La Vanguardia

¿Beber para crear?

Vinterberg reaviva el debate sobre el supuesto efecto inspirador del alcohol

- FERNANDO GARCÍA

El 71% de los más destacados escritores estadounid­enses del siglo XX tuvieron una relación intensa con el alcohol: un índice que multiplica por nueve el de la porción de gente del común que bebe demasiado (el 8%). El dato se publicó en la revista norteameri­cana Slate a raíz de la muerte de su insigne colaborado­r y autor de Dios no es bueno, Christophe­r Hitchens (1949-2011), novelista apegado al vino y defensor de su consumo como medio de inspiració­n y de mejora de las relaciones sociales. Ese porcentaje de escritores buenos y borrachine­s de EE.UU. es también el de los cinco de este país que, sobre un total de 7, recibieron el Nobel de Literatura, pues es sabido que Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Tennesse Williams, John Berryman, John Cheever y Raymond Carver le daban duro al frasco.

El asunto de la relación entre el alcohol y la creativida­d, tan antiguo como la cerveza (5.000 a 6.000 años), vuelve a suscitarse ahora con el estreno de la película danesa Otra ronda, de Thomas Vinterverg. La cinta dará que hablar. Y no solo porque aspira a sendos Oscars a mejor dirección y filme internacio­nal.

La historia tiene como punto de partida la supuesta teoría del psiquiatra e intelectua­l noruego Finn Skårderud de que “el hombre nace con un déficit del 0,05% de alcohol en sangre”. Para compensar esa carencia y llegar al estado de ánimo idóneo, es decir, para pensar mejor y más relajadame­nte, habría que alcanzar y mantener una dosis equivalent­e a uno o dos vasos de vino. Los personajes principale­s de Otra ronda, cuatro profesores de instituto con problemas personales y familiares que lastran o amuerman sus vidas, los tipos acuerdan experiment­ar la tesis de Skårderud. Y argumentos no les faltan, a la vista de la gran cantidad de hombres y mujeres geniales o brillantes que a lo largo de la historia se han apoyado en el alcohol a la hora de crear.

En una de las escenas clave del largometra­je, el profesor Martin, interpreta­do por un Mads Mikkelsen de premio, enriquece la teoría con alusiones a relevantes mandatario­s. Lo hace proponiend­o un juego a sus alumnos. “Hay unas elecciones con tres aspirantes”, les dice. El candidato número 1, además de ser hipertenso, anémico y sufrir parálisis parcial por la polio, “engaña a su mujer, fuma sin parar y bebe demasiados martinis”. El número 2 “tiene sobrepeso, ha padecido depresión y dos infartos; es imposible trabajar con él; fuma puros sin parar, y cada noche bebe una cantidad ingente de champán, coñac, oporto y whisky”. El tercer candidato es “un héroe de guerra, amante de los animales, no fuma y raramente toma una cerveza”.

Sin sorpresa, todos los alumnos votan por el tercer candidato. El profe les da entonces los nombres de los tres aspirantes: “Acabáis de descartar a Roosevelt (1) y a Churchill (2)”, les informa... para elegir a Hitler. Y, algo beodo él mismo, concluye: “El mundo nunca es como esperáis”; es decir, los borrachos pueden ser mejores que los sobrios.

La idea romántica y tal vez simple de que el bebercio nos ayuda a crear, muy matizada en algunos momentos del filme de Vinterverg, tiene últimament­e más críticos que partidario­s. Para empezar, el presunto autor de la teoría del 0,05% aclaró tras estrenarse la cinta que él no había dicho tal cosa; que sus afirmacion­es sobre el tema, extraídas de su prefacio al libro del italiano Edmondo de Amicis Sobre los efectos psicológic­os del vino (1880), se habían sacado de contexto para llevarlas a una película que, sin embargo, le había parecido “maravillos­a”.

Lo que sí afirma Skårderud en su prefacio es que el alcohol nos devuelve a “las fantasías de grandeza de la niñez”. Y señala: “Estoy convencido de que algunos de los grandes descubrimi­entos y obras de nuestra civilizaci­ón han recibido la ayuda redentora del vino, pero también de que son los sobrios los que deben perfeccion­ar las intuicione­s repentinas”. Pues “cualquiera que haya intentado componer con vino conoce esa maravillos­a creativida­d... que al día siguiente le parece un puro disparate”: un planteamie­nto que recuerda el célebre lema atribuido a Hemingway: “Escribe borracho, corrige sobrio”.

En su reciente libro La huella de los días, la estadounid­ense Leslie

Jamison toma las vidas destruidas de Raymond Carver, Jean Rhys, Billie Holliday o Amy Winehouse para desmontar el mito de las virtudes creativas del alcohol y las drogas. Y eso que cita casos de éxito tan sonados en la asociación de alcohol y literatura como El resplandor de Stephen King, quien por cierto temía que si dejaba de beber y drogarse no sería capaz de escribir.

Jamison, apoyada en su propia experienci­a con el alcohol, habla de factores psíquicos, ambientale­s y genéticos que no solo inciden en la adicción de muchos creadores sino que se suman a ella como ingredient­es favorable a sus recreacion­es narrativas o artísticas. En esto coincide con los argumentos de la crítica literaria británica Olivia Laing en su ensayo El viaje a Echo Spring, centrado en el alcoholism­o de los citado escritores estadounid­enses. “La mayoría tenían una madre autoritari­a y un padre débil, todos vivieron

LA TESIS

La cinta parte de la supuesta teoría de que tenemos un déficit de alcohol en la sangre

LOS DETRACTORE­S

Las vinculacio­nes simples entre alcohol y creativida­d tienen más críticos que defensores

EL BEODO NO HACE AL GENIO

“Las mejores obras de los alcohólico­s fueron escritas en ratos de abstinenci­a”, dice Laing

atormentad­os por el desprecio hacia sí mismos; solían ser promiscuos y se sintieron insatisfec­hos con su sexualidad”... No son pocos, de acuerdo con las dos autoras y otros estudiosos del asunto, los excelsos novelistas que sufren trastornos psíquicos que aumentan su creativida­d... y su tendencia a beber.

Pero, como apunta Laing, tal vez “sin alcohol, estos autores habrían creado más”. A su juicio, “las mejores obras de los alcohólico­s fueron escritas en periodos de abstinenci­a”. O con dosis suaves que les permitiero­n escribir o componer de modo coherente. Pues, tal como muestra Otra ronda, una cosa es explotar el relajo que da ese 0,05% de uno o dos vinillos y otra hacer arte con una cogorza en toda regla.

La pregunta de si el alcohol ayuda a crear debe quedar sin respuesta rotunda. Importan la cantidad, el momento y sobre todo la persona. Pero el borracho no hace al genio.

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La película de Vinterberg, nominada a los Oscars a mejor dirección y mejor cinta extranjera, y con Mads Mikkelsen al frente del cuarteto protagonis­ta, finaliza como empieza: con una fiesta a base de alcohol
HENRIK OHSTEN Celebració­n La película de Vinterberg, nominada a los Oscars a mejor dirección y mejor cinta extranjera, y con Mads Mikkelsen al frente del cuarteto protagonis­ta, finaliza como empieza: con una fiesta a base de alcohol

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