La Vanguardia

Medaria Arredondo

Jefe de policía de Minneapoli­s

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Arredondo declaró como testigo contra el agente Derek Chauvin, que está siendo juzgado por la muerte de George Floyd. Con su actitud ha roto el muro de silencio habitual por el que los policías no testifican contra sus colegas.

AJulio César, general, cónsul y dictador romano, además de intrigante y escritor, se le atribuye esta frase: “¿Qué muerte es preferible a cualquier otra? La inesperada”.

Durante el juicio en Minneapoli­s (Minnesota) contra el policía blanco Derek Chauvin se han visionado vídeos anteriores a su encuentro con el negro George Floyd en los que resulta claro y meridiano que al propio Floyd le cogió por sorpresa su defunción, que no fue precisamen­te agradable.

En esas imágenes registrada­s antes de que un billete falso de 20 dólares hiciera que su camino se cruzara en una esquina con cuatro uniformado­s (tres serán juzgados en unos meses) y de que Chauvin presionara con la rodilla en su cuello por 9,29 minutos, ya tumbado en el asfalto, boca abajo y esposado, rogando con un “no puedo respirar”, pues eso, la actitud previa de Floyd lleva la contraria a Julio César sobre sus preferenci­as fatales. Más bien suscribe la opinión de Mark Twain de que era demasiado pronto para redactar su obituario. Otros también coinciden con Twain.

“No existe ninguna evidencia que sugiera que habría muerto esa noche salvo por la interacció­n con las fuerzas de seguridad”, subrayó en su testimonio la doctora Lindsey Thomas, patóloga y profesora de forenses. Sin mediar ese encuentro, señaló esta experta citada por la fiscalía, que renunció a cobrar por su trabajo, Floyd habría sobrevivid­o.

Falleció por asfixia, o carencia de oxígeno, según su informe, en el que descartó una muerte súbita, como la que provoca un fallo cardiaco, o una “lenta o tranquila” que origina una sobredosis de opiáceos.

El doctor Andrew Baker, forense del condado de Hennepin y autor de la autopsia oficial, reiteró el viernes en el estrado su dictamen de “homicidio”, que significa la intervenci­ón de alguien, aunque matizó que, como término médico, carece del sentido legal de culpabilid­ad. Sin embargo, Baker y su evaluación, en la que no aparece el término “asfixia”, abrió una puerta a la defensa.

Reconoció que “una presión externa, superior a la que podía resistir” propició la muerte, e insistió en que ni las dolencias cardíacas ni una sobredosis originaron su defunción, pero sí “jugaron un papel”. Eric Nelson, letrado de Chauvin, se agarró a esto último para atribuir el óbito de Floyd a todo (drogas o problemas de salud) menos al policía.

Su narrativa, secundada por los sectores conservado­res voceados en la Fox, de que Floyd no era un ángel –el acusado es Chauvin, no el difunto– persigue sembrar la duda para que uno –solo necesita uno–, de los 12 miembros del jurado rompa la unanimidad que requiere un veredicto de culpa por delitos con decenas de años de cárcel.

Estados Unidos, que sigue con atención una vista oral retransmit­ida en directo por televisión (excepto la Fox) y en streaming, se halla en un paréntesis emocional.

El país está a la espera, pero existe el temor de que si descarrila esa unanimidad, los disturbios que se produjeron de costa a costa tras el pasado 25 de mayo, fecha de la “inesperada” muerte de Floyd, quedarán en poca cosa frente a lo que puede suceder si hay una absolución.

De manera general, y en concreto en la comunidad negra, se ha forjado la percepción de que Floyd sufrió un linchamien­to de la edad moderna. Los vídeos, no solo el de los 9,29 minutos, y los testigos presencial­es describen una tortura.

Además se ha producido un fenómeno muy poco habitual. Como se dice, ha caído el muro azul del silencio. Los policías no acostumbra­n a ir a una vista oral a testificar contra un colega. Esta vez sí y en sus confesione­s han descalific­ado a Chauvin y avalado la tesis de la acusación de que su actuación resultó totalmente desproporc­ionada e injustific­ada.

“Continuar aplicando ese nivel de fuerza a una persona tumbada boca a bajo, esposada con sus manos atrás, en ningún sentido forma parte de nuestra política”, remarcó Medaria Arredondo, jefe de la policía de Minneapoli­s. “Habría sido razonable unos segundos, hasta que estuvo bajo control”, consideró frente a los casi diez minutos de castigo. “Si mantienes la rodilla sobre el cuello de una persona, la puedes matar”, terció el teniente Richard Zimmerman, el oficial con más años de servicio en la ciudad de Minnesota. “Mantener esa posición tanto tiempo está fuera de lugar y es innecesari­o”, afirmó.

Hubo otros varios agentes de dentro y de fuera de esta metrópolis que se expresaron en similares términos de rechazo a “la técnica de la sumisión al dolor”.

A pesar de traspasars­e el muro azul, a nadie se le escapa lo difícil que resulta condenar a un policía. Se atisban nubarrones incluso en caso de pena por el delito más pequeño, el de homicidio negligente. Como teorizó Kierkegaar­d, “un no no esconde nada, pero un sí fácilmente se convierte en un engaño”.

Los agentes, entre ellos el jefe del cuerpo de Minnapolis, dicen que Chauvin se extralimit­ó y se ensañó con Floyd

“No existe ninguna evidencia de que Floyd habría muerto salvo por la interacció­n con los policías”

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AP La agente Nicole Mackenzie declarando como testigo en el juicio de Minneapoli­s, en una imagen tomada de vídeo. El juicio está siendo televisado

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