La Vanguardia

El partido inacabable

- Màrius Carol

AAndrés Calamaro le oí decir una frase que solo puede pronunciar un poeta argentino, no únicamente por su ingenio, sino también por la tristeza que desprende: “La gente está apurada por llegar a ningún lado”. He recordado la expresión viendo cómo las dos fuerzas independen­tistas que se han condenado a formar gobierno sin tener ningunas ganas avanzan en sus negociacio­nes sin moverse. Posiblemen­te porque saben que el camino no les lleva a ninguna parte o a ninguna parte que les gustaría. Uno era consciente de que, como dijo Shimon Peres en Oslo, lo malo de la paz es que se firma con el enemigo. Pero en lo que no había caído es en que, a veces, un acuerdo de gobierno se establece con quien uno más aborrece, a pesar de su proximidad ideológica. O quizás precisamen­te por ello se les hace una montaña el pacto, porque aquellos votos del rival no dejan de ser papeletas que podían haber caído en saco propio. Los republican­os llevan años intentando sustituir a los convergent­es en la centralida­d catalana,

La negociació­n entre

ERC y JXC parece aquel set entre Isner y Mahut que acabó 70-68

y los ya posconverg­entes no soportan que se les coman un espacio del que han disfrutado sin apenas competenci­a.

Y, además, está el distanciam­iento entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, que se evidenció al poco de que formaran gobierno en el pasado y se incrementó a partir del 27-O. El juego de tronos entre Waterloo y Lledoners no da tregua. Hasta las últimas elecciones, Puigdemont llevaba ventaja, pero el último resultado de las urnas se decantó, aunque por poco, en favor del republican­o. Pero el expatriado ha convertido la negociació­n en una carrera de obstáculos. Para humillar al presidenci­able republican­o, para hacer valer su fuerza y quién sabe si incluso para repetir elecciones.

La partida que está jugando el líder de JXC con Aragonès se parece al quinto set entre Isner y Mahut en Wimbledon en el 2010, que acabó ganando el estadounid­ense por 70-68, tras 491 minutos. Los dos quedaron exhaustos, pero también el público, hasta el punto de que la ATP acabó cambiando la regla para que hubiera un desempate al llegar al 12-12. En medio de una descomunal crisis sanitaria, económica y social, tras medio año con un gobierno en funciones y con una urgente necesidad de negociar las ayudas europeas, no se entiende este festival del tacticismo. Presumen de querer mucho al país, pero lo cierto es que lo maltratan.

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