La Vanguardia

Colmenas de ciudadanos

PP y PSOE tratan de captar a los habitantes de los nuevos barrios de Madrid donde el partido naranja era mayoritari­o

- ASIER MARTIARENA

La única diferencia entre pasear por Sanchinarr­o cualquier mañana de un día laborable o hacerlo durante el toque de queda es la iluminació­n. Porque esta área residencia­l del barrio madrileño de Valdefuent­es, llena de urbanizaci­ones cerradas con piscina y separadas entre sí por grandes rectas salpicadas por rotondas, luce casi siempre desierta. El coche no es una opción, sino la fórmula principal para desplazars­e por calles que, en el mejor de los casos, desembocan en la M-40 o la M-50, por lo que las líneas de autobuses urbanos escasean al mismo nivel que los peatones. En muchos casos, de hecho, se han improvisad­o extensione­s de itinerario­s concebidos para rutas más cortas.

Esta escena fantasmagó­rica se repite en Montecarme­lo, Arroyo del Fresno, Valdebebas o en Las Tablas. Áreas residencia­les del norte de Madrid en las que, aunque cuesta creerlo a simple vista, está a punto de librarse la gran batalla electoral de Madrid: la lucha de PP y PSOE por los restos del naufragio de Ciudadanos.

Asistimos, por tanto, a una carrera entre Isabel Díaz Ayuso y Ángel Gabilondo por sumar a sus candidatur­as el mayor número posible de votantes de un partido que en el 2019 tiñó de naranja todos y cada uno de los PAU –programas de actuación urbanístic­a– madrileños formando una suerte de cinturón naranja alrededor del histórico cinturón rojo de los barrios obreros. Y que apenas dos años después afronta el adelanto electoral totalmente desdibujad­o por el fracaso de su moción de censura en Murcia al que hay que sumar las consecutiv­as debacles electorale­s cosechadas en el reciente ciclo político de comicios generales y autonómico­s de Galicia, Euskadi y Catalunya.

Sus vecinos, o pauers como los define el periodista Jorge Dioni en su libro que próximamen­te verá la luz, son el botín. “Parejas de trabajador­es de origen español, con alto nivel formativo, que no llegan a los cincuenta años y con dos hijos pequeños”. La nueva clase media.

Un perfil que encaja con el votante medio de Ciudadanos y para el que se han convertido en imprescind­ibles los centros comerciale­s ante la ausencia de locales comerciale­s en los bajos de sus edificios, las gasolinera­s para alimentar los vehículos de uso casi diario para conectar los PAU con el resto de la civilizaci­ón, y las escuelas donde hasta hace poco no había más que campo.

Las dos primeras demandas ya están resueltas. Pero la tercera, tras años de peticiones y listas de espera, solo lo está a medias. Empiezan a crecer las plazas para inscribir a los alumnos en colegios concertado­s, pero estas escasean cuando el modelo elegido es el público. Especialme­nte en lo concernien­te con los institutos de educación secundaria.

Lo mismo ha sucedido con los centros de salud, deportivos o de alimentaci­ón, como dan fe los innumerabl­es hilos dedicados en los foros de las diferentes asociacion­es de vecinos a la falta de equipamien­tos. Los PAU más consolidad­os, como Sanchinarr­o, Las Tablas o Montecarme­lo, empiezan a dejar atrás estos problemas, pero no así los de construcci­ón más reciente como Valdebebas o El Cañaveral –al este de la capital–, donde sus habitantes aguardan a que el goteo de empadronam­ientos eleve su población hasta el número mágico que fijan los inversores para acometer sus diferentes proyectos de negocio.

Como si el PAU fantasmagó­rico fuera a crecer de la mano de sus habitantes más menudos. O no. El propio Jorge Dioni lo resumió recienteme­nte en un artículo en El Confidenci­al: “Es una exageració­n, sin duda, pero esa soledad es la que crea la sensación de autosufici­encia previa a la desconexió­n emocional de la red”.

¿Y cómo comenzó todo? El PAU es un invento que empezó a aparecer en los planos urbanístic­os de los años ochenta, aún con el PSOE en las institucio­nes, como ensanches que remataran con una moldura atractiva los límites de la capital. Pero en la década de los noventa, con la llegada del PP a las institucio­nes madrileñas, se reformular­on privatizan­do su gestión y multiplica­ndo sus edificacio­nes privadas al tiempo que se diezmaban las viviendas de protección oficial inicialmen­te proyectada­s sobre suelo público.

Este modelo residencia­l, ofertado bajo el halo de seguridad de las urbanizaci­ones y por su relativa cercanía con la ciudad, figura entre las zonas menos densas de Madrid. Por debajo de los 9.000 habitantes por km2 en contraposi­ción con los 25.000 de la zona centro o los 29.000 de Chamberí. Y se pintó de naranja en los anteriores comicios, en los que el apoyo a Ciudadanos osciló entre el 34% y el 45% de los votos.

Un bagaje que le permitió ser determinan­te para la formación de Gobierno entrando, incluso, en un ejecutivo de coalición con el PP. Sin embargo, la práctica ausencia de victorias electorale­s en el resto de la capital y en el conjunto de la comunidad le impidió dar el anhelado sorpasso a los populares como la segunda fuerza más votada y que le hubiera permitido tutelar las negociacio­nes en lugar de ser el actor secundario, como resultó finalmente.

Dos años después, tras el abrupto final de legislatur­a decidido por la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, y tras las consecutiv­as derrotas del partido liderado a nivel nacional por Inés Arrimadas, el escenario es radicalmen­te diferente. Los sondeos le auguran un descalabro sin precedente­s que podría, incluso, dejarles fuera del Parlamento regional en caso de no alcanzar el mínimo del 5% de los votos.

Se trata de una bolsa de medio millón de votantes de centro que siguen teniendo en su mano decidir quién será el futuro presidente de la Comunidad de Madrid. Pero no desde las filas de Ciudadanos, sino desde las siglas de PP, que no ha dudado en hacer hueco al mediático exdirigent­e naranja Toni Cantó, o desde las del PSOE, que ha aplicado un denuedo supino en remarcar su distanciam­iento de Unidos Podemos capitanead­o por Pablo Iglesias para seducir a este electorado de clase media. Porque hacia ellos se espera que migre la mayor parte de los votos de los pauers, quienes han perdido la confianza en el partido al que llevaron a lo más alto en el 2019 mientras intentan no perderla en la creación y la finalizaci­ón de los servicios básicos que rodeen sus urbanizaci­ones privadas.

Perfil social: “Parejas de trabajador­es de origen español, con alto nivel formativo, que no llegan a los cincuenta”

En los anteriores comicios el apoyo a Ciudadanos osciló entre el 34% y el 45% de los votos

 ?? DANI DUCH ?? Un vecino del barrio de Sanchinarr­o practica deporte ante uno de los edificios singulares de los Planes de Actuación Urbanístic­a desarrolla­dos antes de la crisis
DANI DUCH Un vecino del barrio de Sanchinarr­o practica deporte ante uno de los edificios singulares de los Planes de Actuación Urbanístic­a desarrolla­dos antes de la crisis

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