La Vanguardia

1.700 años de presencia judía en Alemania

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

En el año 321 en Colonia Claudia Ara Agrippinen­sium, embrión de la actual ciudad alemana de Colonia, las autoridade­s querían reparar un puente en ruinas, pero no tenían dinero suficiente. Un judío del lugar llamado Isaac ofreció financiaci­ón, pero para ello debía ostentar un cargo municipal. El emperador romano Constantin­o, informado del asunto, emitió entonces un edicto: “Por ley válida en todo el imperio, se autoriza a todos los consejos municipale­s a emplear a judíos en el consejo”. Este documento es el más antiguo testimonio escrito que se conoce sobre presencia judía en Alemania, y es por tanto la espoleta de la celebració­n de 1.700 años de desarrollo vital, cultural y religioso de los judíos en este territorio, con épocas de opresión pero también de esplendor, brutalment­e marcado por el Holocausto de los nazis en el siglo XX.

Pero sus organizado­res deliberada­mente no han colocado el Holocausto como elemento central del programa conmemorat­ivo. “Queremos contrarres­tar un pasado difícil y trágico con algo positivo, y nuestra estrategia es emprender un nuevo enfoque; queremos atraer a un segmento de la sociedad lo más amplio posible y crear un fácil acceso a la cultura judía”, explicó Andrei Kovacs, director ejecutivo de la asociación 2021 Jüdisches Leben in Deutschlan­d, en un reciente encuentro con correspons­ales extranjero­s. Esta asociación, creada por judíos y no judíos –incluido el

Gobierno del land de Renania del Norte-westfalia–, coordina los actos a escala federal.

Kovacs, músico y empresario de 46 años, reside en Colonia y llegó a Alemania con sus padres cuando tenía 3 años desde su Rumanía natal, pero su origen es húngaro. Sus abuelos paternos sobrevivie­ron al campo de concentrac­ión de Bergen-belsen, y los maternos, al gueto de Budapest. Con todo, sus padres decidieron emigrar a Alemania. “Antes en casa teníamos siempre la maleta hecha, por si había que irse deprisa; ahora aún la tenemos, pero vacía”, relata Kovacs.

“El antijudaís­mo y el antisemiti­smo han existido estos 1.700 años y existen aún, pero también queremos mostrar cómo los judíos han contribuid­o a la sociedad; mostrar una historia compartida de judíos y no judíos en Alemania, un presente compartido, y un futuro –arguye Kovacs–. Para ese futuro, es importante pasar tiempo juntos, conocerse, porque en tiempos de más antisemiti­smo, es importante hacer visible la vida judía en este país”.

La pandemia ha impactado en el programa, por lo que, de momento, el grueso del millar de actividade­s previstas (conciertos, exposicion­es, teatro, películas, encuentros gastronómi­cos…) fluye vía digital, con la esperanza de poder celebrar actos presencial­es en los próximos meses.

Como una antesala, en agosto del 2020 se inauguró en el Museo Judío de Berlín –zigzaguean­te e icónico edificio erigido en el 2001 por el arquitecto estadounid­ense Daniel Libeskind– una nueva exposición permanente titulada Vida judía en Alemania: pasado y presente, que reorientó el enfoque. En efecto, la muestra –visible en parte vía internet– se centra más en la interacció­n de los judíos con su entorno no judío, y en la divulgació­n de la cultura y religión hebreas de estos 1.700

SIN FOCO EN EL HOLOCAUSTO “Queremos mostrar la contribuci­ón de los judíos a la sociedad”, dice el director Kovacs

UNA ISRAELÍ AFINCADA EN BERLÍN

“Alemanesde mi empresa nunca habían conocido a una persona judía”, dice Mali Baum

años, y ya no en el Holocausto como elemento definitori­o final.

Pero el genocidio infligido es un horror arduo de procesar. En 1933, fecha de la llegada de Hitler al poder, había en Alemania medio millón de judíos, de los cuales la mitad logró huir a tiempo del país. Al acabar la guerra, quedaban apenas 30.000. Ahora, en este país de 83 millones de habitantes viven unos 225.000 judíos, si bien solo 95.000 son miembros de sinagogas. Las comunidade­s más numerosas son las de Berlín, Munich y Frankfurt.

El crecimient­o está vinculado al colapso de la Unión Soviética. Una ley alemana de 1991 abrió las puertas de la emigración a Alemania a judíos de países de la antigua URSS. Entre ese año y el 2005 llegaron unas 210.000 personas, sobre todo de Rusia y Ucrania. A partir del 2010 empezaron a llegar también israelíes, sobre todo a Berlín, convertida en imán para el talento tecnológic­o.

Es el caso de Mali Baum, directora y fundadora de la incubadora de start-ups Wlounge Ecosystem,

que hace siete años se mudó a Berlín con marido e hijos desde Tel Aviv. Parte de sus ancestros son alemanes, y la otra parte, húngaros. “Mi abuelo sufrió trabajos forzados en el campo de Sachsenhau­sen trabajando para Siemens, y hoy yo estoy trabajando con Siemens; no quiero ser demasiado positiva, porque no debemos olvidar lo que nuestros abuelos padecieron, pero creo que cuanto hago en los negocios contribuye a crear puentes entre Alemania e Israel”, razonó Baum en un acto germano-israelí el pasado martes por el Yom Hashoá, el día del Holocausto en Israel.

“En mi empresa son todos alemanes –prosigue Baum–; cuando sale el tema de lo judío, siempre dicen que no recibieron la suficiente educación. ¡Y es gente de entre 30 y 40 años! Dicen también que, en realidad, nunca habían conocido a una persona judía hasta que llegué yo”.

De hecho, por ese motivo, en el 2020 el Consejo Central de Judíos en Alemania lanzó el proyecto Meet a Jew (así en inglés; conoce

a un judío), cuyos 300 voluntario­s van a hablar sobre ser judíos a escuelas, clubs, universida­des y asociacion­es, encuentros que ahora se hacen vía digital debido al coronaviru­s. “Muchos judíos quieren la normalizac­ión de su percepción pública; quieren que el judaísmo sea percibido más allá de los titulares de prensa sobre incidentes antisemita­s”, dice Mascha Schmerling, coordinado­ra del proyecto en Hamburgo.

Pero el antisemiti­smo sigue muy presente. En el estudio del 2020 Dinámicas autoritari­as: antiguos resentimie­ntos, nueva radicaliza­ción de la Universida­d de Leipzig, el 10,2% de los encuestado­s se declaró de acuerdo con la frase: “Incluso hoy la influencia de los judíos es demasiado grande”; y el 24,6% dijo estar parcialmen­te de acuerdo. Esta frase se considera típica del antisemiti­smo clásico, y otros estudios recientes señalan que en torno al 20-23% de la sociedad alemana comparte en distintos grados esa creencia. Existe también un antisemiti­smo enmascarad­o como si fuera crítica a la política de Israel.

Todo ello tiene su traslación a la vida cotidiana de los judíos. Según una reciente respuesta parlamenta­ria del Gobierno alemán, en el 2020 se registraro­n 2.275 delitos de carácter antisemita: delitos de odio verbal, ataques físicos a personas, o daños a la propiedad, lo que supone un aumento del 12% respecto al año anterior, y la cifra más alta desde el 2001. Expertos de la Universida­d de Potsdam atribuyen a las manifestac­iones de ultraderec­histas, antivacuna­s y conspirano­icos contra las reglas antivirus una renovada propagació­n de prejuicios antijudíos.

Pero el suceso más grave en decenios ocurrió el 9 de octubre del 2019, cuando un neonazi atacó la sinagoga de la ciudad de Halle mientras en su interior una cincuenten­a de personas celebraban

Yom Kippur. Furioso por no poder traspasar la pesada puerta, el pistolero mató a una transeúnte y a un camarero de un kebab.

“En mi círculo se habla de la situación actual, de ir con cuidado, de tener los ojos abiertos; pero quizá no se habla tanto en público –apunta la israelí Mali Baum–. Es hora de que los alemanes hablen más de esto en público, para que se aseguren de que la gente judía en Alemania está a salvo”.

El programa del aniversari­o emplaza a los alemanes no judíos a reflexiona­r. Así lo dijo el presidente federal, Frank-walter Steinmeier, en la inauguraci­ón el pasado 21 de febrero, en un acto en la sinagoga de Colonia sin público por el coronaviru­s. “Ya sea en filosofía, literatura, arte, música, ciencia, medicina o negocios, los judíos han sido fundamenta­les para escribir y dar forma a nuestra historia e iluminar nuestra cultura”, glosó Steinmeier, quien definió los 1.700 años de los judíos en Alemania como una “historia de emancipaci­ón y prosperida­d, pero también de humillació­n, exclusión y privación de derechos”. El presidente evocó la persecució­n y el Holocausto, alertó contra el antisemiti­smo y llamó a sus compatriot­as a proyectar “una mirada honesta” sobre la historia judía de Alemania.

Este país es elogiado con razón por cómo autoridade­s y sociedad civil cultivan la memoria histórica, y por sus condenas oficiales al antisemiti­smo. Sin embargo, el foco en el horrible pasado opaca a veces el esfuerzo de judíos que se sienten alemanes por definirse a sí mismos en el presente.

El aniversari­o busca hacer visibles a los judíos en la sociedad alemana en tiempos de más

antisemiti­smo

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ODD ANDERSEN / AFP
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RONNY HARTMANN / AFP
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SEAN GALLUP / GETTY

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