La Vanguardia

El camino de la vida

- Joan Planellas JOAN PLANELLAS,, arzobispo de Tarragona y primado

Con este título apareció editada en 2019 –por primera vez en castellano– la obra que Lev Tolstoi había escrito en ruso ahora hace más de cien años, y publicada en 1911, unos meses después de su muerte en la estación de tren de Astápovo. El camino de la vida ya había sido traducida al inglés en 1919, al italiano en 2010 y al francés en 2012.

Para los lectores avezados a leer Tolstoi no hace falta advertir que no se trata de una obra narrativa como Ana Karenina o Guerra y Paz. El camino de la vida es una antología o florilegio de pensamient­os que proceden de fuentes muy diversas que Tolstoi se apropia y reformula. Él mismo lo dice en el pequeño prólogo que introduce la obra: “Los pensamient­os aquí reunidos pertenecen a los autores más diversos, empezando por la escritura brahmi, la confucioni­sta y la budista, hasta los Evangelios, las Epístolas y a muchos pensadores tan antiguos como modernos. La mayoría de estos pensamient­os, tanto en su traducción como en su reconstruc­ción, han sufrido una modificaci­ón tan grande que me resulta incómodo calzarlos con la firma de sus autores. Los mejores de estos pensamient­os anónimos no son míos, sino de los sabios más grandes del mundo”. Tolstoi no solo modificaba los pensamient­os ajenos, sino que también modificaba los propios –afirma su traductora Selma Ancira–, porque extrayendo de su diario los que considerab­a apropiados para su nuevo libro, modificaba al mismo tiempo sus propias reflexione­s.

Tolstoi considerab­a que el hombre solo puede llevar una vida de bien si sabe lo que tiene que hacer y lo que no tiene que hacer. Y, para saberlo, tiene que entender lo que es él mismo y lo que es el mundo en el cual vive. Eso es justamente lo que han enseñado los hombres más sabios y mejores. Todas las enseñanzas de estos sabios, dice Tolstoi, coinciden entre sí en aquello principal, y concuerdan también en aquello que a cada ser humano le dicen su razón y su conciencia.

El camino de la vida, explica Selma Ancira en la introducci­ón, es la culminació­n de una idea que acompañó a Tolstoi muchos años: reunir los pensamient­os de los grandes sabios. En este libro, que Tolstoi considerab­a la expresión más completa de su pensamient­o religioso y moral, queda clara su búsqueda personal y su necesidad imperiosa de despertar al ser humano para que empiece a llevar una vida de bien. A diferencia de las dos obras anteriores de un cariz parecido –Pensamient­os de hombres sabios para cada día y Círculo de lectura–, organizada­s por meses y días, El camino de la vida está dividido en 31 capítulos, y cada uno está dedicado a un tema trascenden­tal: la fe, el amor, el alma, la lujuria, la violencia, el castigo, la muerte... Los capítulos están divididos en incisos y los pensamient­os se van encadenand­o de manera que el lector se pueda ir adentrando de manera fluida y armónica en el tema propuesto.

A Tolstoi le habría gustado que esta obra se llegara a convertir en un libro de cabecera de millones de lectores y que tuviera una influencia benéfica en el destino del mundo. No iba errado en su objetivo, dado que se trata de un libro en que gente muy diversa se puede sentir cómodo y puede encontrar elementos de reflexión. Además, el libro tampoco requiere una lectura seguida, sino que se puede leer alternando los capítulos, aunque la idea de Tolstoi era que el lector leyera un capítulo por día y que la lectura se prolongara durante un mes. Sin embargo, por encima de todo, El camino de la vida es un libro que no se acaba nunca porque a cada relectura se puede encontrar cosas nuevas. No hay ningún pasaje de los que nos propone Tolstoi que deje al lector indiferent­e, sino que todos son una invitación a la reflexión. Se trata, sin duda, de una buena guía para iluminar el camino de la vida de cualquier persona.

Las reflexione­s de Tolstoi no dejan indiferent­e y son una buena guía para iluminar el camino de cualquier persona

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