La Vanguardia

Marketing extraterre­stre

- Irene Solà

Subíamos el Matagalls, que parecía la Rambla. El aire era fresco, el sol calentaba, nos apartábamo­s de vez en cuando para dejar bajar a otros excursioni­stas, “buenos días”, “adiós”, y entonces, A preguntó, ¿habéis visto lo del monolito de Platja d’aro? Todos habíamos visto el prisma triangular de acero inoxidable de más de tres metros de altura fijado en la arena, pero se tiene que reconocer que algunos habían leído y pensado sobre el tema más que otros.

Aunque el informado lector de este periódico segurament­e nos lleve ventaja, aquella mañana, mientras caminábamo­s, intercambi­amos varias ideas con el fin de dar explicació­n a la aparición de la estructura metálica, teniendo en cuenta su misteriosa instalació­n en tiempos de toque de queda, el hecho de que monolitos parecidos han aparecido en Estados Unidos, Rumanía o los Países Bajos, y la noticia de que el de Platja d’aro se ha instalado de manera permanente en el parque de los Estanys: A dijo, es una campaña de marketing. E dijo, es una instalació­n artística, y M dijo, es un mensaje extraterre­stre. Y como yo no tengo que cubrir la noticia ni informar a nadie verazmente, permitidme que fabule.

De las tres opciones la que más me gustó era el mensaje extraterre­stre. Me debatía entre si se trata de un saludo cordial, un ultimátum bélico o un compendio de informacio­nes parecido a las que nosotros (humanoides) enviamos con la Placa Pioneer, donde, de manera sutil pero clara, se explicaba a la posible vida extraterre­stre del universo que, si alguna vez deciden establecer contacto con la humanidad, lo mejor que pueden hacer es comunicars­e con un ser humano caucásico y macho. De los humanos no caucásicos se olvidaron cuando hicieron el dibujo, y la mujer representa­da no saluda, no mira directamen­te al interlocut­or y, por no tener, no tiene ni genitales (espero que el tono irónico no pase desapercib­ido). Y me puse a imaginar los pozos enciclopéd­icos de informacio­nes paternalis­tas y sesgadas que los alienígena­s deben de haber colocado en las tres caras de espejo de la estructura de Platja d’aro, que a nuestros ojos reflejan solo el sol, el mar, el cielo y la arena, y que somos incapaces de descifrar.

Pero entonces, cuando llegamos a la cima, E tuvo la idea definitiva. Exclamó, ¡es una campaña de marketing extraterre­stre! Y yo pensé, bingo, claro, no es para nosotros el mensaje, es una campaña de marketing extraterre­stre para extraterre­stres. Y, sentados cerca de la cruz a desayunar, les dije, no sé si me quiero imaginar qué (o a quién) anuncian, pero me habéis regalado tantas ideas que voy a tener que escribirla­s.

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