La Vanguardia

La chica del barrio

- Fernando Ónega

La vi por la calle Sagasta de Madrid este jueves, poco después de las dos de la tarde. Iba a pie, acompañada por su jefe de gabinete. Decidí seguirla porque era una oportunida­d para comprobar si la gente la conoce. Y sí, señor, la conoce a pesar de la mascarilla. Pasa un ciclista y le grita: “¡Cuenta con mi voto!” Un par de taxistas detienen su marcha para saludarla con la mano. Varias personas le piden una selfie. Ella se detiene y habla y escucha piropos y palabras de ánimo. En el semáforo hay una señora a la que no le gusta y le dice que no la votará en la vida, ni a ella ni a su partido. Es la única crítica que recoge en 300 metros de plebiscito peatonal. Decido saludarla: “A esa señora te la mandó Pablo Iglesias”. No dice una palabra contra el candidato de Podemos. Solo esta frase: “En estas elecciones está muerto”.

Es Isabel Natividad Díaz Ayuso, 42 años, última creación política de este país. En su vida tuvo ocurrencia­s como abrir y gestionar una cuenta en Twitter de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre. Como candidata a presidir la Comunidad de Madrid fue una intuición, una corazonada, de su viejo amigo Pablo Casado. Muy pocos daban un euro por ella: no era una gran oradora, no se le conocían grandes obras, no estaba en ninguna lista de futuribles. Y ahora está ahí, con su instinto populista, con su punto conservado­r, con su aire de chica de barrio, Chamberí tenía que ser, haciendo temblar al inquilino de la Moncloa, que no sabe cómo hacerle frente. ¿Cuál ha sido su éxito?

Su éxito ha sido fabricar la nacionalid­ad de Madrid. Para ello siguió el libro de estilo de los nacionalis­tas: una pincelada de agravios del poder central, un toque de victimismo regional, un saber qué quiere la gente, una osadía que a los clásicos les parece suicida y un señalamien­to casi obsceno de su adversario: Pedro Sánchez. Todos los días le metió un dedo en el ojo. Consiguió que votar Ayuso no sea votar PP, sino votar contra Sánchez. Y en lo que resultó demoledora ha sido en la gestión de la pandemia. Con medios infinitame­nte menores que los del Gobierno central, se enfrentó a Illa, hizo su propia política y consiguió la cuadratura del círculo: cumplir lo básico de los estados de alarma y dar la impresión de que salva la economía. Hoy es la diosa de los hosteleros.

Si hay una figura en España que representa la rebelión contra los traspiés, las contradicc­iones, las insegurida­des humanas y jurídicas o los dudosos triunfalis­mos del Gobierno, esa persona es ella, Isabel Díaz Ayuso. Y además, acaba de demostrar que tiene baraka. Habló de comprar a Rusia la vacuna Spútnik. Provocó las iras de Carmen Calvo, de María Jesús Montero, de todo miembro del Gobierno que tropezó con un micrófono. Y cuando radios y television­es estaban emitiendo esas condenas y poniendo en ridículo a Díaz Ayuso por insolidari­a, poco europea y endiosada, va la canciller Angela Merkel y anuncia la compra por Alemania de la Spútnik. Eso solo le ocurre a quien tiene la suerte del campeón. Con perdón del señor Tezanos y sus empates prodigioso­s, desde ese momento empecé a creer en su victoria electoral.

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE Isabel Díaz Ayuso
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