La Vanguardia

“Sacrificam­os la felicidad por la colección”

Carmen Cervera, baronesa Thyssen, coleccioni­sta y mecenas

- Carmen Cervera BARONESA THYSSEN Y MECENAS

En el centenario del nacimiento del que fue su esposo, el barón Hans Heinrich von Thyssen Bornemisza, la baronesa Carmen Cervera comparte con La Vanguardia, en entrevista telefónica desde su casa de Andorra, los buenos recuerdos que de él guarda en lo personal y respecto al trabajo conjunto en la consolidac­ión de la que ella considera “la colección más importante del mundo después de la del Prado”. Un trabajo grato pero también “duro a veces”, subraya.

¿Cómo está? ¿Cómo vive estos difíciles tiempos en pandemia? Estoy bien. Para todos es un momento complicado que nos ha enseñado a valorar mucho más la salud, la libertad y la solidarida­d en nuestras vidas y en nuestro mundo.

Es el momento de rememorar la figura del barón. ¿Cuáles son los recuerdos que más le vienen a la memoria?

Los mejores están ligados a rasgos de su personalid­ad y su talento para mejorar la vida ajena desde su amor a la belleza manifiesta­da en el arte.

¿Puede concretar esos rasgos?

Era un hombre muy divertido. Él y Borja (hijo de ella) solían hacer travesuras juntos. También era muy sensible, muy romántico. Nos gustaba mucho charlar. En Villa Favorita (la mansión de Lugano), solíamos hablar con música de fondo en un saloncito por cuya ventana veíamos el lago y la luna que brillaba sobre el agua. Bailábamos un poco. Nos quedábamos hasta las dos o las tres de la mañana. Eran nuestros mejores momentos, porque no parábamos de viajar por el mundo.

Él se mostraba orgulloso de sus actos de “diplomacia cultural”.

Sí, sobre todo del intercambi­o con los soviéticos en 1983: el más importante de la historia desde la revolución rusa, que permitió traer por primera vez a Occidente, a Lugano, los mejores cuadros de los museos Hermitage y Pushkin. Después, la National Gallery de Washington quiso hacer la misma exposición y, cuando los rusos dijeron que no, los americanos pidieron ayuda a Heini,

que logró que Moscú les prestara la mitad de lo que vino a Lugano.

Ustedes entablaron una relación especial con los soviéticos.

¡Y tanto! Recuerdo cuando Raisa Gorvachova me cogió de la mano allá en Moscú. Luego, tres días después en su visita a Estados Unidos, hizo lo mismo con Nancy Reagan, pero conmigo fue antes (ríe). Sí, con ella y su marido mantuvimos una relación muy bonita, basada en el arte. Fueron buenos tiempos. Y ojo, que para lograr todo eso se trabaja mucho. Heini nunca quería viajar sin mí. Y nunca dejé de acompañarl­e; entendía que me necesitaba.

Parece orgullosa.

Es que me siento muy responsabl­e y satisfecha de que la colección esté en España. Fueron ocho años de lucha. Los herederos no querían que la colección viniera. Tenían sus legítimas (partes legales de la herencia) y hubo que pelear duro con los abogados. Al final se pudo porque mi marido destinó a los herederos, directamen­te, el dinero que el Estado le pagó por la que hoy es la colección permanente (350 millones de dólares por 775 obras). Pero en esos ocho años Heini y yo sufrimos mucho. Dejamos de ser felices. Nos quedamos sin tiempo para nosotros Yo renuncié a todo para que el museo estuviera como hoy está.

Pero se quedó con una buena colección particular.

Sí, pero con los cuadros que teníamos para nosotros se hizo una subasta con la familia. El Mata Mua de Gaugin lo adquirió Heini dos veces . Primero a medias con Jimmy Ortizpatiñ­o, que estaba muy interesado y con el que se puso de acuerdo. A los cinco años, Jimmy dejó de ser coleccioni­sta y ofreció vender su parte de la obra a mi marido. Pero Heini

era muy justo y, para poder ofrecerle un buen precio, organizó una subasta donde la incluyó. Me tocaba a mí pujar la primera. En la primera ronda no lo hice, confiando en que los herederos no dieran el valor que nosotros dábamos al cuadro. Esperé a la segunda ronda y, efectivame­nte, al final pudimos comprarlo.

En enero se anunció el esperado acuerdo para el alquiler de su colección privada (425 piezas, por 6,5 millones al año) y la vuelta del

Mata Mua después de que se lo llevara a Andorra en junio. Pero el acuerdo aún no está firmado. ¿Hay algún fleco importante?

Todos los temas fundamenta­les están acordados y solo restan algunas concrecion­es y trámites burocrátic­os. José Manuel Rodríguez Uribes es un gran ministro. Y la vicepresid­enta Carmen Calvo, que también ha sido ministra de Cultura, sabe de qué va esto. Firmaremos.

¿Cuándo podremos ver el Mata Mua en Madrid?

Espero que muy pronto se cierren esos flecos y trámites y todos podamos disfrutar del Mata Mua y del resto de la Colección Carmen Thyssen en España, como siempre ha sido mi voluntad. Tenga en cuenta que me habían ofrecido 250 millones de euros por el Mata Mua y decliné. Porque, después de que mi marido y yo lucháramos tanto porque la colección se quedara en España; después de tener prestada la mía gratuitame­nte desde el año 92 (gran parte de esas 425 piezas), no sería justo que ahora me la llevara.

Después de los 15 años de alquiler, el Estado tendría la opción de compra por más de mil millones...

A saber dónde estaremos entonces. Ahora vamos a proteger la colección 15 años, para el museo y para el público. Claro que me gustaría ver esos cuadros colgados en mi habitación, al despertarm­e. Y tengo cuatro casas hipotecada­s por mantener la colección. Pero lo esencial es que esas bellas obras de grandes maestros puedan ser disfrutada­s por todos, por la humanidad. En conjunto, es la colección más importante del mundo, después de la del Prado. Son obras muy bien elegidas, y van desde el siglo XIII hasta hoy.

Sigue colecciona­ndo y abriendo centros. ¿Qué planes tiene?

Ya no puedo seguir adquiriend­o obras de alta cotización internacio­nal porque los precios están desorbitad­os. Pero estoy muy ilusionada con nuestros museos. Y ahora muy especialme­nte con la próxima apertura del dedicado a pintores catalanes en Sant Feliu de Guíxols.

FIRMA INMINENTE

“Solo faltan flecos para firmar el alquiler de mi colección y que veamos de nuevo el ‘Mata Mua’”

LA PUGNA POR LA COLECCIÓN

“Los herederos no querían que la colección viniera a España. La lucha duró ocho años”

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 ?? CHEMA CONESA ?? Los barones Thyssen posan en su mansión Villa Magna, en Lugano (Suiza), junto al Arlequín con espejo de Picasso. La imagen es de 1989
CHEMA CONESA Los barones Thyssen posan en su mansión Villa Magna, en Lugano (Suiza), junto al Arlequín con espejo de Picasso. La imagen es de 1989

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