“El toxicómano quiere arreglar su dolor ya”
Javier Giner relata en ‘Yo, adicto’ su descenso al infierno de las adicciones y cómo lo superó
Un descenso a los infiernos. De la adicción al alcohol, a la cocaína y al sexo. Y un resurgimiento. Un largo proceso de desintoxicación que no es solo de sustancias sino sobre todo de ideas y emociones. De las que llevaron al guionista y director Javier Giner a una espiral autodestructiva repleta de dolor, de culpas, del sentimiento de ser un farsante, ser defectuoso. Tocó fondo cuando su madre tuvo que presentarse en un hostal a pagarle prostitutos, droga y habitación. Salió destrozada. Ante su dolor, Giner entendió que necesitaba ayuda. Ha pasado doce años viviendo sobrio y publica ahora Yo, adicto (Paidós). Un relato de su caída en la enfermedad de la adicción y de su salida que es todo un viaje al autoconocimiento y al perdón con el que no es necesario ser adicto para identificarse.
Un Giner que está aún incendiado por las declaraciones de Miguel Bosé a Jordi Évole. “Es muy irresponsable. Si ha estado 20 años tomando dos gramos diarios de cocaína, que no cuente la película de que un día subiendo al escenario tuvo una epifanía y se quitó de todo, que todo está en la mente. Si has pasado por un problema así, explica a la gente que debe pedir ayuda, no se sale solo. Es una enfermedad y no dejas de estar enfermo porque quieres, sino porque te ayudan”.
Porque el autor remarca que “estar enganchado a las drogas no es la adicción, sino el síntoma de la adicción. La verdadera enfermedad es emocional, todos esos sentimientos que te llevan a buscar una escapatoria que te apresa aún más”. Las adicciones, reconoce, son “una especie de batidora donde entran inseguridades, ansiedades, complejos o los mensajes del exterior”, aunque en la base, señala, hay “una bajísima tolerancia a la frustración y la necesidad de gratificación instantánea: siento dolor y lo he de arreglar ya. El toxicómano tiene baja tolerancia a la frustración porque piensa que la vida debería estar libre de dolor, que deberíamos poder controlarla y obtener siempre lo que queremos”.
Y el proceso de desintoxicación, dice, es un proceso de desaprendizaje de sentimientos, emociones e ideas, como la homofobia interiorizada que sentía pese a vivir libremente su homosexualidad. “El proceso de superar la adicción es el de aprender a quererte y así aprender a querer a los demás. Aprender a perdonarte y a aceptarte, con luces y sombras”, asume. Y advierte que el problema está extendido: “Vivimos en una sociedad profundamente adictiva y hay mucha gente adicta que no es consciente de que lo es”.