La Vanguardia

Planetas y helados

- Julià Guillamon

En estos últimos meses hemos asistido (de lejos, como todo) al boom de Regina Giménez (Barcelona, 1966). Por las redes sociales nos han ido llegando noticias de una gran exposición de sus obras recientes en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. Giménez toma atlas, libros escolares, selecciona los gráficos estadístic­os, los cambia de escala e interviene en ellos con el pincel. Por ejemplo: un gráfico comparativ­o de los diferentes tamaños de los planetas del sistema solar. Elimina la leyenda, se queda con los círculos de los planetas, pinta encima y trabaja un poco la textura. No tanto como en otras etapas, en las aplicaba el frottage sobre les fotografía­s pintadas para que pareciesen reliquias de quien sabe qué mundos. Sacados de contexto, ya no vemos planetas, ni eclipses, ni órbitas: vemos una composició­n geométrica que muestra el orden subyacente en las cosas. Se ha creado una gran expectativ­a. Una amiga no ha parado hasta tener una de sus litografía­s, una periodista que me entrevistó el otro día quedó maravillad­a cuando le dije que nos conocíamos.

Este es un país en el que los artistas de la abstracció­n geométrica no se han ganado nunca la vida. En lo que somos realmente buenos es haciendo garabatos. Incluso Enric Planasdurà (1921-1984), que es nuestro artista geométrico principal, introduce el movimiento en muchas de sus composicio­nes: un orden que baila. En cambio, el arte de Regina Giménez es equilibrad­o, aplomado, alejado de los esquemas cinéticos. Entre los pintores del siglo XX hace pensar en Auguste Herbin, con quien comparte la potencia gráfica. La diferencia es que Regina Giménez hace pasar la abstracció­n geométrica por el arte conceptual. Cuando cubre el fondo de una lámina astronómic­a, crea un vacío con un significad­o simbólico: el vacío del espacio y la inmensidad del tiempo. Por encima de estas complicaci­ones transcende­ntales, introduce un componente de hedonismo. Las redondas de los planetas son como los topos de un vestido deseado o como un helado de dos bolas, las rayas de colores alternos recuerdan las sombrillas playeras y los toldos de los garitos de souvenirs, los anillos de Saturno son flotadores de piscina. En la exposición El sol i la taula, que se presentó en Can Palauet de Mataró antes de la pandemia, los planetas del sistema solar, convenient­emente escalados, inspiraban una colección de mesitas de parvulario. Daban ganas de arrodillar­te a colorear con lápices Alpino. Como muchos de nosotros, Giménez es hija de la teoría de conjuntos y de la pedagogía activa. Por eso, de mayor, se ha interesado en Bruno Munari.

Pues bien, todo este mundo tan atractivo desde el punto de vista visual y conceptual, ahora tiene un libro de gran formato, Geo-gràfics (Zahorí Books) en el que Regina Giménez da la vuelta de campana: toma sus dibujos de encicloped­ia descontext­ualizados y los vuelve a contextual­izar. El libro es un atlas estadístic­o sobre la Tierra y el Universo, con los últimos datos de la NASA y del Banco Mundial. Pero, sobre todo, es una preciosida­d. Un gran libro de Sant Jordi.

En estos últimos meses hemos asistido (de lejos, como todo) al boom de Regina Giménez con una gran exposición y un libro

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