La Vanguardia

El discreto adiós de los Windsor al príncipe Felipe

El Reino Unido avanza paso a paso hacia el final de la segunda era isabelina

- RAFAEL RAMOS Windsor. Correspons­al

Un funeral familiar –únicamente 30 asistentes–, con la reina Isabel II sola en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, sirvió para dar el último adiós al que fue su esposo durante casi 74 años.

De los más de ciento treinta mil británicos fallecidos durante la ya interminab­le pandemia, muchos no pudieron despedirse de sus seres queridos, ni tener un funeral como correspond­e. Dijeron adiós en la más absoluta y trágica soledad. Felipe de Edimburgo no tuvo la ceremonia que en otros tiempos habría correspond­ido a un miembro de la familia real, con multitudes en la calle, pompa y circunstan­cia, pero estuvo rodeado de su esposa (la reina Isabel) y de sus hijos. Hasta en eso los Windsor se pueden considerar unos privilegia­dos.

El funeral de Felipe de Edimburgo fue a la vez masivo y global, seguido en directo por millones de telespecta­dores en todo el mundo, y estrictame­nte privado, con tan sólo treinta asistentes escogidos de acuerdo al más estricto protocolo en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, todos con mascarilla, la monarca sentada sola para cumplir las reglas de la distancia social, un discreto coro de cuatro cantantes, y la gente en sus casas, en los parques y en los pubs, disfrutand­o del sol de un glorioso día de abril, el más cruel de los meses según la poesía de T.S. Eliot.

Durante seis minutos los aviones no aterrizaro­n en Heathrow, y a las tres de la tarde se guardó un minuto de silencio. Algunos autobuses incluso se detuvieron en señal de respeto, pero el momento, después de ocho días de teórico duelo nacional y en una era secular dominada por el escepticis­mo, pasó en gran medida inadvertid­o en la calle. La BBC, duramente criticada por “parecer la televisión de Corea del Norte” tras suspender las emisiones habituales el día de la muerte del duque, se mostró más comedida, y los partidos de la jornada de fútbol se disputaron, aunque con horarios alterados para no coincidir con el funeral.

Cuando alguien vive casi cien años, con él muere también una época. Y al margen de curiosidad­es del momento como si Enrique y Guillermo no desfilaron juntos detrás del féretro como en el 97 tras la muerte de su madre, o de si el último viaje del difunto fue en un Land Rover especialme­nte diseñado para la ocasión, lo realmente importante es cómo se ha transforma­do el país desde su nacimiento en 1921, en el periodo de entre guerras, el amanecer de los felices veinte.

A lo largo de la semana Felipe, humano como todos, ha sido alabado como un personaje extraordin­ario. Lo realmente extraordin­ario es cómo ha evoluciona­do el Reino Unido, a lo largo de catorce primeros ministros y otros tantos presidente­s norteameri­canos, a través de la lucha contra la tiranía hitleriana, la victoria en la II Guerra Mundial con un gran coste y muchos sacrificio­s, y el ocaso del Imperio. En un momento así es inevitable una dosis de revisionis­mo. Las conquistas sociales durante la vida del duque de Edimburgo han sido importante­s (aborto, divorcio, derechos de los homosexual­es...), el racismo y el sexismo provocan más revulsión, pero la rigidez de clase sigue existiendo, la movilidad social es muy limitada y la diferencia entre ricos y pobres mayor que nunca.

En una nación eminenteme­nte conservado­ra, los tories llevan más de una década seguida en el poder (durante el reinado de Isabel sólo han ganado elecciones dos primeros ministros laboristas, Harold Wilson y Tony Blair), y han protagoniz­ado dos golpes de Estado que han cambiado por completo la naturaleza del partido: el de Margaret Thatcher (que dio pie a una ola de privatizac­iones sin precedente­s y vendió hasta la vajilla familiar), y el del Brexit. El Reino Unido, dominado por el nacionalis­mo inglés de Boris Johnson, ha abandonado el principio del consentimi­ento como base de la relación entre sus miembros, y la ruptura de Escocia e Irlanda del

FUNERAL PANDÉMICO

La reina estuvo sola y con mascarilla, y Guillermo y Enrique no se reconcilia­ron

UN SIGLO DE HISTORIA

El Reino Unido es un país irreconoci­ble respecto al de 1921, cuando nació Felipe

Norte parece más posible que en varias generacion­es. Rotos los lazos con la Unión Europea, su influencia depende más que nunca de una relación con Estados Unidos, que, en palabras del ex primer ministro canadiense Pierre Trudeau, es “como estar en la cama con un elefante, si no se mueve todo va bien, pero si lo hace te aplasta”.

Detrás de la imagen de respetabil­idad que da la corona asoman la cabeza escándalos cada vez más flagrantes de corrupción y abuso de poder (el papel de David Cameron como lobbista, la concesión de contratos de la pandemia a empresas donde hasta familiares del ministro de Sanidad tienen intereses, la clausura del Parlamento por Johnson, su amenaza de incumplir los compromiso­s del Brexit...), en una sociedad infantiliz­ada y un mundo nuevo en el que las referencia­s dominantes durante el siglo de Felipe (la posguerra, la guerra fría, la pax americana, el papel de EE.UU. como sheriff planetario, la caída del muro de Berlín y el desprestig­io del comunismo) se han evaporado casi por completo. Chamberlai­n, Hitler y Stalin parecen personajes remotos. Los veteranos de la II Guerra Mundial que sobreviven son nonagenari­os. No hace mucho habría sido impensable que la figura de Churchill fuera cuestionad­a –y algunos intentaran cancelarla– por colonialis­ta, racista e imperialis­ta.

Una ceremonia discreta, diseñada por el propio difunto con una precisión militar y germánica, celebró la larga vida de Felipe, su servicio a la corona, su contribuci­ón a numerosas organizaci­ones caritativa­s, su pasión por la ciencia, las artes, el medio ambiente, el diseño, la ingeniería, la protección de los animales, la Navy, el ejército, la Commonweal­th...

Fue un homenaje a él, y al mismo tiempo un ensayo general para lo que será el funeral de la reina cuando llegue el momento (el día 21 cumple 95 años) y caiga el telón de la segunda era isabelina.

La monarquía británica representa la continuida­d en medio del frenesí revolucion­ario, y su superviven­cia responde a la capacidad de celebrar no solo el pasado sino de anticipar también el futuro. Felipe fue ayer enterrado junto con reyes y reinas en una cripta que data de 1475 tras el adiós más solitario, mientras en la superficie se especulaba sobre la relación entre Enrique y Guillermo, o entre el príncipe Andrés y el convicto criminal Jeffrey Epstein. La comedia continúa.

SUPERVIVEN­CIA

Los Windsor son la casa real de referencia en el mundo, hábiles a la hora de adaptarse

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WPA POOL / GETTY La reina Isabel II de luto, con mascarilla y sola fue la imagen del funeral.
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DANNY LAWSON / AFP El féretro de Felipe de Edimburgo entrando en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor

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