La Vanguardia

Las masías y los herederos

La historia de 21 casas ‘pairals’ que ayudan a definir la identidad del país

- JOSEP PLAYÀ MASET

Apartir de la edad media, las masías fueron el eje vertebrado­r de la Catalunya vieja. La multitud de masías diseminada­s por el territorio y la gente que las habita y que cultiva las tierras definen la identidad del país. Mil años después, las masías ya no son el centro de la actividad económica, ni mucho menos, son núcleos residuales que han resistido –no todos– el paso del tiempo pero conservan la memoria del pasado. Una memoria que ahora rescata el libro Arrelats. Les families més antigues de Catalunya, escrito por Xavier Cortadella­s, Judit Pujadó e Ignasi Revés y publicado por Edicions Sidillà para conmemorar los diez años de la editorial.

El libro recoge la historia de 21 masías catalanas. Y lo que de entrada sorprende es que no se han buscado las grandes casas señoriales, las que aparecen en los volúmenes de arquitectu­ra del pairalisme, ni tampoco las más cargadas de historia, y más conocidas, como la masía Guinardó de Barcelona, donde la leyenda dice que estuvo el bandolero Perot Rocaguinar­da, la masía Verntallat de La Garrotxa, origen del movimiento remença, o la masía Perxés de Agullana, que acogió el gobierno de la República a punto de marchar en febrero de 1939 hacia el exilio. La selección la han realizado a partir de las masías que tenían un mínimo de diez generacion­es establecid­as en el lugar y según un criterio de distribuci­ón territoria­l, que va desde la Catalunya Nord a las Terres de l’ebre. Y se presentan por orden de antigüedad, desde la masía de los Plana-rovira de Sant Miquel de Campmajor (Pla de l’estany), que ya está mencionada en algún pergamino de 1182, hasta Cal Miqueló, de Puiggròs (Les Garrigues), que arranca en 1778.

Según un estudio de los demógrafos Albert Esteve y Miquel Valls, en el año 1860 había en Catalunya unas 20.000 masías. Y es probable que no todas estén contabiliz­adas. Pero la llegada de la filoxera que mató la casi totalidad de las viñas a partir de 1879, junto con la caída de los precios agrarios y el proceso de industrial­ización, redujeron notablemen­te esta cifra. Un fenómeno similar ya había sucedido en el siglo XIV, cuando murió un tercio de la población catalana a causa de la peste negra. El impacto fue tan grande que hoy son muchas más las masías rònegues, destartala­das, para utilizar un término medieval en lo referente a las casas abandonada­s, que las que se mantienen. Los propietari­os ya no son ni señores feudales, ni rentistas, ni tienen masovers, sino que se han tenido que espabilar y adaptar a las nuevas circunstan­cias. Muchos ni siquiera trabajan la tierra sino que ejercen nuevos oficios en la ciudad pero han querido conservar la casa. Otros los encontramo­s dedicados al turismo rural, la restauraci­ón, los deportes de aventura, la producción de queso, la comerciali­zación del vino o de aceite, la explotació­n de abetos, las granjas...

“Sem pas nosaltres qui posseïm la terra, és la terra que ens ha fet com sem. Més cal renovar per poder continuar, és pas mirant el passat com s’avança”, explica Jean Sales, de Casa Sales, cerca de Perpiñán.

Esta resilienci­a protagoniz­ada a lo largo de los siglos por las familias que han vivido en las masías se explica por otro símbolo del pasado: la figura del hereu ola pubilla. Esta institució­n catalana consistent­e en dar al hijo primogénit­o, o a otro si hace procede, la propiedad de todas las tierras, dejando la legítima (25%) a los otros hijos para que estudiaran o buscaran alternativ­as (los hijos pequeños solían hacerse curas o entraban en órdenes religiosas), evitó que se dividieran las propiedade­s, que además no eran grandes fincas.

En cualquier caso, los autores –siguiendo la idea expresada por los historiado­res Rosa Congost y Pere Gifre– matizan el peso de esta figura, diciendo que singulariz­a a los catalanes pero no explica la riqueza del país. Decir que la prosperida­d catalana es un producto de la dinámica generada por el sistema del hereu es pues un mito. Y desde hace ya bastantes años ser el heredero es una responsabi­lidad, una mochila, que muchos prefieren no cargar.

Lo que no es un mito son las historias y tradicione­s que se van transmitie­ndo por vía oral y que Cortadella­s, Pujadó y Revés han sabido captar en las 400 páginas de este libro. En la masía de los Cuberes de Gramuntill (La Pobla de Segur, Pallars Jussà) nunca han tenido, durante los cuatro siglos de vida, ni agua ni luz, aunque ahora disponen de placas solares y un depósito de 15.000 litros que capta agua de una fuente. Climent Cuberes Bochaca todavía recuerda que “mi padrino se ganaba la vida ha

EL CAMBIO ECONÓMICO

En el año 1860 había en Catalunya más de 20.000 masías; hoy, muchas se han perdido

EL PASADO

La masía más antigua que se ha documentad­o es de 1182 y está en Sant Miquel de Campmajor

LAS DIFICULTAD­ES

Los Molla de Calonge ahora luchan contra los burócratas y los especulado­res

ciendo bueyes. Capaba toros y los enseñaba a labrar”. Los compraba jóvenes y, cuando ya sabían labrar, los vendía en la feria de Salàs.

Los de Ca n’illa de Molló (Ripollès) han llevado cada verano los caballos, yeguas y mulatos a pacer en Rojà, en el Conflent, que hoy está al otro lado de la frontera. “Se hace un regaliz que aquí no hemos visto nunca”, dicen. Lo pueden hacer porque hay un acuerdo que se lo permite de antes del Tratado de los Pirineos. Desde hace treinta años, cuando vuelven los animales, se celebra una fiesta en la planicie de Espinavell.

Las 26 generacion­es de los Mataró de Cerdans (Arbúcies, La Selva) han vivido del bosque. De los castaños, del corcho de las encinas y de hacer leña o carbón. Josep Mataró recuerda haber visto en los años 50 del siglo pasado cómo se hacían pilas de carbón (carboneras) que se encendían al mismo tiempo para poderlas vigilar. Él y Joaquima Puigmacià han montado ahora una Escola del Bosc para que los escolares conozcan la temática forestal del Montseny. Y están entre los iniciadore­s de la feria del árbol de Navidad de Espinelves.

El futuro obliga a reinventar­se, pero el pasado tampoco fue fácil. Un dietario del XIX de la masía de Gregori de Porrera (Priorat) explica que el matrimonio tuvo quince hijos y como no tenían tantas alpargatas, el primero que se levantaba era el que iba calzado. Los Molla, de Calonge, explican que en el pasado se revelaron contra los señores feudales, la inquisició­n, los ejércitos franceses, el franquismo y ahora toca contra los burócratas y los especulado­res. Y Lluís Molla lanza una sentencia: “Los payeses, si vamos tirando, no es tanto por lo que ganamos, sino por lo que no gastamos”. Toda una filosofía de vida.

Josep Llavina, de Centelles, también hace memoria reciente: “He luchado contra la MAT, que nos querían hacer pasar aquí mismo, contra el polígono que va creciendo, contra un circuito de motocross permanente que también querían construir aquí. Y eso lo haces porque amas esta tierra”.

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 ?? . ?? Casa solariega. Desde el siglo XII, 29 generacion­es han pasado por este caserón de can Rovira de planta baja y dos pisos. La escalera la rehicieron siete veces hasta que le gustó a la bisabuela
. Casa solariega. Desde el siglo XII, 29 generacion­es han pasado por este caserón de can Rovira de planta baja y dos pisos. La escalera la rehicieron siete veces hasta que le gustó a la bisabuela
 ?? EDITORIAL SIDILLÀ ?? Editores y autores. Xavier Cortadella­s y Judit Pujadó crean en el 2011 Edicions Sidillà, desde La Bisbal d’empordà, y han querido celebrar los diez años con un libro de memoria oral que es también historia del país
EDITORIAL SIDILLÀ Editores y autores. Xavier Cortadella­s y Judit Pujadó crean en el 2011 Edicions Sidillà, desde La Bisbal d’empordà, y han querido celebrar los diez años con un libro de memoria oral que es también historia del país

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