“Ya lo verán en el concierto si prevalece el amor o la muerte”
Javier Perianes, pianista, actúa hoy en el Palau
Unicamente un pianista como Javier Perianes puede asumir con soltura ser el colofón de la espectacular lista de grandes solistas del piano que han pasado los últimos días por el Palau de la Música Catalana (Sokolov, Trifonov, Kissin, Schiff), y dejar el estandarte español bien alto. El músico onubense no ha parado desde que el 20 de junio del 2020 diera su primera concierto de pandemia con la ONE y en streaming. Desde entonces ha tenido actividad regular no sólo en España, también en Japón, en Francia, con el director François-xavier Roth y la orquesta de Lille, o en Bélgica con Herreweghe y la orquesta de Amberes. Hoy (20 h) llega a Barcelona pertrechado con un programa que aborda un binomio esencial del Romanticismo –El amor y la
muerte: Beethoven, Chopin, Granados y Liszt– y que a priori suena luctuoso. El martes lo mostró en Madrid y el resto de la gira por EE.UU y Montréal, el Wigmore Hall de Londres, Abu Dhabi, Alemania e Italia tendrá que esperar.
¿Y dice que no lo pensó para estos tiempos de pandemia sino hace ya dos años?
Sí, no pretende ser un homenaje a las víctimas aunque para algunas personas del público puede tener ese significado y ser un bálsamo. Para mí es un programa fascinante. Lo diseñé con el musicólogo y amigo Luis Gago, con quien hablamos de tomar como base la Sonata núm. 2 de Chopin con su Marcha fúnebre que yo grababa para Harmonia Mundi. Y me apetecía entrar en el mundo de Goyescas de Granados. Entre Luis, mi esposa también pianista y yo lanzamos ideas programáticas. Añadimos la Sonata núm 12 de Beethoven en la que se inspira Chopin, y de Granados escogimos la balada El amor y la muerte, cuyo título va perfecto. Luego los Funerailles de Liszt eran un buen colofón. En este orden funcionaba bien la conocida pareja de la poesía, la música, las bellas artes... esas constantes que son el amor y la muerte.
¿Quién gana al final?
Ya lo verán en el concierto si prevalece el amor o pesa lo fúnebre. Curiosamente las sonatas acaban con un movimiento jovial, sobre todo Beethoven. Y los primeros movimientos de Chopin no pueden ser más líricos pero extrovertido. Y luego Liszt, con esas piezas tan cinematográficas y un cuarto movimiento tan enigmático.