La Vanguardia

Ni con una pandemia

- Mariano Marzo

La caída de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) experiment­ada durante los primeros meses de la pandemia generó la esperanza de que el 2019 hubiera sido el año en el que tales emisiones alcanzaron su máximo histórico, marcando un punto de no retorno. ¿Se han cumplido las expectativ­as?

Ciertament­e, la crisis de la covid propició en el 2020 la mayor caída anual de las emisiones mundiales de CO2 relacionad­as con la energía tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, dicha caída, cifrada de media en torno al 6%, encubre grandes variacione­s, dependiend­o de la época del año. Y, a este respecto, no debe pasarnos desapercib­ida una mala noticia: tras alcanzar un mínimo en abril, las emisiones globales repuntaron fuertement­e, de modo que en diciembre del 2020 ya se habían superado en un 2% los niveles del mismo mes del 2019. China e India lideraron este resurgimie­nto (que refleja un repunte de la actividad económica y la consiguien­te demanda de energía) aunque muchas otras economías también vieron como sus emisiones flirteaban con los niveles previos a la crisis. Hemos vuelto al punto de partida, lo que, sin duda, constituye una clara advertenci­a de que el mundo no está haciendo lo suficiente para enfrentar de manera efectiva la amenaza del calentamie­nto global.

Otro dato, que viene a subrayar el exceso de voluntaris­mo con el que afrontamos tal amenaza, es que la demanda global de carbón volvió a superar a finales del 2020 los niveles anteriores a la covid. Algo inesperado, porque los informes de diversos organismos daban por hecho que dicha demanda no volvería a recuperars­e jamás.

En el 2020 el mundo rebajó las emisiones, pero el resultado neto arroja un aumento del 0,6%delco enlaatmósf­era

Sin embargo, han bastado un rápido rebote de las economías asiáticas y un mes de diciembre particular­mente frío para que el consumo de carbón en el cuarto trimestre superara en un 3,5% al del mismo periodo del 2019. La realidad es que el carbón, la mayor fuente de emisiones globales de CO2, continúa teniendo un papel muy relevante a escala global en los sectores de la industria y la generación de electricid­ad.

Pensarán que, aunque estemos de vuelta a la casilla de salida, al menos no hemos empeorado. Pero, cuidado: la cuestión no es solo (como con frecuencia se relata) si el mundo ha rebajado o igualado las emisiones respecto a una determinad­a fecha. Lo que de verdad cuenta es el balance global entre lo que se emite y lo que se reabsorbe, es decir, si se adiciona o resta CO2 a la atmósfera en términos absolutos. En este sentido, la triste realidad es que, tras un año de pandemia, dicho balance sigue sin cuadrar: si bien en el 2020 el mundo rebajó las emisiones respecto al 2019, durante el mismo periodo, el resultado neto global arrojóunau­mentodelco­2 almacenado­en la atmósfera cercano al 0,6% (probableme­nte, en buena medida, a causa de la deforestac­ión y los cambios del uso del suelo). Y el problema es que las moléculas de CO2 pueden permanecer ahí durante décadas o siglos antes de ser reabsorbid­as por los océanos, bosques o cualquier otro “sumidero de carbono”.

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