La Vanguardia

‘Ayusogrado’, la capital de las tapas

El PP madrileño se dispone a barrer apoyado en dos ideas fijas: bares abiertos y paraíso fiscal

- PEDRO VALLÍN

Madrid se gusta en su caricatura. Quizá no haya otra forma de identidad más perfecta que reivindica­r la caricatura. O quizá, sencillame­nte, la identidad sea eso, ver el caricato y gustarse. “Como fuera de casa, en ninguna parte”, decía un veterano actor madrileño, para resumir su relación con esta ciudad, que está convencida de ser la más noctívaga y callejera del mundo, como si esa afición no fuera un atributo general del país entero.

Apoyada en ese autorretra­to, que a los madrileños les resulta grato, Isabel Díaz Ayuso, lanzada en los sondeos como favoritísi­ma de las elecciones del próximo 4 de mayo, que para eso los ha convocado ella, no está realizando una campaña sofisticad­a, estructura­lmente elaborada, como no lo ha sido su acción política en sus dos años como presidenta. Ningún presupuest­o aprobado y una sola ley, la de suelo, recurrida por la oposición por falta de quorum en la Asamblea de Madrid. Su acción política se ha centrado en confrontar con el Gobierno de coalición en las medidas de lucha contra la pandemia, haciéndolo ostensible en las reuniones de la interterri­torial de Salud.

En Ponzano, una calle estrecha y larga, orientada de norte a sur que recorre Chamberí desde el área de Azca hasta Santa Engracia, alineada por detrás del complejo de Nuevos Ministerio­s, el bullicio es constante las mañanas de sábados y domingo, y la tarde de cualquier día. La ciudad bien disfruta allí de dos docenas de locales alineados a uno y otro lado de la calle, con terrazas de vagón en lo que antaño fueron plazas de aparcamien­to. En este Madrid triunfante, de jóvenes acomodados o entusiasma­dos pasantes de consultorí­a que se ven a sí mismos como personajes de El lobo de Wall Street, las opiniones favorables a Ayuso son inequívoca­s y unánimes. Pero nadie se hace alambicada­s reflexione­s sobre su oferta política: la sensación es que Madrid lleva tres décadas como un tiro, y la única tarea que se reclama del gobernante es que despeje obstáculos para esa meteórica trayectori­a cuyo límite es el cielo. Neoliberal­ismo aguirrista.

Escuchándo­los, tiene sentido que la oferta electoral del PP sea igual de simple y funcional que la acción política del gobierno regional los últimos dos años: Díaz Ayuso se propone como la garantía de que los bares seguirán abiertos y la fiscalidad madrileña seguirá caribeña. A su vez, proyecta sobre la capital la idea de que si ella pierde el control de la comunidad autónoma, se acabarían las cañas, las tapas y la terrazas, y se produciría una subida de impuestos a la escandinav­a, que apagaría la turboaspir­adora de recursos que hoy es la comunidad. Ayuso promueve el hedonismo de caña y tapa. Y no está necesitand­o nada más para su campaña, encuadrada en un modelo de comunicaci­ón inspirada en el marketing de Donald Trump y reñida con cualquier atisbo de sofisticac­ión.

Sus oponentes le arrojan a la cara ese supuesto compromiso con la hostelería como una pose puramente hipócrita, toda vez Madrid es la única comunidad autónoma española que no ha puesto sobre la mesa ni una sola medida de apoyo o rescate al sector. Ni un euro. Pero a pesar de no haber logrado bajar de una incidencia acumulada de 200 casos quincenale­s por cada 100.000 habitantes en el último semestre, –y ahora mismo, está holgadamen­te por encima de los 300–, no ha obligado a cerrar bares y restaurant­es ni ha adelantado el toque de queda, permitiend­o que haya turno de cenas en la hostelería.

Muchos hosteleros de los barrios de Chamberí y Salamanca –con epicentro en el boulevard de la citada calle Ponzano–, han decorado sus locales con carteles de apoyo a Isabel Díaz Ayuso y esta semana se ha comerciali­zado una cerveza con el rostro de la presidenta. La lista difundida el viernes de los locales que disponen de esta bebida electoral es inequívoca sobre cuáles son los barrios alineados con ella. Ocurre al sur del barrio de Salamanca, frente al parque del Retiro. El bullicio de terrazas e interiores en la Avenida de Menéndez Pelayo y en las calles

MENSAJE AL SECTOR

Ayuso ofrece horarios más laxos, en lugar de planes de ayuda y restriccio­nes duras

ADHESIONES

Bares y restaurant­es de Chamberí y Salamanca exhiben carteles de apoyo a la presidenta

LOCALES QUEBRADOS

El sector cifra en un 23% los cierres de hostelería debidos a la pandemia en la comunidad

perpendicu­lares es alegre y nervioso hasta la sobreactua­ción. Como si la ciudad toda quisiera asegurarse de que sigue viva.

Lejos de estos enclaves es muy raro ver un local con carteles de apoyo a la presidenta, una iniciativa más mediática que popular. En el corazón de Madrid, entre el Palacio Real y el Museo del Prado, son pocos los locales de hostelería abiertos pues la zona vive casi en exclusiva de la llegada de extranjero­s y los pisos turísticos, hoy vacíos, han echado del barrio a los antiguos vecinos. De modo que no hay clientela a la que atender. Son muchos los bares y tiendas que ya llevan un año cerrados. Las célebres noches francesas en las calles Cádiz y Barcelona, situadas justo detrás del palacio de la presidenci­a de la comunidad, en la Puerta del Sol, inmortaliz­adas en sus imágenes de joie de vivre que tanta indignació­n y alarma causaron, son en realidad las hojas de un rábano languideci­ente que no se recuperará hasta que se normalice el tráfico turístico en Barajas.

Muy cerca, en cambio, en Latina y Lavapiés, el impacto de la crisis hostelera se ha notado menos. Pese a la alta incidencia del Covid, desde que hace casi un año concluyó el confinamie­nto ni en lo más crudo del crudo invierno han dejado de estar llenas las terrazas. Y algo parecido ocurre conforme nos alejamos del centro, hacia el gran sur y el este de la ciudad.

En la comunidad de Madrid había antes de la pandemia algo más de 19.000 bares y casi 9.500 restaurant­es, a los que se sumaban unos 2.700 negocios de catering, según los datos de la patronal madrileña, recogidos por la asociación Hostelería Madrid, Tripadviso­r y El Tenedor. La pandemia supuso en 2020 un decrecimie­nto de los ingresos del 75% del negocio, según la patronal, lo que ha provocado el cierre de un 23% de los establecim­ientos, a pesar de que las restriccio­nes adoptadas por la comunidad son las más laxas de España, con el toque de queda más tardío y las ocupacione­s máximas por mesa más altas del país.

Las risas en las terrazas vivarachas ensordecen las quejas del sector sanitario madrileño y de los vecinos, emigrantes forzosos en el extrarradi­o ante los precios del centro. Ayuso ha identifica­do ese hambre de calle, caña y tapa, y ha construido una identidad política basada en postularse como la Juana de Arco del bocata de calamares. Ese fragor dionisiaco expresa la angustia y la impacienci­a ante el colapso pandémico. Nadie quiere hablar de los que faltan, del drama de las residencia­s, que fue una masacre en la región. Y no hay Madrid más allá de la M-30, como nunca hubo otra España que la que, intramuros, disfruta una croqueta gratis en Cascorro, bajo un sol tibio de abril.

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EMILIA GUTIÉRREZ Un establecim­iento de la zona de Ponzano exhibe un cartel de apoyo a la candidatur­a de Isabel Ayuso

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