y 21 de haber silenciado por primera vez y de manera voluntaria un gen. Actualmente, el descubrimiento del ARNI ha sido anunciado como un gran avance científico del tipo que ocurre solo una vez cada década, y representa una de las fronteras más prometedoras y de rápido avance en biología y descubrimiento de fármacos en la actualidad. Y es que tiene el potencial de cambiar el panorama de la medicina tal como la conocemos, y es ampliamente considerado como el sector de más rápido avance en biología y desarrollo de fármacos en la actualidad. Porqué, volvamos al principio. ¿Y si pudiésemos desconectar los genes? Pues ahora sabemos que podemos y las investigaciones apuntan que el paso del laboratorio a los hospitales está cerca, solo falta investigación y, en consecuencia, fondos para llevarla a cabo.
Y son empresas como Alnylam Pharmaceutical, fundada en 2002 por Phil Sharp y el Nobel Craig Mello, que apuestan por esta biomedicina del futuro. Una medicina revolucionaria que apagará los genes y permitirá la expansión de los horizontes de la cura de enfermedades producidas por los genes.