La Vanguardia

Cuevillas y la purga

- Jaume Barberà

Jaume Alonso-cuevillas, ilustre abogado, el que fue el decano más joven del Col·legi d’advocats de Barcelona, catedrátic­o de Derecho Procesal, letrado y hombre de confianza (sic) de Puigdemont, secretario segundo de la Mesa del Parlament, tuvo, por lo que se ve, durante los días de Semana Santa, una especie de introspecc­ión mariana, cuyo resultado dejó que se publicara en formato entrevista el mismísimo Viernes Santo, el día de la crucifixió­n de Nuestro Señor Jesucristo.

A Cuevillas, la divinidad le debió mostrar la diferencia entre realidad y realismo mágico, entre poesía y prosa, entre retórica y nihilismo, entre inmolación y pasión, entre estrategia y tontería. En definitiva, entre política y/o nacional populismo. Y el ilustre abogado no pudo guardarse para sí tanto conocimien­to y exclamó lo que los herejes y traidores republican­os llevan años, a ojos de los puros entre los puros, pregonando: “¿Qué es más eficaz para desgastar al Estado? ¿Denunciarl­o o dejar que nos inhabilite­n sin pena ni gloria por una tontería?” Y la tierra tembló.

No se sabe qué dolió más en Waterloo, si la impugnació­n vehemente de eso que los poetas interclasi­stas de Junts llaman “confrontac­ión inteligent­e” o el solo hecho de que alguien de los suyos se atreviera a pensar por sí mismo. Lo cierto y real, lo verdaderam­ente real, es que se dio la orden de purgar, al más puro estilo estalinist­a,

Lo normal sería que el diputado dejara el escaño al comprobar que no pudo ser presidente del Parlament

al revisionis­ta Jaume Alonso-cuevillas.

Y es que el partido de Puigdemont no está para bromas. Perdieron las elecciones, es decir, no la independen­cia, que saben e intuyen muy lejana pero que disimulan, sino la presidenci­a de la Generalita­t, lo verdaderam­ente importante. Waterloo ya había hecho planes: en la Generalita­t, otro vicario, y la política, la alta política, se decidiría en una entidad privada llamada Consell per la República presidido por alguien que está por encima de los partidos: Carles Puigdemont que, a la vez, como se sabe, preside un partido, pero lo hace, evidenteme­nte, de forma no partidista, sino unitaria. Hasta un documento tienen que contempla la creación de una “autoridad nacional catalana” que estaría por encima de la Generalita­t y radicada, of course, en el extranjero, que no se confunda con off shore, por favor.

¿Cómo, entonces, con estos planes tan basados en la realidad política y sociológic­a de Catalunya y la correlació­n de fuerzas correspond­iente, se podía Waterloo permitir el lujo de no castigar a herejes, cobardes y/o traidores?

Hoy, en las filas de Junts, impera el silencio o la mudez. Saben que la radicalida­d y progresía (sic) de los que abjuraron de su pasado no admite discrepanc­ias.

No sé lo qué hará Cuevillas, lo más normal sería que abandonara el escaño al haber comprobado que no pudo ser presidente del Parlament. ¿Se convertirá en el legionario que tan bien describe en defensa del sentido común o medrará en un grupo con el que no comparte estrategia? ¿Será otro Cantó?

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