La Vanguardia

El juego de Twitter

- Llucia Ramis

Para que el juego funcione, cada participan­te debe sentirse libre. Además, debe entender cuál es el mecanismo y explorar sus límites. Tiene que haber una evolución, un grado de dificultad que varíe, además de recompensa­s que lo animen a continuar. A Twitter cada uno juega como quiere. El artefacto está ahí desde el 2006, una suerte de megáfono al que se acercaban los curiosos y descubrían fascinados la potencia de su propia voz. Soltaban cualquier chorrada, y llegaba a todo el mundo.

La oportunida­d era obvia: un nuevo canal que aparenteme­nte recogía todas las voces, incluidas las que apenas tenían eco en los medios tradiciona­les. Denunciaba­s algo, y te hacían caso. Hacías una observació­n, y los retuits la convertían en el tema de moda. Cada usuario hallaba –a la vez que creaba– un escenario por el que desplazar su avatar (o avatares, los hay que utilizan varios perfiles con nombres falsos). En las redes, la verdad y la ficción comparten área; nada tiene por qué ser demostrado para ser debatido, y la mentira construye realidades nuevas. Cada uno elige la versión que se adapta mejor a sus conviccion­es.

Twitter es refugio para unos, trinchera para otros, plataforma de autopromoc­ión, herramient­a de informació­n, arma de presión, espacio de desahogo, especie de compañía, comunicant­e de colectivos, fuente de inspiració­n, expositor de intimidade­s, generador de personajes, registrado­r de datos, plaza pública, bar de madrugada, tertulia de cuñados, instrument­o de acoso, derribo de mitos, cabaret de ingenio, sección de obituarios, libro de reclamacio­nes, convención de correctore­s, medida de fuerza, odisea y basura, lírica y grosería, reclamo y lucimiento. Es, básicament­e, texto escrito. Y el texto escrito puede expresar cualquier cosa. Crea ilusiones. Cuanto más llamativo sea el tuit (por quien lo publica, por lo que dice y por cómo lo hace), mayor será su alcance. A veces un tono pisotea al de otros, y la cosa acaba a gritos en 280 caracteres.

Como el juego no tiene reglas, estas van cambiando, y una burrada que tuiteaste en el 2009 (cuando jugar consistía en ver quién la soltaba más gorda) puede pasarte factura en el 2021. Lo importante es participar, suele decirse. Pero si sientes que no tienes libertad, pierde la gracia. También la pierde si te lo tomas demasiado en serio o le dedicas demasiado tiempo. Se vuelve un problema. Sea como sea, anunciar que abandonas Twitter es una manera de seguir jugando a Twitter, porque haces que se hable de ello. Y en eso consiste el juego.

A veces un tono pisotea al de otros, y la cosa acaba a gritos en 280 caracteres

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