Si es Mingueza quien marca...
Sin noticias de los cracks, el central y Moriba, canteranos y debutantes, llevan el peligro
En la final de Atenas, el Milan estaba descosido por el centro de la defensa. En el gran día le faltaban Baresi y Costacurta, los dos centrales, sancionados. El Barcelona, con Romário, Stoichkov y Begiristain, no supo atacar. Apenas tuvo oportunidades en la capital griega, de donde salió escaldado (4-0). Casi 27 años después, Valdebebas rimó ayer con Atenas. El Madrid no pudo contar con Sergio Ramos y Varane, el eje titular de su zaga. El primero por lesión, el segundo por covid. Pero los de Koeman se mostraron improductivos, sin saber leer dónde debía hacer daño, sin poder en el área contraria. Fueron incapaces de crear peligro real contra Lucas, Odriozola, Militão, Nacho y Mendy.
Cuando empezaron a encontrar grietas en el muro blanco, cuando el Barça se fue a por el empate, los protagonistas fueron los más inesperados, dos chicos que debutaban en el duelo más importante de la Liga, invitados a la fiesta en la que no solo cumplieron sino que les tocó ser las grandes amenazas.
No aparecieron las vacas sagradas en el Alfredo di Stéfano. Si el Barcelona estuvo a unos centímetros de empatar en el 94 fue gracias a dos canteranos que estuvieron cerquísima de conseguir sumar un punto. La tibia de Mingueza recortó distancias y la volea de Ilaix se estrelló en el larguero.
Las mejores ocasiones barcelonistas fueron a balón parado, con el intento de gol olímpico de Messi que acabó en el poste, o llegaron en las botas de Òscar Mingueza y en las llegadas de Ilaix Moriba. En un club que se gasta millones y millones en la delantera, con fichajes a precio de cracks como Dembélé y Griezmann, pero también de puntas de fondo de armario del nivel de Braithwaite y Trincão, la inoperancia fue alarmante.
Igual que pasó en París, faltó un nueve. Allí Dembélé erró tres unos contra unos delante de Keylor Navas que pudieron cambiar el rumbo de la eliminatoria. En Valdebebas, el francés volvió a ser la referencia pero se fue prácticamente sin chutar. Demasiado inocente. El Madrid se protegió con chalecos antibalas pero el Barcelona utilizó pistolas de agua. Así intentar salir airoso del intercambio de golpes es imposible.
Griezmann, de nuevo suplente contra el Madrid –como en la primera vuelta–, entró para jugar la segunda parte. Solo tuvo una ocasión, clarísima aunque estaba en fuera de juego, pero ni así acertó a marcar con su pierna izquierda, la buena.
Por su parte, Messi tiritaba de frío, empapado por la lluvia, pedía ropa seca y se quedó sin marcar por séptimo clásico consecutivo.
De no ser por dos jugadores con dorsal y ficha del filial, el Barça no se hubiera acercado. Dos futbolistas con mucho corazón blaugrana, con mucha historia en la Masia pero con poco peso aún en el primer equipo. Mingueza, que jugaba de lateral, marcó en el punto de penalti con la tibia con un remate poco ortodoxo pero con las entrañas. Después pudo hacer el segundo con un centro chut más potente que colocado. Y forzó la expulsión de Casemiro.
Ilaix salió en el 72 y siempre tuvo ganas de ir a por el partido. Tras el penalti a Braithwaite en el que todos los blaugrana rodearon a Gil Manzano, fue el más joven sobre el campo quien tuvo que pedir a sus compañeros que se dedicasen a jugar y no se concentren en la actuación arbitral. Así llegó la gran ocasión en el 94. Con un control en el pecho y una gran volea a la que solo el larguero le negó el gol cuando ya se cantaba el 2-2. A los 18 años pudo cambiar el clásico aunque no le tocase ni a él ni a Mingueza.
Dembélé falló en París y ayer no chutó, Griezmann fue suplente de nuevo y Messi lleva siete clásicos sin marcar