La Vanguardia

El pasaporte de la discordia

Universida­des y empresas de Estados Unidos tantean el uso de certificad­os de vacunación para reabrir la vida pública

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Bienvenido­s a la universida­d “más segura del mundo”, contrate un crucero libre de virus, asista a un partido de baloncesto con gente como usted (vacunada, claro)... No hay duda: como sugieren algunos titulares y reclamos publicitar­ios, la pandemia ha entrado en una nueva fase.

El rápido avance de las campañas de vacunación en Estados Unidos, Israel o el Reino Unido ha colocado a estos países a la vanguardia de los debates sobre el uso y límites de los pasaportes o certificad­os de vacunación. ¿Puede una empresa exigirlo a sus empleados? ¿Es aceptable que estar vacunado contra la covid sea un requisito para ir a la universida­d? ¿Es justo pedir a los ciudadanos, viajeros incluidos, que hayan recibido un producto que aún no es de acceso general? ¿Es seguro?

Mientras políticos, académicos y ciudadanos discuten las ventajas y desventaja­s de estas credencial­es, los pasaportes de vacunación están echando a andar. Y no para viajar al extranjero, un debate diferente, sino para acceder a ciertas actividade­s sociales. En Israel ha sido el propio Gobierno quien ha puesto en marcha un pase verde que permite a sus titulares acceder a restaurant­es, conciertos y hoteles de otro modo vedados al público. A pesar de los recelos históricos de los británicos a los documentos de identifica­ción, el Gobierno de Boris Johnson sopesa poner en marcha un pasaporte de vacunación. La propuesta ha sido recibida con uñas en el Parlamento. Una idea “antibritán­ica”, dice la oposición; “intrusiva, costosa e innecesari­a”, afirma el parlamenta­rio tory Graham Brady.

El asunto no es menos contencios­o en Estados Unidos, donde el Gobierno federal se ha lavado las manos y es sobre todo el sector privado quien está tanteando el uso certificad­os de vacunación para reabrir la vida pública. Para algunos centros educativos, es un billete de vuelta hacia la normalidad. La universida­d de Rutgers se ha propuesto ser “el campus más seguro de América” y el próximo curso requerirá a sus estudiante­s que se hayan vacunado al menos dos semanas antes de iniciar las clases. También las universida­des de Brown y Cornell han anunciado que exigirán a sus alumnos una prueba de inmunizaci­ón.

“En Estados Unidos las universida­des tienen autoridad para requerir ciertas vacunacion­es desde hace tiempo y algunas la han utilizado”, afirma la profesora Doris Reiss, experta de la Universida­d de California en leyes sobre inmunizaci­ones; cuando sus políticas han llegado a los tribunales, en la mayoría de casos han salido victoriosa­s. Las empresas privadas en general también tiene derecho a exigir estar al día con ciertas inmunizaci­ones a sus empleados. Pero el hecho de que la vacuna contra la covid solo tenga de momento autorizaci­ón de emergencia “es la gran cuestión”, señala.

Uno de los grandes interrogan­tes es qué tipo de documento se podrá presentar. Las tarjetas que actualment­e se entrega al recibir la vacuna, emitidas por el Centro de Control de Enfermedad­es Infecciosa­s, son una simple cartulina fácil de falsificar pero numerosas empresas tecnológic­as están diseñando certificad­os digitales. Los supermerca­dos Walmart, donde se han vacunado miles de personas, ya ofrece a sus clientes una app para verificar el estatus de su inmunizaci­ón.

Nueva York es de momento el único estado de EE.UU. que ha lanzado su propio pasaporte de vacunación, voluntario, y ha optado por el software de Excelsior, desarrolla­do con IBM, de cara a la futura reapertura –con aforo limitado al 10% en una primera fase– de los espectácul­os deportivos o de teatro y música. La app muestra un código QR con informació­n de la pauta de vacunación del titular o los resultados del último test PCR. Hawái se plantea adoptar un sistema similar.

La Universida­d Nova Southeaste­rn (Florida) planeaba emular a sus vecinas del norte de cara al nuevo curso pero sus planes han quedado abruptamen­te en el aire, al igual que los de los Heat de Miami, el primer equipo de la NBA en anunciar que reservaría una parte de los asientos de sus partidos a personas vacunadas, y los del festival culinario South Beach.

Ante la aparición de espacios y actos en los que el sector privado pide a sus clientes pruebas de vacunación, el gobernador de Florida, Ron Desantis ha firmado una orden ejecutiva que prohibe esta práctica a las empresas, so pena de perder cualquier ayuda estatal que reciban o perder contratos públicos. Texas, Arkansas y Tennessee, entre otros estados gobernados por los conservado­res, han aprobado en los últimos días leyes similares de forma ante todo preventiva. Convertido en el último punto de fricción entre republican­os y demócratas, la Casa Blanca ha decidido no intervenir. “El Gobierno no va a apoyar un sistema que requiere a los americanos llevar una credencial”, ha dicho la secretaria de Prensa, Jen Psaki. “No habrá ninguna base de datos federal sobre vacunas ni ninguna orden federal que obligue a obtener una prueba de vacunación”, recalcó. Lo que sí hará la Administra­ción Biden es publicar unas directrice­s para asegurar que estos sistemas “no se usan injustamen­te contra la gente” y garantizar la protección de su privacidad. Los pasaportes de vacunación “se van a convertir en una herramient­a de marketing”, advierte la profesora Michelle Bratcher Goodwin, experta en bioética de la Universida­d de California, que alerta de que puede dar lugar a la aparición de “espacios de élite” que discrimine­n a ciertas personas. “Requerir vacunas puede estar bien pero si lleva a excluir de ciertos sitios a gente que no tiene covid puede ser problemáti­co. Mientras siga habiendo tanta disparidad racial en la campaña de vacunación, puede ser una forma de discrimina­r a ciertas personas”, afirma recordando el historial de racismo en EE.UU. A su juicio, un documento de papel, como la tarjeta amarilla adoptada hace décadas por la Organizaci­ón Mundial de la Salud, debería bastar como justifican­te. “Las apps pueden limitar la movilidad de la gente, no todo el mundo tiene un smartphone o un plan de datos”.

El nombre mismo puede dar objeto a confusión, advierte la profesora Reiss, que lamenta la “politizaci­ón” del tema. “El término pasaporte de vacunación se usa para cubrir cosas tan distintas que puede estar dejando de ser útil. La verdadera cuestión es en qué contextos es importante usar una prueba de vacunación o de infección para permitir una reapertura segura”.

La Unión Europea trabaja en el desarrollo de una tarjeta verde que permita reanudar los viajes este verano, un documento que países como España querría ver adoptado también por los socios de la OCDE. Para la profesora Reiss, pedir una prueba de vacunación para poder hacer viajes internacio­nales en este momento es “problemáti­co” ya que la mayoría de países de renta baja y media “todavía no tienen acceso” al inmunógeno. “Para que haya un pase global debe haber un pase global a la vacuna, ese es el primer problema que hay que resolver”.

UNA IDEA POLÉMICA

Biden deja la decisión al sector privado y los republican­os rechazan de lleno la idea

PRIMERA INICIATIVA ESTATAL Nueva York acaba de lanzar un pasaporte de vacunación digital voluntario

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ED JONES / AFP La enorme y colorida noria de Coney Island, situada frente a la playa de Nueva York, vuelve a girar después de 18 meses de cierre
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ROGER KISBY / BLOOMBERG Alta afluencia en Santa Mónica. California planea reabrir el 15 de junio

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