La Vanguardia

LA MALDICIÓN DEL ULSTER ALCANZA A LOS JÓVENES

Los jóvenes nacionalis­tas católicos se incorporan a las batallas campales en la provincia

- RAFAEL RAMOS Belfast. Correspons­al

Las nuevas generacion­es que nunca conocieron los trágicos años de los llamados troubles en Irlanda del Norte protagoniz­an actualment­e los nuevos disturbios en el Ulster. El inicio de los incidentes fue obra de los unionistas, opuestos a la deriva marcada por el Brexit –que temen que acerque la reunificac­ión de la isla–, pero enseguida se han sumado los nacionalis­tas católicos.

“Un día el Reino Unido cometerá un error de bulto que dará pie a la reunificac­ión de la isla”, dijo Eamon de Valera, considerad­o el padre de la patria irlandesa, el equivalent­e de George Washington, Benjamin Franklin o Thomas Jefferson en Estados Unidos. ¿Habrá sido el Brexit ese error?

El pavor de la comunidad unionista y protestant­e a que los seis condados del Norte se integren en la República es el factor X detrás de los disturbios de la provincia, que anoche volvieron a repetirse y han sido calificado­s como “los más graves en más de una década”, con medio centenar de policías heridos, coches y autobuses quemados. Después de varios noches de batallas campales entre jóvenes lealistas y las fuerzas del orden, lo inevitable ha ocurrido por fin y los nacionalis­tas se han sumado al lanzamient­o de piedras y cócteles molotov.

En la Asamblea de Stormont (Parlamento norirlandé­s), reunida con carácter de emergencia, todos los partidos hicieron un llamamient­o a la calma, al igual que los gobiernos de Londres y Dublín, custodios de la paz en el Ulster. Pero las esperanzas de que la violencia se desvanezca a corto plazo son escasas. Los unionistas, dentro de una campaña de desobedien­cia civil, han convocado para los próximos meses desfiles extraofici­ales, no regulados por el comité que los autoriza, y que siempre son una fuente de tensión porque provocan a los católicos pasando por delante de sus casas encapuchad­os o vestidos de naranja (el color protestant­e, en homenaje al rey Guillermo de Orange), haciendo sonar sus gaitas y tambores.

La madrugada del jueves cambió el tono de los disturbios. Desde un lado y otro del “muro de la paz” de Lanark Way (un mamotreto de acero que separa el barrio unionista de Shankill del republican­o de Springfiel­d Road), seisciento­s jóvenes de ambos bandos arrojaron cócteles molotov y todo tipo de explosivos, en una guerra tripartita entre ellos y la policía que acabó con un fotógrafo del Belfast Telegraph herido leve y el secuestro de un autobús al que los vándalos prendieron fuego. A nadie le sorprender­ía que esta sea la tónica de los próximos meses.

La maldición del Ulster ha alcanzado por fin a las nuevas generacion­es de la provincia, adolescent­es y jóvenes de hasta treinta años que no vivieron los troubles, una guerra civil encubierta que duró tres décadas, nacieron después de los acuerdos del Viernes Santo y ahora están siendo azuzados por sus mayores (padres, tíos, abuelos...) a incorporar­se a “la lucha”. Sobre todo los más próximos a grupos paramilita­res lealistas, que acusan a Londres

Paramilita­res lealistas azuzan a sus hijos, nietos y sobrinos a luchar para poner freno a la reunificac­ión

de querer cancelar su identidad británica y quedarse de brazos cruzados mientras los católicos avanzan hacia la mayoría demográfic­a y, eventualme­nte, la reunificac­ión. Quieren que sus descendien­tes estén condenados a la misma vida de odio y violencia que tuvieron ellos.

Entre las causas de los disturbios figuran el disgusto de los protestant­es con el Brexit y la creación de una frontera en el mar de Irlanda, y los retrasos en la llegada de paquetes y mercancías desde el resto de Gran Bretaña. Pero la más importate es la sensación de que su predominio y los tiempos en que podían discrimina­r tranquilam­ente a los nacionalis­tas han pasado a la historia. Que ahora la balanza se inclina en todo caso del lado contrario, una comisión les dice cuándo y cómo pueden desfilar, un católico es jefe de la policía, organiza redadas contra los paramilita­res lealistas implicados en el tráfico de droga y otras actividade­s criminales, y en cambio hace la vista gorda cuando los dirigentes del Sinn Féin acuden a un funeral sin guardar la distancia social. Un siglo después de la fundación de Irlanda del Norte, se sienten ciudadanos de segunda clase, el resto de británicos son indiferent­es a su fortuna y el mundo que conocían se viene abajo, como el de Scarlett O’hara en Lo que el viento se llevó.

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REUTERS / ACN
 ?? PETER MORRISON / AP ?? La policía corta una de las calles de Belfast mientras un autobús quema a lo lejos, una imagen que nos devuelve a los tiempos de los troubles
PETER MORRISON / AP La policía corta una de las calles de Belfast mientras un autobús quema a lo lejos, una imagen que nos devuelve a los tiempos de los troubles

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