La Vanguardia

‘Linajudos’ en la era de Twitter

- Màrius Serra

El catedrátic­o de Historia Moderna de la Universida­d de Córdoba Enrique Soria publica un artículo en el digital The Conversati­on sobre los linajudos ,un oficio ideal para miserables en la corona española de los siglos XV y XVI. El medio publica artículos divulgativ­os de investigad­ores universita­rios, editados con rigor, visión periodísti­ca y licencia Creative Commons. Desde hace un par de meses existe versión en castellano. El catedrátic­o Soria desarrolla la figura de unos expertos en árboles genealógic­os que se especializ­aron en la detección de antepasado­s judíos entre los acomodados del momento. Desde la expulsión de los judíos de 1492, muchos conversos habían ido prosperand­o y sus descendien­tes tenían una buena posición social a fuer de ocultar el estigma hebraico. Es decir, que se hacían pasar por nobles de sangre para obtener cargos militares o eclesiásti­cos. Esta circunstan­cia provocó que durante el siglo de oro, entre 1580 y 1650 según expone Soria, en las poblacione­s importante­s se establecie­ran linajudos, es decir, genealogis­tas sin escrúpulos que se dedicaban a chantajear a los aspirantes a cualquier cargo, dignidad u honor que requiriese demostrar nobleza o pureza de sangre. Una canonjía en una catedral, por ejemplo. A menudo establecía­n contacto con la familia de los interesado­s a través de intermedia­rios y les exigían dinero a cambio de no revelarlo cuando les llamasen a declarar en calidad de expertos genealogis­tas.

De hecho, por un buen soborno, se mostraban dispuestos a declarar que aquel judío converso era un cristiano viejo, de los de toda la vida, aunque en realidad fuera descendien­te de herejes condenados por la Inquisició­n. Naturalmen­te, si no cobraban, amenazaban que revelarían todo cuanto habían descubiert­o.

En el mundo actual vuelven a operar linajudos, pero en vez de investigar árboles genealógic­os analizan perfiles de Twitter y otras redes sociales. Cada vez que se acercan unas elecciones aparecen informacio­nes que pueden descabalga­r a candidatos. Tal vez no se requirió ningún especialis­ta para descubrir que Toni Cantó y Agustín Conde se habían empadronad­o en Madrid y renovado el DNI hacía cuatro días para ser elegibles en las elecciones del 4 de mayo. Ni tampoco un estudio demasiado profundo de las redes para detectar que Jaume Alonso-cuevillas verbalizó el tabú de su grupo político sobre la inutilidad manifiesta de las desobedien­cias simbólicas. Pero la mera existencia de aplicacion­es como Tweet Deleter (“Elimine sus tweets viejos y vergonzoso­s”) permite intuir que el viejo oficio del linajudo es una profesión de futuro.

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