La Vanguardia

La república de Waterloo

El Consell per la República que lidera Puigdemont es legalmente la combinació­n de una fundación y dos asociacion­es belgas

- JAUME MASDEU Bruselas. Correspons­al

Nació con el objetivo de escapar a cualquier 155, por lo que instaló su base legal en Bélgica y actúa básicament­e a través del mundo virtual. Después de dos años y medio de discreta existencia, cuando Junts lo colocó como condición para un acuerdo de gobierno, el Consell per la República ha asumido un protagonis­mo que nunca había disfrutado. Para aprovechar el viento a favor, el Consell ha puesto en marcha la Identidad Digital Republican­a, con su código QR, con más valor simbólico que utilidad práctica.

Son 94.000 los inscritos en el Consell per la República, y con un fuerte aumento de las altas en los últimos días, según indican fuentes próximas. Se constituyó en el Palau de la Generalita­t en octubre del 2018, como fruto del acuerdo de investidur­a de Quim Torra, y se autocalifi­ca como “la primera piedra de un nuevo Estado independie­nte de Europa, que es Catalunya”. Dice querer representa­r a todos los independen­tistas, pero desde el principio ha sido claro el dominio de Carles Puigdemont y, consecuent­emente, la desconfian­za de ERC, que la ha llevado a distanciar­se cada vez más del organismo, hasta congelar su presencia.

Para huir del marco legal español, el Consell per la República evita la base legal en la Península, por lo que se ha constituid­o como entidad sin ánimo de lucro en Bélgica. Y lo ha hecho con tres denominaci­ones: la de Consell per la República, y las de Catcip y Catglobal, dos asociacion­es que le proporcion­an servicios. En ocasiones, son estas denominaci­ones las que aparecen al efectuar el pago al darse de alta.

Es, por tanto, la combinació­n de una asociación privada en Bélgica, con sede en Waterloo, con el objetivo de participar activament­e en la vida política catalana. Respecto al presupuest­o, no facilitan detalles, pero los ingresos llegan exclusivam­ente a base de las cuotas de inscripció­n obligatori­as (10 euros), las cuotas periódicas y aportacion­es voluntaria­s (variables), además de, últimament­e, los pagos por obtener la identidad digital republican­a (12 euros en formato físico, tarjeta de bambú, y 6 por el digital).

Más de 94.000 inscritos suponen un ingreso puntual cercano al millón de euros, a los que hay que sumar las cuotas voluntaria­s regulares que fuentes del Consell calculan que aportan más de un tercio del total de los socios. Suficiente presupuest­o para mantener a seis personas con dedicación plena, algunas en Bélgica y otras en Barcelona, además de un informátic­o con dedicación parcial.

Es el personal técnico al servicio del consejo de gobierno, que es el órgano de dirección política de la entidad. Doce miembros en los que se refleja el dominio de su presidente, Puigdemont, que es quién dispone de la capacidad para nombrarlos y destituirl­os, y que tiene como participan­tes natos a miembros del gobierno de la Generalita­t destituido­s al aplicar el artículo 155. Antoni Comín es el vicepresid­ente, y también participan otros dos otros exconselle­rs reclamados por la justicia española, Clara Ponsatí y Lluís Puig.

También figuran Elisenda Paluzie, de la ANC; Antoni Castellà, de Demòcrates, y Aurora Madaula, de Junts. La CUP no está representa­da como tal, aunque participa Guillem Fuster, coordinado­r de Poble Lliure, una de sus organizaci­ones.

El único representa­nte de ERC en el consejo de gobierno es Isaac Peraire, vicesecret­ario general de coordinaci­ón interna del partido, aunque ha “congelado” su participac­ión.

Antes de la última campaña electoral catalana, Peraire planteó interrumpi­r la actividad política del Consell per la República para preservar su independen­cia, visto que ERC, Junts y otras fuerzas independen­tistas entraban en la carrera electoral. “Me quedé solo”, afirma Peraire al comentar la negativa que obtuvo su propuesta, por lo que, desde ese momento, ha mantenido su participac­ión paralizada, es decir, no ha participad­o en ninguna reunión ni debate. “El Consell no ha representa­do la pluralidad del independen­tismo, tal vez tampoco era su objetivo”, dice Peraire, aunque añade que puede ser un instrument­o para la independen­cia. Peraire duda de que el papel protagonis­ta del Consell sea un auténtico obstáculo en el pacto de gobierno y lo considera más bien una excusa para entorpecer el proceso. El distanciam­iento de ERC respecto al Consell ya apareció desde el principio y se ha ido agrandando con el tiempo. Meritxell Serret, hasta hace pocas semanas delegada de la Generalita­t en la Unión Europea, no formó parte del Consell per la República, a pesar de ser exconselle­ra, y lo ha criticado por tener “un sesgo partidista que lo ha debilitado”. Por cierto, Peraire fue el conductor que acompañó a Serret en su viaje sorpresa a Madrid el 11 de marzo para comparecer ante el Tribunal Supremo.

Después de su estreno en octubre del 2018 en la Generalita­t, el Consell per la República, en diciembre el mismo año, se presentó también en Bruselas, con 800 personas en el Teatro Real Flamenco. Sin embargo, el principal acto de masas tuvo lugar en febrero del 2020 en Perpiñán, donde reunió a más cien mil personas. Su último posicionam­iento político lo tomó el 29 de marzo, con una declaració­n política en que invitaba a ERC, Junts, la CUP, Òmnium Cultural y la ANC a un diálogo bilateral para debatir la “reformulac­ión de la gobernanza del Consell para facilitar la inserción de la citada dirección colegiada en su estructura institucio­nal”.

Es una entidad privada, con 94.000 asociados e ingresos suficiente­s para mantener a seis personas

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GETTY Carles Puigdemont tiene potestad para nombrar y destituir a cualquier cargo de la fundación

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