La Vanguardia

“Si todo fuera esto...”

Yassine Ouhdadi, candidato a paralímpic­o en Tokio, se niega a llorar: “Otros ni andan”

- Sergio Heredia

Vamos a ver si hay por aquí una pala o un azadón, algo, cualquier cosa que sirva para cavar

José Saramago, Ensayo sobre la ceguera

Yassine Ouhdadi (26) me saluda amablement­e.

Chocamos codo con codo, que es como todos nos saludamos ahora, y luego pisamos el tartán de la pista de l’hospitalet Nord, escenario hoy mismo del Míting Internacio­nal de Atletismo para atletas con discapacid­ades.

Mientras caminamos, observo que Yassine Ouhdadi no necesita que le tome del brazo, ni que le avise de nada, de si alguien viene corriendo por detrás, o si hay que liberar la calle uno.

Ese hecho me desconcier­ta: se supone que sufre una grave deficienci­a visual.

Cuando al fin nos sentamos en la grada, le pregunto:

–¿Cuánto ve usted?

Yassine Ouhdadi alza la cabeza. Escudriña en la distancia, tras sus gafas de amplia lupa.

Al cabo de unos segundos, me dice: –Distingo movimiento al fondo. Algún color, veo que alguien va de naranja, veo alguna silueta que se agita. Pero no puedo distinguir quiénes son.

Le planteo una última prueba. Le digo: –¿Puede leer?

Abre su móvil. Agiganta la letra. Dice: –Puedo leer a este tamaño.

Benito Ojeda, su entrenador, interviene en la conversaci­ón. Dice:

–Ouhdadi está totalmente ciego del ojo izquierdo. El otro funciona relativame­nte, le permite cierta autonomía.

–¿Y qué pasó? –le pregunto a Ouhdadi. –Mi vida es así desde que nací. Sufro cataratas en ambos ojos.

–Debe de haberlo pasado muy mal. –Todo esto no me hace sufrir. Ni a mí ni a mi familia. ¡Si todo fuera esto...! Hay gente que ni siquiera puede caminar. No me puedo quejar, se lo aseguro.

(...)

Luego le pregunto por sus entrenamie­ntos, por sus registros, y me deja boquiabier­to.

Yassine Ouhdadi es capaz de correr ocho series de mil metros en 2m55s, descansand­o apenas un minuto entre una y otra.

Puede registrar 3m54s en los 1.500m.

O 14m42s en los 5.000 m.

O 32m en los 10.000 m.

Desde hace un año y medio vive en el CAR de Sant Cugat, becado como paralímpic­o. Aspira a acudir a los Paralímpic­os de Tokio 2020.

Se traga a pie 150 kms semanales. Y todo eso, sin guía, orientándo­se en las sombras.

–¿Puede usted correr por el bosque? –le pregunto.

–Mejor que no lo haga. No vería las raíces de los árboles. Me podría caer. Tampoco puedo correr por la calle. Si quiero ir deprisa, no me muevo de la pista. Casi nunca abandono el CAR. Y cuando estoy en Tortosa, donde vive parte de mi familia, busco el sendero de tierra que hay junto a una carretera solitaria por donde nunca circulan los coches.

–¿Y por qué empezó a correr usted? Yassine Ouhdadi retrocede en el tiempo. La familia viene de Ourzazate, en el Sáhara. Alguien bautizó aquel lugar como el Hollywood del desierto. Allí, entre secarrales, se levantan magníficos decorados. Hay turistas a horcajadas sobre quads, bonitos hoteles entre palmerales y cabras famélicas.

No hay mucho más que ver ni hacer. La familia había venido a España en 2002, detrás del padre, que había llegado un año antes. Todos, los padres y los nueve hermanos, se habían reunido en Tortosa.

–Mi padre era paleta –dice. Yassine Ouhdadi no era el mejor estudiante. Le costaba, acaso por su deficienci­a visual, acaso porque le interesaba poco. Tenía 19 años cuando una amiga le propuso correr.

Apareciero­n en el Trail UEC Tortosa: carreras de montaña. –No era lo mío –ríe.

En una de aquellas carreras conoció a Aziz. Con él, descubrió las carreras en ruta. Un año más tarde corría los 10.000 m en 32m. Combinaba el correr con el trabajo en la tienda de comestible­s de sus padres en Tortosa. –Cargaba cajas, ayudaba... Corriendo a trompicone­s apareció en los Mundiales de Dubái 2019 para discapacit­ados. Fue plata en 5.000 y finalista en 1.500.

Se federó con l’hospitalet Atletisme y la Española le concedió una beca para el CAR. Se profesiona­lizó.

–Tengo cubiertas la comida, la residencia y los viajes. Espero estar en Tokio este verano.

–Y su deficienci­a visual, ¿no tiene cura?

–Mi visión se mantiene. Ni empeora ni mejora. De pequeño pasé por el quirófano. Me llevaban al hospital cada año, a ver qué se podía hacer. Me sacaban del colegio para ir al médico.

–¿Y cómo se aclaraba en las clases? –Me sentaba delante. Y con el tiempo, pasé a un programa de educación especial. Hace unos años me ofrecieron una opción: podía operarme y recurrir a las lentillas. Un oftalmólog­o me dijo que aquella cirugía era peligrosa, que el ojo era pequeño y había que esperar. Y así estoy, esperando.

Antes de irnos, Benito Ojeda me dice: –Tenemos algo muy claro. Después de Tokio, queremos que Ouhdadi se ponga a estudiar. Que acabe la ESO y haga algún ciclo. Las personas se deben formar. Y si pensamos de forma egoísta, debemos pensar que una lesión o una mala carrera te pueden hundir.

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ÀLEX GARCIA Yassine Ouhdadi, a finales de marzo, en las pistas de l’hospitalet Nord
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