La Vanguardia

¿Cuál era el vino preferido de Napoleón?

- . SÍLVIA COLOMÉ

ANapoleón le gustaba beber vino. Eso sí, con moderación. No más de media botella en la comida. Y, además, aguado. Igual proporción de agua que de vino, lo que para muchos es un pecado y todavía más si se tiene en cuenta que su caldo preferido no era de los que un mesonero pondría en una jarra para compartir. El gran militar tenía buen paladar y ya de joven se aficionó a un tipo muy concreto de vino que le acompañó hasta el final de sus días. Los escritos de quienes le rodearon, como su ayudante de cámara Louis Marchand o su amigo diplomátic­o y político Louis Antoine Fauvelet de Bourrienne también dejaron constancia de otro detalle: no había campaña que Napoleón librase sin su vino predilecto. Casi como un talismán. Con él combatió en el cálido Egipto y con él fracasó en la desangelad­a Rusia, aunque segurament­e el vino no tuvo nada que ver. Marchand fue muy gráfico en sus memorias: “Lo único frío que había en la campaña de Egipto era el Chambertin de Napoleón, lo único cálido que había bajo el cielo gélido de Rusia era el Chambertin de Napoleón”. Efectivame­nte, ese era su vino de cabecera.

Segurament­e se aficionó a él cuando era un joven oficial de artillería desplazado en el departamen­to francés de côte-d’or, tierra del famoso Borgoña. Se trata de un vino elaborado con uvas pinot noir, de color rubí oscuro, potente e intenso. Digno de Napoleón.

También con el Chambertin partió al destierro de Santa Elena. Uno de los hombres que le acompañaba, el conde de Las Cases, escribió:

“Durante sus últimos quince días, Napoleón bebió constantem­ente el mismo vino, por supuesto su querido Chambertin. Le gustaba tanto, que pensaba que era bueno para su salud”. Aunque también degustó asiduament­e en sus últimos años otro vino, el dulce Vin de Constance de Sudáfrica, hasta que la muerte le visitó el 5 de mayo de 1821.

Según la autopsia, corroborad­a por investigac­iones recientes, falleció debido a un cáncer de estómago, pero durante tiempo se habló de que pudo ser asesinado. Concretame­nte, envenenado. A pequeñas dosis de arsénico servidas, como no, en un ingredient­e que nunca faltaba en su dieta, su famoso Chambertin.

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Napoleón por Delaroche

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