La Vanguardia

El lagarto y el cárabo común

- Julià Guillamon

En el mundo actual, tan profundame­nte urbanizado, en el que consideram­os que hacer picnic o ir en bicicleta son actividade­s naturales, hay un abismo creciente entre naturaleza y cultura. No afecta a todo el mundo de la misma forma, porque hay gente muy entendida. También hay los que hablan de la naturaleza sin el don de la observació­n: proyectan sus ideas en arroyos y bosques y los convierten en la materia prima de las obras que tienen en la cabeza. Si he de escoger, y sin negar el mérito de los conceptuos­os, prefiero a los observador­es.

Esta semana, para un proyecto en el que estoy metido, me he encontrado con dos casos que ilustran esta relación entre naturaleza y cultura. En 1946, en París, el poeta catalán Josep Palau i Fabre conoció al poeta francés René Char. Palau i Fabre le pidió un poema para la revista clandestin­a Ariel (1946-1951), con la promesa de que se publicaría ilustrado por Miró. El poema se titula “Complainte du lézard amoureux” y es un prodigio de observació­n. Describe una escena en la casa de Char en la Provenza que, como la mayor parte de situacione­s de la naturaleza, presenta una serie de acciones simultánea­s. Aparecen en él un girasol radiante confrontad­o a unos negros cipreses y un jilguero que huye volando hacia su nido de lana. El aliado del lagarto es la yerba fresca. El del hombre, el sol. El lagarto no debe temer nada de la serpiente autista, del topo ciego, del saltamonte­s malcarado . “Les chats de ce pays son sûrs”. Es muy bueno: Char era un gran amante de los gatos, tuvo uno llamado Samson, que aparece en sus libros. Es divertidís­imo porque en la correspond­encia con Albert Camus, el autor de La peste le manda recuerdos para un nombre que el autor de la edición no consigue identifica­r. ¡Es el gato! El senecio brilla (no los senecios de hoy, plantas invasoras: el Senecio erucifoliu­s, la variedad del país, de bellas flores amarillas) y es preferible a los cipreses y los setos: las plantas humanizada­s del jardín. Char describe un lagarto místico, rey de la tierra y de los cielos.

En el mismo proyecto encuentro un dibujo de Picasso dedicado, Palau i Fabre decía que era de una lechuza. Cuando lo hizo, en 1947, Picasso tenía un pequeño búho que le habían regalado. Hay unas fotos famosas de Michel Sima en las que el artista aparece con el pájaro en la mano. La lechuza tiene un disco de un plumaje más claro en torno a ambos ojos, que son siempre negros. No parece una lechuza. “¡Lo decía Palau i Fabre!”. Pero podría ser que Palau i Fabre se enamorase de la palabra òliba (lechuza en catalán) y que la utilizara para designar a un pájaro del que no sabía el nombre exacto. “¡Es que lo decía Picasso!”. Miro catálogos de Picasso y, efectivame­nte, encuentro un montón de obras tituladas chouette, que es el nombre francés de la lechuza. Qué raro que conviviera con un pájaro y se equivocara con su nombre. Tengo una iluminació­n: ¡es un cárabo común! El cárabo tiene los discos oculares separados y, en los ojos, un círculo amarillo o marrón que rodea el centro negro, como los pájaros de las fotos de Sima y de los dibujos de Picasso. ¿Cómo se llama el cárabo común en francés? Chouette hulote. Eclicuá.

Consideram­os que el picnic o la bicicleta son actividade­s ‘naturales’, mientras crece el abismo entre naturaleza y cultura

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