La Vanguardia

La batalla de Madrid pone a prueba los planes de Sánchez y Casado

Ayuso señala al presidente del Gobierno como contrincan­te en la pugna entre izquierda y derecha

- Enric Juliana Madrid

Murcia tendrá su lugar en la historia de los años veinte en España. Una década de desenfreno cuando acabe la epidemia, sostienen algunos sociólogos adictos a la teoría del péndulo. La pequeña región de Murcia ha propiciado en las últimas semanas una serie de carambolas que pueden acabar modificand­o el rumbo de la política española. Tendremos noticia de ello el día 4 de mayo por la noche cuando se conozcan los resultados de las elecciones en la Comunidad de Madrid.

En febrero de 1992, un conflicto laboral en la región murciana avisó que por debajo de los grandes fastos de aquel año (Expo de Sevilla y Juegos Olímpicos de Barcelona), el Partido Socialista estaba empezando a perder base obrera como consecuenc­ia de la reconversi­ón industrial. La Asamblea Regional de Murcia, con sede en la ciudad de Cartagena, resultó parcialmen­te incendiada después de una manifestac­ión de protesta sindical, de la que pronto se pasó página. En 1993, Felipe González se quedaba sin mayoría absoluta, y en 1995, el PSOE perdía la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana, la región de Murcia, Aragón y La Rioja, así como numerosos ayuntamien­tos. Empezaba el tiempo de José María Aznar, asesorado por un joven periodista vallisolet­ano llamado Miguel Ángel Rodríguez, ambos llamados a formar parte del eterno retorno madrileño.

Casi treinta años después se ha vuelto a encender el piloto de la región murciana y aún no sabemos para quién es el aviso. Aparenteme­nte advierte a la coalición de izquierdas que gobierna España después de un fatigoso año de epidemia, que ha erosionado seriamente a ejecutivos europeos que parecían mucho más sólidos. Véase el caso de Alemania cuando solo faltan seis meses para las elecciones federales de septiembre. Hace medio año, la coalición conservado­ra CDUCSU parecía imbatible, hoy corre el riesgo de perder. Diríase que en una parte importante de la sociedad madrileña, la que alza más la voz, hay muchas ganas de castigar a las izquierdas coaligadas, cuya base electoral principal hace años que ya no está en Madrid.

La derecha social madrileña cree instintiva­mente que ha llegado el momento de devolver el golpe al hombre que hace tres años expulsó del poder a Mariano Rajoy mediante una moción de censura apoyada por todas las fuerzas periférica­s, aprovechan­do la primera sentencia del caso Gürtel. Una moción de censura humillante para las derechas. La eterna batalla hispánica: centro y periferia disputándo­se desde hace siglos la conducción del país. En esa eterna pugna histórica, los movimiento­s en falso suelen pagarse caros. La fracasada moción de censura impulsada por Ciudadanos y el PSOE en Murcia ha dado pie al adelanto electoral madrileño y ahora las encuestas no son buenas para la izquierda.

Está cristaliza­ndo un “momento Ayuso” en el que se superponen distintos intereses, capas y materiales. El hartazgo social después de más de un año de restriccio­nes. La fuerte movilizaci­ón política y emocional de la derecha madrileña ya demostrada en el reciente ciclo electoral (generales, autonómica­s, municipale­s y europeas del 2019), en las que el bloque Pp-ciudadanos­vox ganó en todas las citas y arrebató a la izquierda la preciada alcaldía de Madrid. La habilidad propagandí­stica del equipo de Ayuso, pilotado por Miguel Ángel Rodríguez: no dejes de ser protagonis­ta en ningún momento. El fuerte apoyo mediático (especialme­nte televisivo) a la candidatur­a de la presidenta. Una fiscalidad fenomenal para las rentas altas y medio-altas. Una estrategia de confrontac­ión sistemátic­a con el Gobierno durante la epidemia, táctica adversa para Ayuso en los momentos más grave de la alarma sanitaria, pero beneficios­a ahora, cuando la gente espera, ansiosamen­te, que todo acabe de una vez. Una apelación constante al orgullo madrileño: si los otros se sienten distintos, nosotros, también. El orgullo de haber superado a Catalunya, por unas décimas, como principal motor económico del país. El mito de un Madrid imparable al que todos critican por envidia. El miedo a que las izquierdas suban los impuestos y acaben con el oasis. El apoyo de bares, restaurant­es y proveedore­s, excelentes propagandi­stas en campaña electoral. La debilidad orgánica del PSOE en Madrid, trabajada a conciencia durante años por el propio partido. Un candidato socialista, Ángel Gabilondo, que hace dos años que quiere abandonar la política y todo Madrid lo sabe. La escisión entre Unidas Podemos y Más Madrid, que determinó la pérdida de la alcaldía de Madrid; un cisma bizantino, animado por no pocos medios de comunicaci­ón, que sólo entienden sus principale­s protagonis­tas. La desmoviliz­ación crónica de una parte del electorado como consecuenc­ia de la pasión cismática de las izquierdas. Y por último, aunque no lo último: la existencia de un modelo social hegemónico, que va de la educación al

EL DETONANTE

El error del PSOE en Murcia puede desatar un temporal en la política española

IMPREVISIÓ­N TÁCTICA

Los socialista­s maniobraro­n en Murcia sin prever la reacción en Madrid

ALCANCE DEL 4 DE MAYO

Las elecciones en Madrid se convierten en una prueba para el Gobierno Sánchez

LOS SONDEOS

Las encuestas detectan una gran movilizaci­ón del electorado conservado­r

LA CANDIDATA FAVORITA

El fenómeno Ayuso cristaliza intereses y orgullos del Gran Madrid

ÁNGEL GABILONDO

El PSOE presenta un candidato que hace dos años que quiere retirarse

LA CLAVE PROPAGANDÍ­STICA

El PP ha descubiert­o un mensaje potente: “Madrid también es diferente”

LA OTRA IZQUIERDA

El cisma entre Podemos y Más Madrid ya les hizo perder la alcaldía

urbanismo, trabajado a conciencia por el Partido Popular durante veintiséis años ininterrum­pidos. En definitiva, un diseño estratégic­o: convertir Madrid en la tumba del Gobierno Sánchez.

El 4 de mayo empezó en Murcia. ¿Por qué el PSOE quiso mover el tablero en Murcia en plena alarma sanitaria? Quería resucitar a Ciudadanos después de su fracaso en Catalunya. Se pretendía dejar a Pablo Casado a los pies de los caballos de Vox. Bajarle los humos a Unidas Podemos. Empezar a dibujar el escenario de un posible adelanto electoral en el momento en que la economía española comience a levantar cabeza. La gestión de los fondos europeos en manos del PSOE y el PP en manos de Vox. Esta era la hipótesis de trabajo.

El PP murciano resistió y la carambola resultante ha acabado de hinchar el fenómeno Isabel Díaz

Ayuso, la chica del barrio de Chamberí que planta cara a las izquierdas comunitari­stas abriendo bares y restaurant­es mientras otras autonomías los cierran por temor a los contagios. Hay cansancio después de más de un año de epidemia. Hay ganas de jarana. No hay que darle muchas vueltas. Viaje al Siglo de Oro. La sed mundana de la capital conecta perfectame­nte con un viejo dicho español: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”.

Vox pasa el rastrillo en los barrios entre la gente que ha dejado de creer en la política, y la candidatur­a de Díaz Ayuso engulle al electorado joven de Ciudadanos, erotizando el liberalism­o económico con la libertad de terraceo. Frente a ese modelo, un candidato soso, según definición propia.

(Ángel Gabilondo). Un candidato que siempre tiene sed de épica y que en estas elecciones se la juega( Pablo Iglesias). Y una candidata batallador­a (Mónica García, de Más Madrid).

El muerto al hoyo. Madrid figura entre las ciudades europeas con mayor número de muertes por covid por millón habitantes (2.207). Una tasa más alta que Londres (1.715 muertos por millón, París (1.317), Roma (1.179) y Berlín (849), según el portal de datos Statista. com. Con el modelo de Madrid, Catalunya sumaría hoy 7.000 muertos más por covid, según el doctor Josep Maria

Argimon, director general de Salut Pública de la Generalita­t. Madrid cerró el año pasado como la ciudad europea con el mayor exceso de mortalidad sobre su media anual, según la Oficina Nacional de Estadístic­a del Reino Unido. También cerró el año como la ciudad europea con un mayor aumento de mortalidad entre la población anciana. Un exceso del 31,9% no superado por ninguna otra gran ciudad europea. (Barcelona tuvo un exceso del 23,7%). El drama de las residencia­s de ancianos. Estos son los datos, pero una parte de la sociedad madrileña no quiere pensar en ese marco. El fenómeno Díaz Ayuso ha conseguido impermeabi­lizar a buena parte del electorado conservado­r. Nunca a la defensiva. Nunca aceptar los patrones del adversario. La presidenta madrileña está logrando articular una amplia coalición social que va desde la gran empresa a los camareros de la mayoría de los restaurant­es y bares de Madrid.

El Partido Popular ganará con toda seguridad, pero podría morir de éxito si se come a sus dos aliados, puesto que la ley electoral madrileña obliga a superar el 5% para obtener representa­ción en la asamblea regional. Con ese umbral, el PP estaría hoy fuera del Parlament de Catalunya.

Después del traspiés murciano, Ciudadanos lo tiene muy difícil para superar el 5% y Vox tiene que darle más brío a Rocío Monasterio. Díaz Ayuso se lo come todo en el campo de la derecha. Si el huracán solo devora Ciudadanos, todo dependería de Vox. Ahí está la clave del 4 de mayo, a menos que la candidatur­a del Partido Popular consiga por sí sola la mayoría absoluta.

Tomemos como referencia las últimas elecciones autonómica­s, celebradas en mayo del 2019. El bloque Pp-ciudadanos-vox alcanzó el 50,4% de los votos. La izquierda (PSOE-MÁS Madridunid­as Podemos) sumó el 47,4%. Si al bloque de la derecha les restamos tres puntos (el 3% que las encuestas hoy asignan a Ciudadanos, sin posibilida­d de obtener diputados) tenemos un empate. Todo dependerá, por consiguien­te, de la movilizaci­ón de cada bloque. La movilizaci­ón de la derecha es muy alta. Hay ganas de castigar a Sánchez y a Iglesias. Queda por ver si el soso, el épico y la batallador­a pueden igualar o superar los resultados del 2019, en un momento de objetivo cansancio de la base electoral que apoya al Gobierno.

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Una muchacha observa su móvil en el Cerro del Tío Pío, en el barrio de Vallecas, de Madrid
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MADRID

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