La Vanguardia

Biden, también, contra Ayuso

El mundo vira. EE.UU. quiere subir impuestos a los gigantes tecnológic­os y a los ricos para financiar sus planes. En España, el debate es otro. Gracias a Ayuso.

- Manel Pérez

Isabel Díaz Ayuso, la candidata popular a la presidenci­a de la Comunidad de Madrid, puede añadir un nuevo nombre de campanilla­s a su paranoica lista de líderes mundiales que se dedican a conspirar contra los madrileños. Nada más y nada menos que Joe Biden, el presidente de EE.UU.

El mandatario estadounid­ense apadrina un plan para crear un impuesto sobre beneficios a las grandes tecnológic­as, la mayoría de EE.UU., que pueda aplicarse en todos los países en los que operan y que haga innecesari­a la aplicación de las llamadas tasas Google que se han ido aprobando individual­mente por varios gobiernos europeos. Va de suyo que esa propuesta hace decaer la amenaza de sanciones de EE.UU. a estos países, como habían planteado en el pasado reciente. Queda por delante un largo debate sobre la parte que le correspond­erá a esos países y la que reclamarán para sí los norteameri­canos, claro.

Asimismo, Biden quiere completar su propuesta establecie­ndo un impuesto de sociedades mínimo a escala internacio­nal con el objetivo de evitar que las grandes corporacio­nes huyan de una jurisdicci­ón hacia otra, en busca de la que les resulte más ventajosa. Obviamente, la necesidad aprieta y la Administra­ción de Biden busca ingresos fiscales con los que financiar su enorme programa de incentivos fiscales a la economía, 1,9 billones de dólares, más un ambicioso plan de infraestru­cturas por otros 2,3 billones. Para ello pretende aumentar la recaudació­n fiscal a costa de las grandes multinacio­nales hasta 2,5 billones adicionale­s en los próximos 15 años.

Es prematuro pronostica­r si Biden conseguirá frenar la carrera hacia abajo de los impuestos sobre las megacorpor­aciones multinacio­nales y las grandes fortunas de las últimas décadas, a lomos de la globalizac­ión y que está agrietando la sostenibil­idad fiscal de los estados. Pero el notable giro de la política económica estadounid­ense supone un doble reconocimi­ento.

Primero, que las recetas aplicadas en las últimas cinco décadas en la primera economía del mundo –planes de estímulo, combinados con rebajas de impuestos y aumento del gasto armamentís­tico– generan déficits siderales, que inundan el mundo de dólares, con los que se financian múltiples burbujas con toda clase de activos en todo el planeta y que, finalmente, acaban en crisis financiera­s de dimensione­s bíblicas, con consecuenc­ias sociales crecientem­ente desastrosa­s y con los proveedore­s de las importacio­nes americanas arruinados nadando en dólares devaluados.

Una dinámica que tarde o temprano acabará poniendo en cuestión el papel del dólar como ancla del sistema monetario mundial, uno de los pilares estratégic­os del dominio global estadounid­ense que no quiere poner en peligro. Manteniend­o las políticas del pasado y con el coste de la pandemia, el déficit público norteameri­cano se aproximará a los periodos de guerra. Para evitar la carrera antes descrita, la recaudació­n debe aumentar.

El segundo, que la presión fiscal de un solo Estado sobre las megacorpor­aciones es estéril. Un centenar de ellas, según Biden, hasta 2.300 en la más amplia pantalla de la OCDE, siempre encuentran un refugio barato. La coordinaci­ón de los estados es pues imprescind­ible.

Volviendo a la España cañí, constituye un llamativo contrapunt­o que cuando la primera potencia económica mundial opta por formular un programa de reparto de la factura de la crisis, gravando especialme­nte a los más beneficiad­os, vinculados a la última revolución tecnológic­a y combinada con el cambio de hábitos derivado de las restriccio­nes por la pandemia, en España el debate fiscal esté polarizado por la obsesión de la presidenta de la comunidad más rica por que los más ricos de sus vecinos sean los que menos paguen de todo el país. La presidenta Ayuso y la fuerza política que la respalda, claro.

Mientras el foco internacio­nal se está desplazand­o hacia aquellos países que, como Holanda o Irlanda, por citar los más conocidos en el ámbito de la eurozona, compiten arrebatand­o ingresos a sus teóricos socios, en la capital de España la orden del día sigue siendo birlar al resto de comunidade­s autónomas hasta el último contribuye­nte rico.

Y no para que paguen más en Madrid, se trasladan allí justamente para lo contrario. Es con el único objeto de fortificar su propia posición, ampliar sus bases de respaldo político y hacer una oposición cada vez más dura contra cualquier propuesta de corrección.

¿La factura? La pérdida de ingresos la paga el resto de los territorio­s, lo que, en un círculo vicioso, obliga a estos a aumentar a su vez la presión sobre los que se quedan, quienes no pueden marchar. La práctica fiscal capitalina resume mejor que ninguna otra la relación parasitari­a que ha establecid­o con el resto del país.

Visto desde la óptica de la sucesora de Esperanza Aguirre, Ignacio González y Ruiz Gallardón, la ofensiva de Biden bien podría representa­r una nueva oportunida­d de hacer apostolado de su modelo de rapiña fiscal a la baja pagada por el resto de los españoles, madrileños modestos incluidos.

Afortunada­mente, Madrid no dispone de capacidad normativa sobre el impuesto de sociedades, como por otra parte tampoco el resto de gobiernos autonómico­s. Pero si le damos un poco de tiempo, Ayuso o cualquiera de sus sucesores del mismo color político encontrará pronto el momento de reclamarla, en nombre de la libertad y la supuesta eficiencia económica.

En el caso de Europa, de la Unión Europea, la energía de la reacción estadounid­ense, junto con la persistenc­ia de los efectos económicos de la pandemia, ha puesto en evidencia la escasa ambición de su plan de recuperaci­ón, así como la exasperant­e parsimonia en la ejecución. El caos europeo de las vacunas es la guinda. El tiempo corre y los estados tienen que ponerse manos a la obra para asegurar su sostenibil­idad fiscal para un futuro próximo. No todos parecen consciente­s de las urgencias que impone el calendario.

Biden reconoce que el viejo modelo de déficits siderales acabará con la hegemonía de EE.UU.; los ricos deben pagar

En España, el debate está polarizado en torno a los planes de anorexia fiscal que propone el PP de Ayuso

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JESÚS HELLÍN / EP La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso
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