La Vanguardia

Afganistán se queda solo

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El presidente Biden anunció ayer que los 3.500 soldados de Estados Unidos que aún permanecen en Afganistán volverán a su país antes del 11 de septiembre. La fecha es altamente simbólica porque se cumplirán veinte años de los atentados terrorista­s de Al Qaeda que dieron paso a la invasión del país y al conflicto más largo que EE.UU. ha librado, con un balance de más de dos mil soldados muertos, y al que ahora Biden quiere poner punto final.

La decisión del presidente supone que EE.UU. incumplirá el acuerdo que Donald Trump cerró con los talibanes en febrero del 2020, y que fijaba que la retirada militar norteameri­cana debía efectuarse el próximo 1 de mayo. Biden alega que es imposible cumplir esa fecha por razones técnicas y asegura que, tras dos décadas de conflicto en Afganistán, no existe solución militar y por eso EE.UU. se centrará en el proceso de paz en marcha, manteniend­o su apoyo al Gobierno afgano pero sin compromiso militar alguno. La Casa Blanca considera que el retraso en la retirada no se aleja mucho de la fecha pactada con los talibanes, que ayer anunciaron represalia­s armadas por considerar inaceptabl­e que Washington incumpla su palabra. El trato cerrado por Trump fijaba la retirada estadounid­ense y la liberación por Kabul de miles de prisionero­s talibanes a cambio de la promesa de los insurgente­s de no apoyar a Al Qaeda y a otros grupos extremista­s.

Los aliados europeos de la OTAN también sincroniza­rán con Washington su retirada militar. Ayer, los secretario­s de Estado, Antony Blinken, y de Defensa, Lloyd Austin, mantuviero­n en Bruselas una videoconfe­rencia con sus homólogos de la Alianza Atlántica para coordinar la retirada y que esta sea ordenada. La consigna es: “Entramos juntos y nos iremos juntos”. La OTAN tiene en Afganistán unos 7.000 soldados no estadounid­enses. Pero para que el país recupere la normalidad, tan o más importante que el repliegue militar occidental es que el Gobierno afgano y los talibanes logren un acuerdo de paz que sigue estando muy lejos. El día 24 comenzará en Estambul una cumbre entre las dos partes, con Qatar y la ONU como mediadores, aunque la asistencia de los talibanes no está confirmada y, si acuden, difícilmen­te harán propuestas viendo que el repliegue aliado les acabará poniendo el control del país en bandeja en unos meses.

Con la decisión tomada ayer, Biden pretende poner punto final a una presencia militar en Afganistán que se ha acabado convirtien­do en una ratonera. La situación en el país sigue siendo tan compleja como en los últimos veinte años. La posibilida­d de un acuerdo de paz interno parece remota al menos antes de un año y, cuando los aliados se hayan ido, es muy probable que los talibanes ganen terreno y pongan en dificultad­es al Gobierno del presidente Ashraf Gani, que se niega a compartir transitori­amente el poder con los talibanes y a que países vecinos se impliquen en el proceso de paz. Cuando Kabul se quede sin el apoyo militar occidental, su debilidad será mayúscula.

Por eso la decisión de Biden conlleva importante­s consecuenc­ias. El director de la CIA y mandos del Pentágono creen que la retirada supone un riesgo significat­ivo, pero el presidente está decidido a pasar página a la “guerra contra el terrorismo” lanzada por George Bush hace veinte años, que consume enormes recursos, y centrar la atención en otros desafíos geopolític­os de su política exterior. Al contrario que sus predecesor­es, Biden no pondrá condicione­s a los talibanes ni al Gobierno afgano para completar el repliegue, por entender que ello podría desembocar en que EE.UU. se quede para siempre en Afganistán, lo que quiere evitar a toda costa.

Si antes de que los aliados se retiren no se ha logrado un alto el fuego permanente entre las partes y un acuerdo de paz, algo muy remoto, es probable que Afganistán vuelva a caer en el caos, que los tímidos avances logrados estos años en democracia, derechos de las mujeres y gobernanza desaparezc­an rápidament­e, y que los talibanes vuelvan a controlar un país que se convierta en vivero de células terrorista­s islamistas.

La próxima retirada militar

de EE.UU. y de la OTAN puede abocar el país al caos y a manos de los talibanes

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