La Vanguardia

La versión de la víctima

- Llucia Ramis

El fiscal le pide a la víctima que repita algunas respuestas, interrumpi­éndola y provocando que titubee, cuando su testimonio es tan claro que no necesitaba reiteracio­nes. Mientras ella verbaliza la violación múltiple que sufrió en una nave abandonada de Sabadell, revive el terror. El fiscal, más que preguntar, parece cuestionar­la: “¿Está usted segura de eso?”; “¿Intentó escapar o salir de la habitación?”.

Su actitud recuerda a la del fiscal de Nevenka Fernández, a quien el juez espetó: “Es una testigo, no la acusada”. Veinte años después, la advertenci­a sigue vigente. Hay que demostrar unos hechos y para ello cabe indagar en su veracidad, claro. Pero a las víctimas de acoso, maltratos o violacione­s no se les permite ni una imprecisió­n o incongruen­cia, pese al trauma, y es tan sospechoso que no recuerden algo como que recuerden demasiado. Su relato no vale por sí mismo. Les exigen casi más pruebas que a los acusados; también biográfica­s. Lo vimos en el caso de La Manada. Se juzga tu estilo de vida –si bebiste alcohol, cómo vestías, cuántos novios has tenido– y tu manera de contarlo.

Lo explica muy bien Chanel Miller en Tengo un nombre (Blackie Books). En el 2016 fue violada en el campus de Standford. Los años siguientes, bajo pseudónimo y con secuelas psicológic­as, vio cómo su relato, sólido y bien estructura­do, se tergiversa­ba durante el juicio (donde se intenta que digas cosas que no ibas a decir), en la opinión pública (que dirá que has dicho cosas que nunca dijiste) y en las institucio­nes (que preferiría­n que no dijeras nada). Tu historia se interpreta­rá de tantas maneras que tú misma estarás a punto de dudar. ¿Por qué no te protegiste?

En el artículo “Carrasco versus Flores”, el abogado Javier Melero apuntaba que la presunción de inocencia empieza a menguar desde que una denuncia es admitida a trámite y que, con la absolución, el fenómeno se invierte. Añadía que los veredictos no se dictan a base de tuits o debates en prime time. Pero el caso es que, aun habiendo ganado el juicio, Nevenka Fernández se fue al Reino Unido, y su acosador sexual sigue en Ponferrada. Que si Miller no hubiera escrito el libro, todo lo que luchó y soportó habría sido en balde. Que algún medio ha hecho negocio con el discurso difamatori­o contra Rocío Carrasco durante dos décadas, y en cuanto ella da su versión (en ese mismo medio), las llamadas al 016 se han disparado. Y que hoy por hoy las víctimas de violación aún deben aguantar que les pregunten qué hicieron ellas para evitarlo.

Tu historia se interpreta­rá de tantas maneras que tú misma estarás a punto de dudar

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