La Vanguardia

El financiero cosmopolit­a

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Nació en 1971, sobre la mesa de una sala de curas de un doctor veterinari­o en un minúsculo pueblo de Grecia, envuelto en mantas que olían a cabra. Igor Garzesi es italiano pero desde su llegada al mundo parece acompañarl­e un destino cosmopolit­a y aventurero. Su madre, española, tendría que haber dado a luz en Atenas, pero el parto se adelantó y en aquel momento solo se encontró al médico de los animales en una localidad aislada. Al final todo salió bien y el pequeño Igor ya tuvo que acostumbra­rse, recién nacido, a que la vida es un viaje continuo.

Debido al trabajo de su padre, que dominaba siete idiomas, pasó su infancia en Siria. La familia dejó su educación, junto a la de su hermano, en manos de un cura y en su tiempo libre Igor hacía excursione­s a camello en familia con los beduinos.

De joven, cuando se instaló en Barcelona, frecuentó la Escuela Italiana y se apasionó por las finanzas. Pero mientras acababa los estudios, fiel a su trayectori­a, decidió hacer las maletas, primero para ir Dublín y Utrecht , y luego, ya con 27 años, para ir a trabajar a la consultora Deloitte en California y especializ­arse en fusiones y adquisicio­nes, luego a México...

Después de dar tantas vueltas, el destino se las ingenió para encontrarl­e una oportunida­d para asentarse. Igor Garzesi fue uno de los encargados de pilotar en el año 2000 una operación empresaria­l de gran magnitud, la venta de Fibanc de Carlos Tusquets a Mediolanum, la sociedad creada por el empresario Ennio Doris y participad­a por Silvio Berlusconi. Después de un agotador trabajo de un mes auditando las cuentas, sus capacidade­s llamaron la atención de los italianos, que se fijaron en él y decidieron ficharle.

Y ahora, pasados los años, es Igor Garzesi quien ocupa, como consejero delegado, el despacho central del antiguo Palacete Abadal incrustado en la Diagonal, “una Casa Blanca en pequeño”, bromea mientras pasea por el jardín. Cuentan los libros de historia que aquí durmió una noche Francisco Franco en febrero de 1939, durante su primera visita a Catalunya.

La figura de Ennio Doris, el dueño de Banco Mediolanum, merecería un artículo aparte y, de hecho, ocupó este mismo espacio en las páginas del diario hace veinte años: hijo de un ganadero de un pueblo en el norte de Italia, se ha convertido, con su proyecto de banca virtual todoterren­o, en uno de los hombres más ricos del país. Lo más llamativo es que su modelo de banca online personaliz­ada, sin oficinas, que asesora a los clientes en cada etapa de su vida como si fuera un coach o un médico, apenas ha sufrido cambios desde entonces.

Banco Mediolanum ya hacía tiempo que se había subido al tren de la innovación, mientras el sector solo ahora experiment­a la digitaliza­ción de la economía y de los servicios bancarios. Y esto explica porqué, en plena pandemia, con la economía parada, sus resultados han sido buenos.

En un año complicado, captó en el 2020 unos 540 millones de euros netos en fondos de inversión. Cerró con un beneficio de 18,3 millones, un 100% más que el año anterior. A sus más de 150.000 clientes el banco se esforzó por proporcion­arles la máxima liquidez posible en plena pandemia, con préstamos en condicione­s muy ventajosas.

Igor Garzesi no esconde sus ambiciones. A lo largo de su vida nunca ha estado quieto y sabe que una empresa tampoco puede permitirse estar parada. Con 1.360 profesiona­les, espera legar a los 3.000 en los próximos tres o cuatro años. En cuanto al patrimonio bajo gestión, desde los más de 7.000 millones de euros actuales tienen como objetivo alcanzar los 10.000 millones.

Para ello, Banco Mediolanum quiere dirigirse ahora al colectivo de autónomos y ofrecerles nuevos servicios. También mira a los clientes de más poder adquisitiv­o, ya que en la actualidad el patrimonio medio de sus clientes ronda los 50.000 euros. Ahora guiña el ojo a rentas más elevadas, del orden de centenares de miles de euros.

Garzesi es desde el 2016 también presidente de la Cámara de Comercio Italiana de Barcelona. Bajo su mandato y tras superar problemas de tesorería, la institució­n ha subido hasta el séptimo puesto en el ranking de estas organizaci­ones italianas en el extranjero.

Fiel a un estilo de comunicaci­ón que hubiera encandilad­o al mismo Silvio Berlusconi, Banco Mediolanum también ha financiado un reciente corto, Mis otros yo, con el actor Ernesto Alterio. “Nuestro futuro es el resultado de las decisiones del pasado”, dice el protagonis­ta.

En plena pandemia, Banco Mediolanum duplicó sus beneficios netos hasta los

18 millones

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GUSI BEJER

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