Hacia Barcelona 2023 sin ayuda de nadie
Barcelona 2023 se perfila como una gran oportunidad para el relanzamiento de la ciudad. Coinciden reclamos culturales, científicos, urbanísticos... solo hay que creérselo y asumir que habrá pocas ayudas externas.
En su ensayo Como un ladrón en pleno día (Anagrama), el filósofo Slavoj Žižek menciona Barcelona como una de las ciudades del mundo habituadas a imponer su agenda progresista sea cual sea la orientación política de los gobiernos que tiene por encima. Es una constante histórica: cuando Barcelona ha culminado un proyecto de envergadura ha sido porque su propuesta (siempre público-privada) era tan imbatible que no quedaba otro remedio que apoyarla, pese a haber sido acogida con todas las reticencias del mundo.
Van a hacer falta ahora proyectos muy sólidos para ahuyentar la sensación de debacle económica que se extiende por la ciudad. El último golpe ha sido la confirmación del cierre de una cadena de restaurantes que aportaban actividad económica y dinamismo al entorno del Paral·lel. Habrá más malas noticias en una ciudad que se había vuelto muy dependiente del turismo y a la que perjudica sobremanera la lenta marcha de las vacunaciones.
Para restañar las heridas, recontarse, animarse y debatir lo que está por venir se reunirán la próxima semana en el Disseny Hub de Glòries representantes de la vida social, económica, política y cultural de Barcelona y expertos internacionales en ciudades, como Saskia Sassen, Greg
Clark o Bruce Katz. El título de las jornadas es Barcelona React. Cuando se planificó el evento hace unos meses desde el área económica que lidera Jaume Collboni ,se esperaba que la situación de la pandemia fuera este abril menos traumática, aunque aun así se contempla que los actos sean en parte presenciales.
Ninguno de los protagonistas oculta en privado la preocupación extrema por los meses que se avecinan. Pero así como cualquier individuo tiene derecho a evadirse o a dar un paso atrás cuando falta el ánimo, a las sociedades complejas no les queda otro remedio que promover proyectos para seguir avanzando. Así que se espera que esta tormenta de ideas sirva para definir algunas líneas de futuro.
Además de seguir invirtiendo para paliar la emergencia social, la ciudad tiene el reto de aprovechar las ferias tecnológicas y los eventos culturales de primavera-verano para promocionar su regreso a la normalidad. Ni el Mobile World Congress ni la primera edición barcelonesa del ISE se parecerán a las grandes ferias que fueron en el 2019, pero su mera celebración debe considerarse un acto de resistencia, por mucho que haya quien jalee cada dimisión del MWC como si se tratara de un gol de
Karim Benzema en el campo de entrenamiento de Valdebebas.
El reto de futuro, sin embargo, podría ser convertir el 2023 en el gran año de Barcelona. Recordemos: cincuenta aniversario de la muerte de Picasso y cuarenta de la de Miró (se prepara una gran exposición sobre ambos); centenario de Tàpies y Victòria
dels Àngels; centenario de la visita de Einstein y culminación de la ampliación del Macba, que supondrá de hecho un cambio en el aspecto y usos de una plaza, la de los Àngels, que ha de tener un papel clave en el relanzamiento del Raval como un espacio de cultura y convivencia.
A sumar los avances que hayan podido hacer dentro de dos años Barcelona Tech City y otros operadores tecnológicos para insuflar vida a las calles deprimidas de Ciutat Vella, o las segundas, terceras o cuartas piedras de los proyectos científicos y culturales que han de convertir el parque de la Ciutadella en un polo de ciencia y artes. O las ferias y festivales culturales rindiendo ya a pleno rendimiento.
Por supuesto, como recordaron en estas
páginas Esteve Almirall, Antoni Garrell,
Xavier Marcet y Xavier Ferràs refiriéndose a la proyección económica de Catalunya, el mundo no nos espera. Nadie en el resto de España o en el extranjero verá esa suma de aniversarios como un motivo especial de celebración si no es la propia Barcelona, con su potencial de marca, la que se convence a sí misma de que, tras un 2022 que será de transición, se puede aprovechar el 2023 para resituarse como ciudad emergente (si no hay proyectos, no se atrae talento ni inversiones, y sin ellas no hay empleo de calidad ni mejora social).
Es probable que tenga que hacerse sin el apoyo de una Generalitat que seguirá instalada en el discurso de que no hay vida sin Estado propio (como si Barcelona no hubiera avanzado nada en los últimos siglos) y de un Gobierno central que, ante la espiral de convocatorias electorales que se avecina, puede acabar secuestrado por el poder intimidatorio de un nacionalismo madrileño radical que vive días de gloria de la mano de Isabel Díaz Ayuso. Nada nuevo.