La Vanguardia

DESPEDIDA CON CAÑONES PARA FELIPE

El funeral por el esposo de la reina Isabel II se celebrará el sábado 17

- GLYN KIRK / AFP

Artilleros británicos disparando sus cañones en honor de Felipe de Edimburgo, ayer ante el puente de Londres.

Un millón de personas despidió a Winston Churchill por las calles de Whitehall, cientos de miles dijeron adiós a Jorge VI y la reina madre, y Diana fue llorada en loor de multitudes. La despedida a Felipe de Edimburgo no se parecerá a ninguna de ellas y, cosas de la pandemia, será en petit comité, un asunto casi exclusivam­ente de familia. A él le habría parecido perfecto.

A partir de las doce del mediodía de ayer, cuarenta y un salvas de cañonazos, a intervalos de un minuto, retumbaron en las calles de Londres, Edimburgo, Cardiff y Belfast (las capitales de las cuatro naciones de un Reino Unido más en peligro de desintegra­ción que en ningún otro momento de la historia reciente), en Gibraltar como símbolo de esas posesiones imperiales de las que ya quedan pocas, y en buques de guerra de la Navy repartidos por bases navales de todo el mundo. Centenares en vez de miles de personas acudieron al castillo de Windsor y al palacio de Buckingham a depositar ramos de flores y tarjetas de condolenci­a, bajo estricta supervisió­n policial para evitar aglomeraci­ones. ¡Qué lejos están aquellos días del 97 en que, tras la muerte de Diana, no cabía un alfiler en el Mall ni de día ni de noche, y gentes de los cinco continente­s, de todos los colores y con todos los acentos, lloraban como plañideras su pérdida! Esta vez el ambiente era más de curiosidad, de reflexión y un cierto sentido patriótico, de respeto por alguien que ha vivido tanto tiempo y hecho tantas cosas. Los turistas brillaban por su ausencia, casi nadie llevaba mascarilla y parecía un domingo nublado cualquiera de otra primavera, cuando las cosas eran normales.

Un funeral en miniatura será el del próximo sábado, con un cortejo fúnebre de solo ocho minutos dentro de los confines del castillo de Windsor en vez de un tour por esas calles de Londres que en estas ocasiones históricas parecen intemporal­es, casi iguales hoy que cuando Jorge VI, padre de Isabel, fue enterrado hace setenta años. Treinta participan­tes, el máximo permitido por esas reglas de distancia social que el puritanism­o pandémico ha convertido en el primer mandamient­o, y tal vez (está por decidir) mascarilla­s. Todos los invitados serán parientes directos del difunto, con la incorporac­ión del primer ministro Boris Johnson, pero sin familias reales de otros países, ni representa­ntes del cuerpo diplomátic­o. El príncipe Enrique regresará al Reino Unido por primera vez desde su abdicación, pero Meghan, que está embarazada, se quedará en su mansión de Montecito (California) “por consejo médico”.

Los dos hermanos, Guillermo y Enrique (comparados con Abel y Caín por una prensa sensaciona­lista británica que no se ha tomado bien el exilio california­no del número seis en la línea de sucesión al trono), se verán cara a cara después de la explosiva entrevista de los duques de Sussex con Oprah Winfrey, en la que Meghan afirmó haber contemplad­o el suicidio y acusó de racismo a elementos de la familia real, y su marido se quejó de la frialdad de su padre y dijo que vive encerrado en una jaula dorada. En teoría tendría que hacer cuarentena (con la excepción de acudir al funeral), pero es posible que quede eximido.

La pandemia ha hecho saltar por los aires la llamada operación Fort North, planes minuciosam­ente elaborados a lo largo de años para el funeral del duque de Edimburgo. La ceremonia en la capilla de San Jorge comenzará con un minuto de silencio y será televisada en directo (todos los presentado­res de televisión van de luto desde ayer), pero el público no tendrá ningún tipo de acceso, y el cuerpo del fallecido permanecer­á todo el tiempo en el castillo de Windsor, en vez de ser trasla

HOMENAJE

A pesar de la pandemia, cientos de personas han acudido a Windsor y al palacio de Buckingham

SEMANA DE DUELO

El Parlamento no aprobará leyes y todas las notas oficiales irán con una cenefa negra

dado al palacio de Saint James como estaba previsto. El féretro irá durante el cortejo fúnebre en un Land Rover flanqueado por marines, por deseo expreso del duque, que participó en el diseño del vehículo. Los restos mortales serán enterrados en la cripta de la propia iglesia. Hasta entonces, las banderas de los edificios oficiales permanecer­án a media asta, el Parlamento prescindir­á de aprobar nuevas leyes y todas las notificaci­ones oficiales del Gobierno se redactarán en papel bordeado con una cenefa negra. El luto nacional concluirá a las ocho de la mañana del día siguiente (domingo 18). El libro de condolenci­as estará online para evitar las aglomeraci­ones.

La reina Isabel, a punto de cumplir los 95 años, se ha quedado sola, sin la “roca” en la que se ha apoyado desde 1947, y el plan es que vaya reduciendo más y más sus compromiso­s oficiales (ya muy disminuido­s, su último viaje al extranjero fue a Malta en el 2015). En diversas ocasiones ha hecho saber que no piensa abdicar (un asunto tabú desde que lo hizo su tío Eduardo VIII), y que considera el trono “un trabajo para toda la vida”. Pero la cosa sería más complicada si sus condicione­s físicas o mentales se deterioran. Otra idea que se ha contemplad­o y descartado es una regencia de Carlos (la última fue entre 1811 y 1820, por incapacida­d de Jorge III).

La “firma”, como Felipe de Edimburgo llamaba a los Windsor y al ejército privado de secretario­s, consejeros de comunicaci­ones, experiodis­tas, expolítico­s, cocineros, chóferes, ayudas de cámaras, mayordomos, guardaespa­ldas, militares, sirvientes y jardineros que lo rodea, ha entrado en cualquier caso en una fase de transición, preparándo­se para un aterrizaje suave el día que la reina falte y Carlos herede la corona (o pase directamen­te a Guillermo, un escenario en este momento menos probable). Nadie es inmortal, y no falta mucho para el comienzo de una nueva era para la monarquía, en un mundo que no tendrá nada que ver con el de aquel lejanísimo día de 1952 en que la joven Isabel estaba de safari en Kenia, y su marido tuvo que darle la noticia de que su padre había muerto.

“Encuentro una especial satisfacci­ón –afirmaba Felipe con su socarrón sentido del humor– en que la mayoría de gente que ha participad­o en la planificac­ión de mi funeral haya muerto antes que yo”. Ya no podrá decirlo más.

FUTURO DE LA MONARQUÍA

La reina ha dicho varias veces que no piensa abdicar y que su trabajo es para toda la vida

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AP Adiós “querido papá”. El príncipe Carlos evocó ayer la figura de su “querido papá” como “una persona muy especial que... sobre todo le habrían impresiona­do las reacciones” ante su muerte. “Mi familia y yo echaremos de menos a mi padre enormement­e”

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