Balas contra corderos
El Madrid exprimió su marca de agua: Modric lanzaba y Vinícius volaba
Antes no era así.
Retrocedamos, por ejemplo, hasta la Quinta del Buitre. Aquel Madrid tocaba y tocaba. Martín Vázquez, Michel, Sanchís, Pardeza y, en punta de ataque, Butragueño, sentían querencia por el balón.
Antes de zampárselo de un bocado, aquellos blancos maduraban al rival a fuego lento.
Luego hubo otros Madriles jugones. La época de los Galácticos tenía su punto. Zidane, Hierro, Guti, Beckham, Figo, Makélélé, Raúl, Roberto Carlos, Ronaldo... Igual que los buitres, también se apropiaban del balón y movían al adversario, que iba de acá para allá como un pollo descabezado: su abanico de recursos era infinito. Los Galácticos entraban por todas partes, atacaban de cualquier manera.
(...)
El Madrid actual no tiene nada que ver con todo aquello.
Para empezar, ni siquiera tiene galácticos.
Nos lo contaba Marc Menchén ayer, en nuestra versión digital: en comparación con el Barça, este es un Madrid relativamente low cost. Se trata de un equipo construido a retales, incluso improvisado, un núcleo que Zidane ha ido recomponiendo una y otra vez, en la intermitencia de varias fases, hasta convertirlo en un ente con identidad propia, a su medida, muy cómodo en su nuevo traje. Este Madrid es virtuoso jugando a la contra.
Hasta el minuto 71 –instante en el que Benzema y Vinícius abandonaban el terreno de juego, ya un pantano impracticable–, el Madrid parecía un acordeón. Lo sufrió Mingueza.
Una y otra vez, la escena era la misma. El Barça toqueteaba en la frontal del área y el Madrid plantaba nueve hombres detrás del balón, un muro infranqueable que agobiaba al Barça, incapaz de abrirle grietas. No circulaba la pelota blaugrana y encima Valverde se solapaba a Jordi Alba: la conexión entre el lateral y Messi quedaba desactivada.
A todo aquel hastío le sucedía el robo blanco. Sucedía en una acción cualquiera de Casemiro. O de Lucas Vázquez.
Y entonces, cada vez ocurría exactamente lo mismo.
El balón llegaba a los pies de Modric y ningún blaugrana cortaba la contra. ¿Para qué están las faltas tácticas, aquellas que, con mayor o menor permisividad arbitral, manejan Casemiro o Kroos? Modric levantaba la vista y Vinícius ya había echado a correr con Mingueza a su estela, desesperado como un cordero en el sacrificio.
El despliegue del Madrid era extraordinario: cada uno sabía hacia dónde moverse.
En uno de aquellos arreones llegaba el primer gol blanco. Cargaba Valverde, llevándose a dos hombres y liberando a Lucas Vázquez, que le acompañó en paralelo sin nadie por delante: avanzó por una autopista, esperando la entrega de Valverde. Al recibirla, le bastó con devolverla al área pequeña para que Benzema rematara de talón.
En el resto de acciones, en su mayoría, intervino Vinícius: así es como torturó a Mingueza, que tantas veces se veía fuera de su zona, demasiado adelantado, demasiado expuesto. Cómo cuesta correr hacia atrás, sobre todo cuando llevas tres minutos masticando, en vano, el balón.
LA CONTRA
Con relación a la Quinta del Buitre o a los Galácticos, este es un Madrid ‘low cost’: roba atrás y arranca