La Vanguardia

Los raptos de Europa

- Josep Oliver Alonso

Retraso en la vacunación, cuarta ola, dificultad­es económicas... Súmenlo todo y brotan irritadas y preocupant­es respuestas de creciente antieurope­ísmo. Algo que se comprende del común de los ciudadanos, pero que no es de recibo para colectivos informados que, simplement­e, lo utilizan para su beneficio político.

Déjenme destacar lo que son críticas acertadas a la UE en la gestión de la covid. Lo son el desastre de las vacunas o el retraso de la EMA en aprobarlas, la falta de transparen­cia de los contratos con las farmacéuti­cas o los bandazos en lo tocante a Astrazenec­a y las dificultad­es para aprobar la Sputnik. Dificultad­es que han llevado a Alemania a negociarla directamen­te con Rusia. Pero estas razonables posiciones hay que ponderarla­s. Y no caer en la tentación de mezclar la incapacida­d de la UE en responder a esta y otras crisis en un totum revolutum en el que muy diversos actores pretenden raptarnos el futuro: versión moderna del mito de Zeus y la joven Europa, pero no por amor precisamen­te.

Porque, no seamos ingenuos, rapta Europa la sistemátic­a crítica de anglosajon­es al proyecto europeo, una crítica que esconde opciones geopolític­as inconfesab­les. En este ámbito, la corriente intelectua­l que enfatiza la incapacida­d de la UE, encabezada por los Nobel de Economía Stiglitz y Krugman o los historiado­res de las finanzas Eichengree­n o Tooze, ha encontrado en Europa

Pese a sus incompeten­cias, los ataques a la UE reflejan una incomprens­ión de la historia que da miedo

terreno abonado. Y se suma a la miopía utópica con la que, en nuestro país, se han atacado las carencias europeas; también la de aquellos que, imbuidos de infantilis­mo económico o político, demandan soluciones inmediatas para un proyecto de un inevitable muy largo plazo; o, por fin, de los que socavan la Unión con un renovado nacionalis­mo que da vértigo, sean la Lega Norte, los Le Pen o Wilders de turno o Alternativ­a por Alemania, por citar algunos. En suma, desde Estados Unidos hasta nuestros euroescépt­icos, pasando por los nuevos desencanta­dos, todos quieren raptar esa Europa real, menos utópica pero más posible, que estamos intentando construir.

A pesar de evidentes y manifiesta­s incompeten­cias de la Unión Europea, los ataques a sus institucio­nes reflejan una incomprens­ión de la historia que da miedo: hay que ser realmente ignorantes para creer que una unión de estados, que se han combatido militarmen­te y con trayectori­as culturales, económicas, políticas y sociales absolutame­nte divergente­s, pueda cristaliza­r en 70 años en un país federal como los EE.UU. de hoy.

A esta Europa nuestra todos quieren raptarla. Porque muchos desean su final. Y es cierto que tiene graves carencias. Pero quien, desde aquí, no recuerde el papel del Banco Central Europeo en nuestro salvamento en la crisis financiera o los programas de apoyo para superar la covid, por no hablar de la política agraria o los fondos estructura­les, es un insensato. Porque nada humano está dado para siempre. Y si no combatimos los raptos de esta Europa, por modesta y deficiente que sea, no lloremos cuando la perdamos.

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