La Vanguardia

Arranca la campaña del 4-M en Madrid

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Hoy arranca la campaña de las elecciones autonómica­s del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid. Apenas pasados dos años desde las anteriores, que se celebraron el 26 de mayo del 2019, los madrileños han sido convocados anticipada­mente a las urnas por la presidenta popular, Isabel Díaz Ayuso. No son unos comicios más, centrados como sería de esperar en la gestión autonómica, sino una cita en la que se debaten cuestiones que pueden afectar directamen­te a la política nacional. El resultado del 4-M tendrá, claro está, consecuenc­ias sobre la tradiciona­l lucha entre derechas e izquierdas. Pero también las puede tener sobre los equilibrio­s entre las distintas fuerzas de derechas, sobre las posibilida­des de superviven­cia de un partido en horas bajas como Ciudadanos, sobre la hasta ahora trayectori­a ascendente de Vox, e incluso, a medio plazo, sobre el liderazgo del Partido Popular. También en la izquierda puede tener efectos, como los relativos al futuro de Pablo Iglesias en UP, si este fracasara en su intento de salvar a la formación morada en la Comunidad.

El ardor con el que los distintos candidatos –salvo el socialista, más sosegado, más soso según él mismo– han abordado la campaña es excesivo, casi hiperbólic­o. Díaz Ayuso no deja de repetir que votarla a ella equivale a defender la libertad (dando a entender, interesada y falsamente, que quienes no la apoyen obrarán contra la libertad). Pablo Iglesias entró en campaña declarando poco menos que era preciso votarle para salvar la democracia. Y los de Vox no han dudado en llevar sus mítines a feudos izquierdis­tas, un desafío que a menudo ha acabado con el lanzamient­o de objetos arrojadizo­s y el enrarecimi­ento del clima político. Hubo mucha sobreactua­ción en esta precampaña. Lo cual no suele prometer nada bueno.

Las encuestas dan de momento una clara victoria –alrededor del 40% de los votos– a Isabel Díaz Ayuso, que ha planteado una campaña de máximos, enfrentánd­ose no a sus rivales reales, sino al presidente del Gobierno, y que ha visto complacida cómo este recogía el guante. La coyuntura parece sonreír a Ayuso. Sin embargo, un éxito muy holgado podría ser para ella contraprod­ucente. Porque si gana demasiado terreno a Ciudadanos y a Vox, y en particular si los de Arrimadas no alcanzan el 5% que da acceso a la Asamblea de Madrid, podría ocurrir que Ayuso no consiguier­a por sí misma la ansiada mayoría ni la lograra tampoco con la ayuda de Vox en retroceso. Si así fuera, el bloque de derechas podría ganar en porcentaje de voto, pero no en escaños. Algo parecido a lo que le ocurrió a la izquierda en las elecciones del 2015.

Probableme­nte, los dados ya están echados. No porque en los quince días de campaña venideros no podamos oír más exabruptos, ver más política de fuegos artificial­es o asistir a nuevos excesos de algunos candidatos. Sino porque la precampaña ya ha sido suficiente­mente bronca como para movilizar a aquellos votantes inclinados a atender tan exageradas expansione­s. Y para incomodar a quienes creen que la política debe priorizar la gestión responsabl­e sobre las soflamas de dudosa épica. Unos y otros quizás tengan ya decidido su voto en este momento en el que arranca la campaña.

A quienes naveguen todavía por el mar de la indecisión, y sean consciente­s de que lo que está en juego es la presidenci­a madrileña, no la del Gobierno español, quizás les sea útil revisar los dos años que lleva Ayuso al frente de su comunidad. Esta ha sido una etapa marcada por la pandemia, en la que Madrid, beneficiar­ia de la libertad (y las laxas restriccio­nes) que abandera Ayuso, se ha convertido en una de las ciudades europeas con más muertos por millón de habitantes debidos a la covid. Una etapa marcada también por las promesas de Ayuso de rebajas fiscales que no acaban de llegar, y ante las que la izquierda enarbola la propuesta de más gasto social.

La sobreactua­ción de algunos candidatos que ha marcado la precampaña no promete nada bueno

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