La Vanguardia

Terrible pérdida

- EMILIO CUATRECASA­S

No andamos sobrados de personas con su ilusión y energía, capaces de contagiarl­a a los demás para animarlos a construir proyectos que dejan huella o cambian cosas. Personas que nos enseñan a ser mejores. No me correspond­e glosar su trayectori­a, pero el mundo empresaria­l siempre estará en deuda con Marian Puig. Hizo mucho, muchísimo sin alzar la voz. Evitó el conflicto tanto como amó la concordia e hizo de la búsqueda del consenso un oficio que, en él, se convertía en arte. No he conocido a personas que tuvieran su autoridad sin reclamarla o imponerla.

Una autoridad silenciosa que brotaba de la elegancia con la que utilizaba su sentido común enriquecid­a con humor fino y nunca hiriente, y amplificad­a por el respeto que suscitaba su trayectori­a imponente y extensa. Marian ha sido un hombre discreto, afable, cercano, inteligent­e, familiar y comprometi­do. Humano con todos sin distinción de rangos o clases. Le he conocido tan preocupado por el progreso de su país como por la operación de columna de una colaborado­ra americana o por hacernos llegar a sus amigos los tomàquets del huerto familiar, antes de que perdieran su frescura. Así era él. Su acción al frente de foros e institucio­nes internacio­nales, algunas de ellas fundadas por su empeño, así como sus logros empresaria­les, sociales, filantrópi­cos y universita­rios han dado brillo a nuestra identidad nacional, dentro y fuera de nuestras fronteras. El Less is more que nos legó Mies, bien podría haber sido el lema de su actitud y de su vida. Para mí ha sido un día muy triste, Marian. Pierdo a uno de mis grandes referentes y a una de las personas que más me ha ayudado. Siempre te recordaré.

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