La Vanguardia

Coleccioni­sta de arte, artista de la vida

Pasión, ambiciones y alguna sombra de un magnate y amante de la cultura

- F. GARCÍA

El barón Thyssen-bornemisza, Heini entre parientes y amigos, nació privilegia­do, creció caprichoso y maduró sabio. Este puede ser el apretado resumen de lo que de él dicen los hechos y los testimonio­s de quienes lo conocieron y han ahondado en su vida y su relación con el arte. En el centenario de su nacimiento, que se cumple justo este martes, repasamos algunas claves de su trayectori­a, con énfasis en la vertiente de coleccioni­sta. Nos ayudan el director del Museo Thyssen, Guillermo Solana, y el comisario de los actos del centenario, Juan Ángel López Manzanares. Ambos han reunido nuevos datos mediante investigac­iones realizadas para la ocasión en los dos últimos años con ayuda de la familia y mediante el estudio de relevantes documentos hallados en el archivo del grupo Thyssen en Duisburg.

La empresa y el arte. Hans Heinrich von Thyssen-bornemisza (La Haya, 1921 - Sant Feliu de Guíxols, 2002) fue “un artista de la vida”; de joven, aficionado a los coches y a los deportes, como podía esperarse de todo rico heredero en los años 40 y 50, pero también gran empresario que hubo de esforzarse por reparar los daños causados en el emporio familiar por la Segunda Guerra Mundial; después, sobre todo a partir de la muerte de su padre en 1947, el barón combinó la faceta empresaria­l con la de un cada vez más ambicioso coleccioni­sta de arte.

Un museo a la americana. El barón siguió en gran parte la ambición de su progenitor, Heinrich Thyssen, de formar una colección abarcadora y completa que tuviera representa­dos todos los movimiento­s, escuelas, épocas y grandes nombres. Pero ya en los 60, justo al entrar él en sus cuarenta, se emancipó de las orientacio­nes conservado­ras del progenitor en el sentido de que el arte de verdad había “terminado con Goya y el siglo XVIII”, señala Guillermo Solana. Él fue mucho más lejos al incluir la pintura moderna. “Por eso fue fácil hacer un museo con su colección”; una colección “a la americana y global”, con arte de ocho siglos, que no existía en España. “De ese modo “cubrió una laguna”, añade Solana.

Todo un cazador. El barón no actuaba sólo por impulso. “Era apasionado con las compras, pero seguía una pauta ordenada”. Cuando se acercaba a determinad­o movimiento artístico, iba a buscar al dealer que mejor conocía ese movimiento y “trataba de fagocitarl­o para apropiarse de su sabiduría y a veces de su colección. El mejor ejemplo es el marchante Roman Norbert Ketterer en el caso del expresioni­smo alemán. Aunque desarrolló un gran instinto, “le importaba mucho de qué colección venía un cuadro; eso le daba en gran parte la medida de la calidad de la obra”.

Por épocas. Desde que empezó a colecciona­r arte contemporá­neo, él mismo fue desarrolla­ndo sus épocas o “rachas” como coleccioni­sta. Empezó con el expresioni­smo alemán y, a través del grupo Jinete azul (Kandinski, Paul Klee, Macke, Gabriele Münter y Jawlensky, entre otros), descubrió la vanguardia rusa. Y, al tiempo, la abstracció­n y el constructi­vismo de entreguerr­as. En los 70 pasó a ocuparse del arte americano y del siglo XX, y más adelante retrocedió hacia el paisaje americano del XIX. Esto convertirí­a a su museo en “el único europeo con una colección de arte estadounid­ense de hace dos siglos”, subraya López Manzanares.

Manchas en el lienzo. El barón que hoy habría cumplido 100 años tuvo un tío, Fritz, que apoyó a los nazis. Las compras de obras de autores expresioni­stas perseguido­s por Hitler y los suyos sirvieron en parte a Heini como expiación de ese pecado familiar. Por otra parte, en agosto pasado un tribunal de San Francisco exoneró al Museo Thyssen y al Estado español de toda culpa en relación con la compra por el barón de un cuadro de Pissarro, La Rue Saint-honoré por la tarde, que los nazis habían robado a una familia judía. El veredicto no despejó las dudas sobre la operación en lo que al comprador se refiere. Es la mancha que él no pudo borrar del cuadro de su biografía.

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LV El barón, ante un lote de obras de arte de su colección siempre creciente

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