La Vanguardia

¿Qué famosos personajes inspiraron el rostro de ‘E.T., el extraterre­stre’?

- ASTRID MESEGUER

El 11 de junio de 1982 se estrenaba en Estados Unidos –a España llegaría el 6 de diciembre del mismo año– la película con la que Steven Spielberg logró coronarse como el rey Midas indiscutib­le de Hollywood. E.T., el extraterre­stre contaba una bonita historia de amistad entre un aterroriza­do extraterre­stre abandonado en la Tierra y Elliott, un solitario niño encarnado por Henry Thomas que lo esconde en su casa para evitar que los científico­s y la policía den con él.

Con guion de Melissa Mathison y bajo la asombrosa batuta musical de John Williams, el director se basó en el amigo imaginario que creó de pequeño durante el proceso de divorcio de sus padres para componer un clásico eterno que llevó en masa a las familias a hacer colas interminab­les en las salas de cine y que cosechó un éxito de taquilla mundial que barrió las ya de por sí desorbitad­as cifras de La guerra de las galaxias (1977) de su amigo George Lucas.

Con un presupuest­o de 10,5 millones de dólares, recaudó cerca de 800 millones en todo el mundo. De hecho, fue la más taquillera de la historia del cine hasta el estreno de Parque Jurásico en 1993, también dirigida por Spielberg.

“E.T. fue el amigo, el padre o el hermano que nunca tuve o sentí que perdía”, afirmó el realizador respecto a su película “más personal”. Y es que el filme sobre el adorable alienígena logró que millones de niños levantasen el dedo señalando a las estrellas para decir aquello de “teléfono, mi caaaaasa”.

Uno de los desafíos con los que se topó Spielberg a la hora de crear a ese simpático ser de otro planeta era la forma que tendría su rostro. Si para lograr la peculiar voz de E.T contó con las aportacion­es de su propia voz, así como la de la actriz Debra Winger y especialme­nte la de la locutora Pat Welsh, que fumaba dos cajetillas de cigarrillo­s al día, además de sonidos de animales, para crear la cara del entrañable extraterre­stre, el cineasta tenía claro que debía ser algo diferente a las representa­ciones habituales de alienígena­s. Tenía que ser un rostro con el que la audiencia pudiera empatizar, algo “tan anatómicam­ente diferente que el público nunca podría pensar que dentro había una persona con un traje con una cremallera en la espalda”. Por su parte, Mathison lo imaginó como un ser “blando y fangoso”, en consonanci­a con la atracción del personaje por la botánica.

Al final, Spielberg pidió al experto en efectos especiales Carlos Rimbaldi, con quien ya había trabajado en Encuentros en la tercera fase (1977), que le ayudara con el diseño. Mientras trabajaban en la versión final, el director de Tiburón parece que se sintió muy influencia­do por algunos retratos fotográfic­os que observó del científico Albert Einstein, el escritor Ernest Hemingway y el poeta Carl Sandburg, así que el adorable E.T resultó ser una mezcla de todos ellos. Increíble pero cierto.

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